Sacerdote focolarino
14 noviembre 1929
† 28 enero 2017
Nació en Madrid el 14 de noviembre de 1929 en una sencilla familia
obrera. De su niñez, cuenta él mismo:
“los padres no nos llevaron a la escuela
durante la guerra del 36 al 39 porque en
Madrid, del lado republicano, la escuela era laica y nos podían quitar la fe:
éramos cinco hermanos, todos pequeños. Ellos fueron padres y “maestros”. Ellos
nos enseñaron a leer, a contar y a rezar; el rosario en octubre en familia,
aunque mi padre lo rezaba cada día mientras se lavaba la cabeza a la vuelta del
trabajo, -era obrero de la construcción-, y sus Avemarías se oían en el comedor
con naturalidad”.
Cuando luego, ya anciano, veíamos
su resistencia y fortaleza y su austeridad, (y no tirar ni las migas del pan),
siempre sentenciaba:
“yo soy niño de la
guerra”.
Estudiando luego con los
salesianos de Estrecho, recordaba como si fuera ayer el lugar de la calle en
que hablando con un religioso a sus 11 añitos de edad sintió la llamada al
sacerdocio y al curso siguiente entró en el Seminario de Madrid:
“A
los 11 años sentí la vocación al sacerdocio; sentí en lo íntimo de alma que Dios me quería y me llamaba. Se
manifestaba como Dios Amor; me sentí atraído como Santo Domingo Savio, cuya
unión con Dios admiraba. Entrando en la iglesia la Nochebuena para la misa
con mis padres se lo conté a mi profesor seglar, que me respondió: “qué bien”,
dándome un beso en la frente”.
Fue ordenado sacerdote el 12 de junio de 1954 con unos 20 compañeros,
de los que hasta hace pocos
años siempre ha sido el que los convocaba para
juntarse al menos cada año en el aniversario, con un cuidado proverbial, con
cariño materno, por cada uno a lo largo de los meses, sin olvidar a alguno
secularizado.
Conoció la Obra de la Iglesia y
hasta hace poco continuaba recibiendo los escritos de la Madre Trinidad.
Pero lo que determinó su vida y
su ministerio fue el encuentro con la Obra
de María, el movimiento de los focolares:
“corría el año 1964. Llevaba yo 10 años de vida sacerdotal y los focolarinos
vinieron a vivir en el territorio de la parroquia donde yo trabajaba, en “Santa
Teresa y Santa Isabel”. Fui a conocerlos por orden del párroco y la vida en
común del grupo, todo él juvenil, me sorprendió. Había alegría, sencillez, vida
de familia. Aspiraban a la santidad juntos, cosa nueva para mí en jóvenes
seglares: Jesús vivía entre ellos y lo amaban”.
Con estos
nuevos amigos, iba de sorpresa en sorpresa. Luego, cientos de veces habrá
narrado la siguiente anécdota:
“Me
enseñaron a amar concretamente a Dios también en el prójimo. “Dios es Amor y el
que ama está en Dios”. Llamé al focolar un día por teléfono y pregunté: “¿qué
novedades hay por ahí?”. Y un joven, José María Murillo, me respondió: "¡Padre, cada momento es una novedad!".
El Amor de Dios hace que “cada momento sea una novedad”.
Y José luego explicaba así el
momento:
“Yo
desconocía prácticamente el amor al prójimo, a todos, como voluntad
de Dios que le
es grata. El prójimo solo me ocupaba y me daba trabajo. El amor hace que todo
sea una novedad sorprendente.”
José ha sido el primer sacerdote focolarino de
España.
Él explica así su paulatino cambio: “Yo
hacía oración, pero desconectada del amor al prójimo...: orar y amar no iban
unidos. Vivir en el amor a Dios… y al prójimo me unificó la vida las
veinticuatro horas. ¡Hasta los sellos había que pegarlos en el sobre de la
carta con amor!
Al mismo tiempo, al no experimentar la
elección de Dios como único Bien, el día lo tenía yo como fraccionado:
a Dios le daba sus horas; pero Él no estaba presente en mi vida de continuo.
Luego el Concilio… me aclaró
que la unidad de vida en el sacerdote dependía del hecho de hacer la Voluntad
de Dios y de amar al prójimo siempre, el primero, a todos,
o sea, la caridad pastoral. Ambas cosas, a partir
de entonces, con la clarificación del Ideal unificaron mi vida que se hizo más
del agrado de Dios hora a hora, momento por momento…”.
Conocer este Ideal de la unidad,
el Ideal de Dios Amor viviendo en la tierra al estilo de la Trinidad, en
seguida encontró en él también su expresión más típica: una espiritualidad
comunitaria sobre todo, no simplemente personal:
“Otro sacerdote, religioso sacramentino, Tomás
Iturriaga, que trabajaba con los scouts, tuvo la misma experiencia; e
igualmente un padre agustino, Manolo Morales. El mismo descubrimiento nos apiñó
y la relación fraterna nos hizo experimentar
que Jesús en medio de dos o más, reunidos en su nombre, era verdadera realidad también entre
sacerdotes, entre religiosos de distintas familias, entre parroquias…”
Más de una vez recuerda que por
aquella época
fue empezando a sonreír y a reírse con esa carcajada que sería un
signo peculiar suyo el resto de la vida.
Participó en la Mariápolis de
Ávila en 1966 y ese año y otros, también lo hicieron algunos seminaristas de Burgos,
Gerona, Murcia, Sevilla… y entre todos empezaron una fraternidad que se ha
mantenido y ha ido creciendo todos estos años.
Poco después, fue a un encuentro
de sacerdotes en Rocca di Papa. Allí conoció a D. Silvano Cola, siempre
referente en su vida, uno de los primeros sacerdotes focolarinos:
“D. Silvano me aclaró: “aquí
venimos a aprender a amar; a rezar ya nos enseñó el seminario”. Me abrió los
ojos a la nueva dimensión de la fraternidad que yo no había experimentado
antes: Jesús en medio era la gran novedad que yo entendí acompañando a Roma uno
de esos días al sacerdote del Paraguay para una gestión en su embajada: gocé
intensamente de la unidad y de la presencia de Jesús
entre nosotros por vez
primera...”.
Y más tarde hizo los 6 meses de
la “escuela sacerdotal
internacional” en Grottaferrata (Roma):
“la vida en común con otros
sacerdotes, que el Concilio aconsejaba.., la comprendí en la "escuela
sacerdotal" donde hora a hora vivíamos en el amor
recíproco con
la iluminación de este Ideal...
Con Tomás Iturriaga saltó la
oportunidad: pasó al clero diocesano y a los dos el obispo D. Casimiro nos
quiso mandar juntos a una parroquia que se fundaba, para que así “tuviéramos a
Jesús en medio”. Nada menos. Aterrizamos en San Blas, en parroquias cercanas:
él en “S. Joaquín” y yo en “Virgen de la Candelaria”. Estuve un año y me
enviaron al seminario como director espiritual tres años. Volví ala Candelaria y comenzó la vida en comunidad con Pedro Muñoz”.
enviaron al seminario como director espiritual tres años. Volví a
Tras las parroquias en el gran
San Blas, de 1982 a 1995 ejerció con gran responsabilidad como Vicario en la Vicaría II de la
Archidiócesis:
“Cuando
me nombró Vicario Episcopal [el Cardenal] D. Ángel Suquía, le pregunté si podía
seguir viviendo con otros sacerdotes del Movimiento. Su respuesta fue
afirmativa sin rodeos.”
Y continúa José narrando una anécdota de años después referida a aquel
periodo, con esa típica inocencia y humildad suya, de niño evangélico:
“Y al presentarme un sacerdote amigo a otro
en la residencia de San Pedro exclamó: “¿José Varas? ¡El Vicario que más ha
querido a los curas!”. Casi me avergüenzo, pero en el fondo reconozco que el
Ideal [de Chiara
Lubich] me ha enseñado a amar a todos y lo he procurado hacer”.
Muchos somos testigos que a José
lo quería todo el mundo, de una lado y de otro, sacerdotes o laicos,
de una
posición alta o el pordiosero más miserable, de una ideología o de otra… Y
seguramente lo querían porque él los había querido a todos.
Por aquella época también vivió
con D. Francisco Pérez (actual Arzobispo de Pamplona) y con Manuel Bru (con
este también los 9 años en S. Jorge).
Fue también muchos años Responsable de todos los sacerdotes focolarinos
en España, llamándolos con frecuencia, yendo a visitarles, sobre todo a los
enfermos y ancianos:
“Me
ha enriquecido ese quehacer. También me daba preocupaciones. Pero me ayudaba a
vivir lo que dice San Pablo…: “Muy
a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mi la fuerza de
Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. El contacto con los sacerdotes me ha
mantenido a mí como sacerdote. Pero era algo superior a mí. El amor a Jesús [Crucificado y]Abandonado era un recurso frecuente y escribí a Chiara [Lubich] pidiendo relevo. Ella me contestó y me animaba: que si yo hacía mi parte, Dios haría el resto; bastaba que yo hiciera lo posible. Y me dio una Palabra de Vida que me resolvió en seguida: “y tocaré para Ti, fuerza mía, porque Tú, oh Dios, eres mi alcázar”, del salmo 59. Esta Palabra la he tenido presente toda la vida. Me ha ayudado a hacer mi labor lo mejor que he podido: visitar grupos, presentar congresos parroquiales, ejercer mi responsabilidad de Vicario episcopal, hacer nombramientos de cargos… y a estar contento…”.
mantenido a mí como sacerdote. Pero era algo superior a mí. El amor a Jesús [Crucificado y]Abandonado era un recurso frecuente y escribí a Chiara [Lubich] pidiendo relevo. Ella me contestó y me animaba: que si yo hacía mi parte, Dios haría el resto; bastaba que yo hiciera lo posible. Y me dio una Palabra de Vida que me resolvió en seguida: “y tocaré para Ti, fuerza mía, porque Tú, oh Dios, eres mi alcázar”, del salmo 59. Esta Palabra la he tenido presente toda la vida. Me ha ayudado a hacer mi labor lo mejor que he podido: visitar grupos, presentar congresos parroquiales, ejercer mi responsabilidad de Vicario episcopal, hacer nombramientos de cargos… y a estar contento…”.
Al finalizar el periodo como
Vicario, se le otorgó el título de Monseñor, de Prelado Doméstico de Su
Santidad el Papa. Él siempre lo valoró con gran veneración por el Santo Padre, pero una foto que todos recordamos de José con delantal en la cocina, en la casa parroquial de San Jorge, era la que lo definía auténticamente como siervo por amor.
Santidad el Papa. Él siempre lo valoró con gran veneración por el Santo Padre, pero una foto que todos recordamos de José con delantal en la cocina, en la casa parroquial de San Jorge, era la que lo definía auténticamente como siervo por amor.
En esa Parroquia pasó sus últimos
casi 10 años en activo, pero la tarea no disminuyó, ¡al contrario!, cuando vino
a Las Matas, a la casa “Cor Unum” el 9 de marzo de 2005, como iniciador junto
con Paco Tomás de ese centro de espiritualidad de comunión para sacerdotes y
seminaristas, y como “capellanes” de este Centro Mariápolis que nos alberga.
Era el alma de aquella casa, dando calor de hogar, no sólo para los 4 que allí
vivían, sino para cada sacerdote y seminarista que venía una temporada o andaba
de paso, y para las decenas de personas que cada semana iban a visitar a un
sacerdote u otro. Amén de sus
desplazamientos (incluso cuando la movilidad empezó a ser reducida) para visitar, (ya sin tantas prisas de regresar), a sacerdotes mayores de otras diócesis de toda España.
desplazamientos (incluso cuando la movilidad empezó a ser reducida) para visitar, (ya sin tantas prisas de regresar), a sacerdotes mayores de otras diócesis de toda España.
Cuando empezaba a hacérsele más
evidente la espasticidad muscular y la enfermedad neurodegenerativa, escribió
en 2011: “…hay que llegar a ser contemplativos porque
“el que ama está en Dios, porque Dios es amor”. Ahora que aprieta un poco más
la debilidad, los pequeños dolores, el quedarse en el último lugar cuando los
demás corren, Jesús [Crucificado y] Abandonado se asoma con mayor frecuencia y
es y será el sostén de mi vida. Hasta ahora el Amor de Dios como Padre había
predominado”.
Con férrea voluntad, cada mañana se levantaba él solo, se aseaba y
desayunaba, aunque empleara 3 horas en total. Caminando con su andador, en el
cual llevaba siempre su breviario. Pasando muchas horas
ante Jesús Eucaristía en la capillita de casa. Todo ese era su trabajar por el Reino de Dios en el simple quehacer diario. Era admirable su perseverancia y con alegría.
ante Jesús Eucaristía en la capillita de casa. Todo ese era su trabajar por el Reino de Dios en el simple quehacer diario. Era admirable su perseverancia y con alegría.
Cuando ya necesitó cuidados más
especializados, fue a una Residencia, primero 2 meses en la parroquial de
Torrelodones, y luego estos últimos 14 en la sacerdotal de Madrid. En ambas,
directivos y residentes afirman que ha sido un don para cada uno, a pesar de que
los músculos del habla ya no le funcionaban y apenas se le entendía al hablar.
En octubre, muy costosamente, le
repetía a Paco Tomás: “estoy contento con la Voluntad de Dios. No puedo
hacer lo que yo quisiera. Me voy pareciendo a Jesús en la cruz, me siento más
hijo del Padre. Me
siento muy limitado, pero eso no me pone triste... No puedo hacer más ni con la lengua, ni con las piernas, ni con la escritura. .. Hago oración. Me quedaré sin facultades: normal... Para cada uno hay un plan de Dios. Estoy contento de saberme en manos de Dios”.
siento muy limitado, pero eso no me pone triste... No puedo hacer más ni con la lengua, ni con las piernas, ni con la escritura. .. Hago oración. Me quedaré sin facultades: normal... Para cada uno hay un plan de Dios. Estoy contento de saberme en manos de Dios”.
Su última semana la pasó en el
Clínico. En nuestras
visitas, le recordábamos que tenía que amar a Jesús Crucificado y Abandonado y
le preguntábamos si le daba su "sí" como Esposo del alma; y con un
movimiento de cabeza y un gesto, como que decía
"¡por supuesto; faltaría más!".
Y le
preguntábamos si lo ofrecía por el "que todos sean uno" de Jesús, tal
como querría Chiara
Lubich, y por la semana de la unidad de los cristianos que
en esos días transcurría, y con un apretón de párpados lo aseguraba. El martes
por la noche, tras susurrarle de nuevo eso, Paco Tomás concluye preguntándole:
“¿vale, campeón?”. A lo cual él soltó
un “¡vale!” impresionaba, pues apenas
se le oía. Prácticamente ha sido la última palabra que dijo.
El sábado 28 de enero de 2017 su
típica "carcajada" se ha convertido en eterna... La sensación es, sin
duda, agridulce, se merecía que prevaleciera la alegría que sólo puede venir
del Cielo. Como afirma el Salmo 59,
18, (que Chiara Lubich le dio como Palabra de vida personal, como lema para
toda su vida): «...y tocaré para Ti,
fuerza mía, porque Tú, oh Dios, eres mi alcázar»
Hola, Soy el Padre Netza de México, Dios me concedió el gran regalo de convivir con él. Gracias Paco Tomas por compartir este breve perfil, estoy seguro que el "completo perfil" de José Varas está en el Libro de la Vida, Dios que es Amor lo sabe...
ResponderEliminarMe confesé varias veces con él y fue sentir el amor de Jesús Redentor que me perdonaba mis fallos y el de Chiara madre que me acompañaba a seguir adelante.
ResponderEliminarMe confesé varias veces con él y fue sentir el amor de Jesús Redentor que me perdonaba mis pecados y el de Chiara madre que me acompañaba en mi camino.
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