lunes, 6 de febrero de 2017

IN MEMORIAM: JOSÉ VARAS

  José Varas Arroyo
Sacerdote focolarino

14 noviembre 1929
 †  28 enero 2017


Nació en Madrid el 14 de noviembre de 1929 en una sencilla familia obrera. De su niñez, cuenta él mismo:
los padres no nos llevaron a la escuela durante la guerra del 36  al 39 porque en Madrid, del lado republicano, la escuela era laica y nos podían quitar la fe: éramos cinco hermanos, todos pequeños. Ellos fueron padres y “maestros”. Ellos nos enseñaron a leer, a contar y a rezar; el rosario en octubre en familia, aunque mi padre lo rezaba cada día mientras se lavaba la cabeza a la vuelta del trabajo, -era obrero de la construcción-, y sus Avemarías se oían en el comedor con naturalidad”.
Cuando luego, ya anciano, veíamos su resistencia y fortaleza y su austeridad, (y no tirar ni las migas del pan), siempre sentenciaba:
yo soy niño de la guerra”.
Estudiando luego con los salesianos de Estrecho, recordaba como si fuera ayer el lugar de la calle en que hablando con un religioso a sus 11 añitos de edad sintió la llamada al sacerdocio y al curso siguiente entró en el Seminario de Madrid:
A los 11 años sentí la vocación al sacerdocio; sentí en lo íntimo de alma  que Dios me quería y me llamaba. Se manifestaba como Dios Amor; me sentí atraído como Santo Domingo Savio, cuya unión con Dios admiraba. Entrando en la iglesia la Nochebuena para la misa con mis padres se lo conté a mi profesor seglar, que me respondió: “qué bien”, dándome un beso en la frente”.

Fue ordenado sacerdote el 12 de junio de 1954 con unos 20 compañeros, de los que hasta hace pocos
años siempre ha sido el que los convocaba para juntarse al menos cada año en el aniversario, con un cuidado proverbial, con cariño materno, por cada uno a lo largo de los meses, sin olvidar a alguno secularizado.
Conoció la Obra de la Iglesia y hasta hace poco continuaba recibiendo los escritos de la Madre Trinidad.

Pero lo que determinó su vida y su ministerio fue el encuentro con la Obra de María, el movimiento de los focolares:
corría el año 1964. Llevaba yo 10 años de vida sacerdotal y los focolarinos vinieron a vivir en el territorio de la parroquia donde yo trabajaba, en “Santa Teresa y Santa Isabel”. Fui a conocerlos por orden del párroco y la vida en común del grupo, todo él juvenil, me sorprendió. Había alegría, sencillez, vida de familia. Aspiraban a la santidad juntos, cosa nueva para mí en jóvenes seglares: Jesús vivía entre ellos y lo amaban”.
         Con estos nuevos amigos, iba de sorpresa en sorpresa. Luego, cientos de veces habrá narrado la siguiente anécdota:
Me enseñaron a amar concretamente a Dios también en el prójimo. “Dios es Amor y el que ama está en Dios”. Llamé al focolar un día por teléfono y pregunté: “¿qué novedades hay por ahí?”. Y un joven, José María Murillo, me respondió: "¡Padre, cada momento es una novedad!". El Amor de Dios hace que “cada momento sea una novedad”.
Y José luego explicaba así el momento:
Yo desconocía prácticamente el amor  al prójimo, a todos, como voluntad de Dios que le es grata. El prójimo solo me ocupaba y me daba trabajo. El amor hace que todo sea una novedad sorprendente.”

José ha sido el primer sacerdote focolarino de
España. Él explica así su paulatino cambio:  “Yo hacía oración, pero desconectada del amor  al prójimo...: orar y amar no iban unidos. Vivir en el amor a Dios… y al prójimo me unificó la vida las veinticuatro horas. ¡Hasta los sellos había que pegarlos en el sobre de la carta con amor!
 Al mismo tiempo, al no experimentar la elección de Dios como único Bien, el día lo tenía yo como fraccionado: a Dios le daba sus horas; pero Él no estaba presente en mi vida de continuo.
Luego el Concilio… me aclaró que la unidad de vida en el sacerdote dependía del hecho de hacer la Voluntad de Dios y de amar  al prójimo siempre, el primero, a todos, o sea, la caridad pastoral. Ambas cosas, a partir de entonces, con la clarificación del Ideal unificaron mi vida que se hizo más del agrado de Dios hora a hora, momento por momento…”.
Conocer este Ideal de la unidad, el Ideal de Dios Amor viviendo en la tierra al estilo de la Trinidad, en seguida encontró en él también su expresión más típica: una espiritualidad comunitaria sobre todo, no simplemente personal:
Otro sacerdote, religioso sacramentino, Tomás Iturriaga, que trabajaba con los scouts, tuvo la misma experiencia; e igualmente un padre agustino, Manolo Morales. El mismo descubrimiento nos apiñó y la relación fraterna nos hizo experimentar que Jesús en medio de dos o más, reunidos en su nombre, era verdadera realidad también entre sacerdotes, entre religiosos de distintas familias, entre parroquias…”
Más de una vez recuerda que por aquella época
fue empezando a sonreír y a reírse con esa carcajada que sería un signo peculiar suyo el resto de la vida.
Participó en la Mariápolis de Ávila en 1966 y ese año y otros, también lo hicieron algunos seminaristas de Burgos, Gerona, Murcia, Sevilla… y entre todos empezaron una fraternidad que se ha mantenido y ha ido creciendo todos estos años.

Poco después, fue a un encuentro de sacerdotes en Rocca di Papa. Allí conoció a D. Silvano Cola, siempre referente en su vida, uno de los primeros sacerdotes focolarinos:
D. Silvano me aclaró: “aquí venimos a aprender a amar; a rezar ya nos enseñó el seminario”. Me abrió los ojos a la nueva dimensión de la fraternidad que yo no había experimentado antes: Jesús en medio era la gran novedad que yo entendí acompañando a Roma uno de esos días al sacerdote del Paraguay para una gestión en su embajada: gocé intensamente de la unidad y de la presencia de Jesús entre nosotros por vez primera...”.
Y más tarde hizo los 6 meses de la “escuela sacerdotal internacional” en Grottaferrata (Roma):
la vida en común con otros sacerdotes, que el Concilio aconsejaba.., la comprendí en la "escuela sacerdotal" donde hora a hora vivíamos en el amor recíproco con la iluminación de este Ideal...
Con Tomás Iturriaga saltó la oportunidad: pasó al clero diocesano y a los dos el obispo D. Casimiro nos quiso mandar juntos a una parroquia que se fundaba, para que así “tuviéramos a Jesús en medio”. Nada menos. Aterrizamos en San Blas, en parroquias cercanas: él en “S. Joaquín” y yo en “Virgen de la Candelaria”. Estuve un año y me
enviaron al seminario como director espiritual tres años. Volví a la Candelaria  y comenzó la vida en comunidad con Pedro Muñoz”.

Tras las parroquias en el gran San Blas, de 1982 a 1995 ejerció con gran responsabilidad como Vicario en la Vicaría II de la Archidiócesis:
Cuando me nombró Vicario Episcopal [el Cardenal] D. Ángel Suquía, le pregunté si podía seguir viviendo con otros sacerdotes del Movimiento. Su respuesta fue afirmativa sin rodeos.
Y continúa José narrando una anécdota de años después referida a aquel periodo, con esa típica inocencia y humildad suya, de niño evangélico: 
Y al presentarme un sacerdote amigo a otro en la residencia de San Pedro exclamó: “¿José Varas? ¡El Vicario que más ha querido a los curas!”. Casi me avergüenzo, pero en el fondo reconozco que el Ideal [de Chiara Lubich] me ha enseñado a amar a todos y lo he procurado hacer”.
Muchos somos testigos que a José lo quería todo el mundo, de una lado y de otro, sacerdotes o laicos,
de una posición alta o el pordiosero más miserable, de una ideología o de otra… Y seguramente lo querían porque él los había querido a todos.
Por aquella época también vivió con D. Francisco Pérez (actual Arzobispo de Pamplona) y con Manuel Bru (con este también los 9 años en S. Jorge).

Fue también muchos años Responsable de todos los sacerdotes focolarinos en España, llamándolos con frecuencia, yendo a visitarles, sobre todo a los enfermos y ancianos:
Me ha enriquecido ese quehacer. También me daba preocupaciones. Pero me ayudaba a vivir lo que dice San Pablo…: “Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mi la fuerza de Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. El contacto con los sacerdotes me ha
mantenido a mí como sacerdote. Pero era algo superior a mí. El amor a Jesús [Crucificado y]Abandonado era un recurso frecuente y escribí a Chiara [Lubich] pidiendo relevo. Ella me contestó y me animaba: que si yo hacía mi parte, Dios haría el resto; bastaba que yo hiciera lo posible. Y me dio una Palabra de Vida que me resolvió en seguida: “y tocaré para Ti, fuerza mía, porque Tú, oh Dios, eres mi alcázar”, del salmo 59. Esta Palabra la he tenido presente toda la vida. Me ha ayudado a hacer mi labor lo mejor que he podido: visitar grupos, presentar congresos parroquiales, ejercer mi responsabilidad de Vicario episcopal, hacer nombramientos de cargos… y a estar contento…”.
Al finalizar el periodo como Vicario, se le otorgó el título de Monseñor, de Prelado Doméstico de Su
Santidad el Papa. Él siempre lo valoró con gran veneración por el Santo Padre, pero una foto que todos recordamos de José con delantal en la cocina, en la casa parroquial de San Jorge, era la que lo definía auténticamente como siervo por amor.
En esa Parroquia pasó sus últimos casi 10 años en activo, pero la tarea no disminuyó, ¡al contrario!, cuando vino a Las Matas, a la casa “Cor Unum” el 9 de marzo de 2005, como iniciador junto con Paco Tomás de ese centro de espiritualidad de comunión para sacerdotes y seminaristas, y como “capellanes” de este Centro Mariápolis que nos alberga. Era el alma de aquella casa, dando calor de hogar, no sólo para los 4 que allí vivían, sino para cada sacerdote y seminarista que venía una temporada o andaba de paso, y para las decenas de personas que cada semana iban a visitar a un sacerdote u otro. Amén de sus
desplazamientos (incluso cuando la movilidad empezó a ser reducida) para visitar, (ya sin tantas prisas de regresar), a sacerdotes mayores de otras diócesis de toda España.
Cuando empezaba a hacérsele más evidente la espasticidad muscular y la enfermedad neurodegenerativa, escribió en 2011: “hay que llegar a ser contemplativos porque “el que ama está en Dios, porque Dios es amor”. Ahora que aprieta un poco más la debilidad, los pequeños dolores, el quedarse en el último lugar cuando los demás corren, Jesús [Crucificado y] Abandonado se asoma con mayor frecuencia y es y será el sostén de mi vida. Hasta ahora el Amor de Dios como Padre había predominado”.
Con férrea voluntad, cada mañana se levantaba él solo, se aseaba y desayunaba, aunque empleara 3 horas en total. Caminando con su andador, en el cual llevaba siempre su breviario. Pasando muchas horas
ante Jesús Eucaristía en la capillita de casa. Todo ese era su trabajar por el Reino de Dios en el simple quehacer diario. Era admirable su perseverancia y con alegría.
Cuando ya necesitó cuidados más especializados, fue a una Residencia, primero 2 meses en la parroquial de Torrelodones, y luego estos últimos 14 en la sacerdotal de Madrid. En ambas, directivos y residentes afirman que ha sido un don para cada uno, a pesar de que los músculos del habla ya no le funcionaban y apenas se le entendía al hablar.
En octubre, muy costosamente, le repetía a Paco Tomás: “estoy contento con la Voluntad de Dios. No puedo hacer lo que yo quisiera. Me voy pareciendo a Jesús en la cruz, me siento más hijo del Padre. Me
siento muy limitado, pero eso no me pone triste... No puedo hacer más ni con la lengua, ni con las piernas, ni con la escritura. .. Hago oración. Me quedaré sin facultades: normal... Para cada uno hay un plan de Dios. Estoy contento de saberme en manos de Dios”.

Su última semana la pasó en el Clínico. En nuestras visitas, le recordábamos que tenía que amar a Jesús Crucificado y Abandonado y le preguntábamos si le daba su "sí" como Esposo del alma; y con un movimiento de cabeza y un gesto, como que decía
"¡por supuesto; faltaría más!".
Y le preguntábamos si lo ofrecía por el "que todos sean uno" de Jesús, tal como querría Chiara Lubich, y por la semana de la unidad de los cristianos que en esos días transcurría, y con un apretón de párpados lo aseguraba. El martes por la noche, tras susurrarle de nuevo eso, Paco Tomás concluye preguntándole: “¿vale, campeón?”. A lo cual él soltó un “¡vale!” impresionaba, pues apenas se le oía. Prácticamente ha sido la última palabra que dijo.

El sábado 28 de enero de 2017 su típica "carcajada" se ha convertido en eterna... La sensación es, sin duda, agridulce, se merecía que prevaleciera la alegría que sólo puede venir del Cielo. Como afirma el Salmo 59, 18, (que Chiara Lubich le dio como Palabra de vida personal, como lema para toda su vida): «...y tocaré para Ti, fuerza mía, porque Tú, oh Dios, eres mi alcázar» 






3 comentarios:

  1. Hola, Soy el Padre Netza de México, Dios me concedió el gran regalo de convivir con él. Gracias Paco Tomas por compartir este breve perfil, estoy seguro que el "completo perfil" de José Varas está en el Libro de la Vida, Dios que es Amor lo sabe...

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  2. Me confesé varias veces con él y fue sentir el amor de Jesús Redentor que me perdonaba mis fallos y el de Chiara madre que me acompañaba a seguir adelante.

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  3. Me confesé varias veces con él y fue sentir el amor de Jesús Redentor que me perdonaba mis pecados y el de Chiara madre que me acompañaba en mi camino.

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