VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de NOVIEMBRE
Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la vida diaria la Palabra de vida de noviembre, («Todo lo puedo en Aquel que me conforta», Flp 4, 13) y la de octubre («Perdona
a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados»,
Si 28, 2):
1.- Para lo
que te cuento ahora me ha venido muy bien la Palabra de Vida, tanto de octubre
(“…perdonar…”), como la de noviembre
(“todo lo puedo en Aquel que me conforta”).
¡Ambas a la vez! Y como premisa antes de leer, si te viene la tentación de que
se “encienda la sangre”, ya sabes: no juzgar a nada ni a nadie, no prejuzgar,
perdonar… misericordia.
A primeros de mes, sin avisos previos, una carta: ¡han
embargado la cuenta bancaria de José! No entiendo los términos, pero aparece el
nombre de una persona que en el pasado trabajó con nosotros entre otras cosas
cuidándolo a él. Esos días eran los de más ocupaciones y no tengo tiempo ni de
pensar: ¡y hay que sacarlo de donde sea para intentar poner remedio! Aparto de
mi mente “juicios” que me quieren venir hacia esa persona y hacia las instituciones
emisoras del comunicado.
Le pregunto a una catequista que tiene una gestoría y después de
averiguaciones y viajes a Madrid, logra averiguar algo: aquella persona, varios
años atrás había tenido muchas y cuantiosas multas impagadas, con lo cual el
Ayuntamiento de Madrid, se enteró en febrero del año pasado que trabajaba para
José (a esa persona la teníamos bien contratada, con la seguridad social, etc.,
etc.) y para cobrarse, le embarga la cuenta al pobre José (que tiene ahí
escasamente su pensión, con la cual ahora paga la Residencia de sacerdotes
mayores donde está desde hace justo un año ya).
Estando yo con Pedro, otro sacerdote de nuestro focolar,
de pronto le llega de la entidad bancaria un aviso de cobro en su cuenta del
coste de la Residencia de José: ahí me vino tentación de prejuicio hacia ese
banco. Una cantidad que le podía dejar “temblando” sus escasos ahorros. Yo
pensé, que como él es titular también de la cuenta de José, (yo solo soy “firma
autorizada”; es más, no tengo ninguna cuenta personal), se lo cobraban a él. Esto
último fue solo una falsa alarma: por primera vez en los 20 ó 30 años que
tienen conjunta la cuenta, se les ocurre mandarle aviso también a él, ¡y
precisamente en esos días! Menos mal que traté de evitar prejuicios.
Al final, busqué papeles y documentos (un verdadero jaleo
habiendo tenido el traslado por medio este verano) y la catequista elaboró un
recurso con el cual creo que todo se solucionará.
2.- Algunos
días se junta mucha tarea entre parroquia, hospital, personas que quieren
consultar o confesar y, ocasionalmente, Centro Mariápolis. Días antes de uno de
los fines de semana que me quedaba solo, hablando por teléfono con un sacerdote
de mi focolar, yo le expresaba mi inquietud. Y me contesta: “¿pero no nos has contando tantas veces que el
Señor “lleva tu agenda” y todo te lo organiza bien “ni un minuto antes, pero
tampoco uno después”, como sueles decir?”. Era verdad: ¡cuántas! Y hubiera
caído en la cuenta horas después. Pero hasta el Señor me ponía a este hermano
que me lo recordara antes.
Cuando días después se presentó ocasión similar, con el agravante de
varias llamadas al móvil 24 h de atención del hospital, (¡hubiera tenido yo que
estar en varias cosas a la vez!): “Todo
lo puedo en Aquel que me conforta”. Estuve tranquilo y, ¡efectivamente!,
cada cosa se iba reajustando y pude atender bien a todo el mundo en unos sitios
y otros.
“Sí…, ¿por…?”, balbuceo sin
salir de mi asombro.
“Le oí mencionarla en una homilía
en la parroquia. Yo fui monja hace años y nos predicaba un sacerdote que
hablaba muy bien y nos contaba sobre ella”.
“¿Ah, sí? ¿Y de qué orden
eras?".
Al decírmelo ella, me llené de alegría y añado: “pues… fíjate que a lo mejor incluso era yo mismo, pues esa congregación
antes me llamaba muy a menudo en los distintos sitios para que fuera a darles
retiros”.
Total que… hablando, hablando… ¡sí que era yo! Y añade ella: “ya decía yo que su cara me quería sonar
cuando lo veía en la parroquia; después de aquello, la Madre Maestra de novicias,
nos leía todos los meses la Palabra de Vida a todas y nos invitaba a ponerla en
práctica. Después busqué cómo seguir recibiendo esas hojas, pero no lo logré”.
“Pues déjame tu correo y ahora, después de 22 años, te la mando yo”,
concluí.
Salí con el corazón lleno de gozo de ver lo que Dios trabaja y graba en
el corazón de las personas valiéndose de pequeñeces.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de noviembre, («Todo lo puedo en Aquel que me conforta», Flp 4, 13), la de octubre («Perdona
a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo pidas, te serán perdonados tus pecados»,
Si 28, 2) y la de septiembre («Todo
es vuestro; y vosotros de Cristo y Cristo de Dios», 1 Co 3, 22-23):
1.-
“…Dios te
pague, Paco por tu fidelidad con Dios y con los hermanos. Siento lo que dices
de tu madre y rezo por lo mejor.
Mi vida de
jubilada no tiene horarios que te obligan... Pero hay servicios y actitudes que
ponen el amor en movimiento: desde que empiezo el día quiero servir con amor y
se me presentan infinidad de ocasiones tanto dentro como fuera de casa.
Si voy a la
cocina y observo que faltan cucharillas del café, friego para que se las
encuentren o los vasos o poner otro cartón de leche…
Al ir a misa
me encuentro gente a la ida y vuelta y me propongo saludar con amabilidad y
alegría... Y la gente responde. No manifiesto prisa y acompaño a una persona
que lo necesita o escucho a otra...
En el
WhatsApp contesto siempre a las personas que considero más débiles o necesitadas
con palabras de aliento... O llamo por teléfono para interesarme por la
salud... Y prometo rezar y lo hago por muchas intenciones.
Experimento
que, cuando he dado de mi tiempo, Dios me suple en otras cosas que pensaba
hacer y no he podido. Pensaba en la canción del Gen Rosso que decía 'todo es un juego de amor... '. ¡Qué gozo
pensar que tengo oportunidad de amar y servir a muchos hermanos…! ”
2.- “…estos días he tenido una experiencia curiosa: estaba desanimada; mucho,
la verdad: de esas situaciones en las que uno nota que toca fondo y la primera
reacción que tiene es abandonar, querer dejarlo todo.
Sin embargo, aunque era tentador, no quería dejarme
vencer por el desánimo, así que me propuse hacer justo lo contrario: si no
tenía ganas de rezar, en vez de dejarlo, rezar el doble. Si no me apetecía
leer, poner más atención en lo que leía, aunque sintiera que nada de lo leído
me aportaba nada. Si me costaba centrarme en el trabajo, trabajar aún más. Si
no tenía ganas, ni estaba motivada a pensar en el adviento, hacerlo igualmente.
No, nada de lo que, hasta ahora hacía con ilusión me
apetecía en esos momentos. Lo veía todo lejano y ajeno a mí.
Sin embargo, hoy al levantarme, tenía la sensación de
que entre todas esas cenizas una llamita surgía. Débil, ciertamente, pero daba
la suficiente luz como para recobrar el ánimo y la ilusión …”
3.- “… soy ciega. Profesora de adultos
que pierden la vista a partir de los 18 años; les enseño a leer y escribir en
braille y a muchas cosas útiles cotidianas, por ejemplo, a jugar a las cartas,
a hacer sudokus, si es que jugaban y creen que por no ver ya no podrán jamás.
Su satisfacción es tal que vuelven un poco a vivir. Me encuentro a estas
personas en el peor momento de su vida. Casi inmediatamente, cuando no se han
liberado del miedo, de los prejuicios y del "no puedo”, les digo que la
trampa más grande que tiene la calle es quedarse en casa y, que lo peor de la
ceguera no es en sí la pérdida de visión, sino la dependencia que conlleva, por
eso mi afán en hacerles lo menos dependientes que puedan. Y les enseño todo lo
que sé y creo que les ayuda. Yo soy ciega desde los 7 años. Mis recuerdos son
los de un niño, pero tengo muchos muy claros: el cielo, su color, el sol, la
luna, el mar, las piedras, las hormigas, mis pinturas y la M de: María de los
Ángeles, ¡tan elegante! También recuerdo los colores de la bandera española,
que presidía la clase.
…uno de mis alumnos que hoy
tiene 91 años… vino a mi clase hace 5 años, … con todo el interés de un hombre
inteligente que ha de seguir adelante. A todo su interés por aprender, se unió
el mío para enseñarle todo lo que yo creo que debe saber del braille… aprendió
rápidamente: se desmonta con él, el mito de que las personas mayores no pueden
aprender... Pero este hombre traía una historia. Desde hace 21 años, cuida a su
mujer que está totalmente impedida en una cama: no habla, no parece que reciba
las caricias y los mimos, aunque él no deja de hacérselas. Por un ictus, perdió
toda capacidad de comunicación. Él la lava, le da de comer, le pone al aire
para que se le curen las escaras y habla, habla mucho con ella. Le pone música
y por la noche, sí, cada noche la cambia de postura, habla con ella. Su mimo,
su entrega, su tono de voz, es algo que no puedo transmitir. Me emociona y me
hace creer en la bondad y el amor. Dice: "que no muera yo antes que ella”… Tiene un aspecto magnífico: siempre
limpia, con una piel sana y tersa a sus 90 años. Si algo hay que represente el
amor, la entrega y la generosidad, reside en este hombre…”
Si quieres leer más
experiencias similares,
de gente de todo el mundo,
N.B.: tú también
puedes compartir las experiencias
que, por gracia de
Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica
el Evangelio;
“pincha” aquí abajo en
“comentarios” y escríbela;
o, dado que en algunos
navegadores eso no funciona,