DAR
VALOR A LO QUE NOS UNE
El amor de Dios y por Dios, que Chiara
Lubich contempla en sus varios aspectos, es tan irresistible, que presenta algunas
características parecidas al amor humano, así que, quien ha experimentado la
fuerza impetuosa del enamoramiento, la alegría siempre atormentada de la unión
con el otro, la medida del amor de que es capaz nuestro corazón, logra todavía
comprender mejor las propuestas de la autora, factibles día tras día en su singularidad.
Porque Chiara ha elegido a Dios como único Esposo de su alma, e invita a los
destinatarios de sus escritos a hacer otro tanto.
APOYAR
TODO EN DIOS
Nuestro equilibrio no es únicamente quietud,
ni sólo movimiento, ni la mezcla de ambos. Se puede comparar con una cuerda
tensa y de la cual tiran por ambos lados dos fuerzas iguales. Si uno por
impaciencia descuida la presencia de Dios dentro de su alma, su vida –aunque
muestre caridad fraterna– es una caridad frívola, ligera, superficial y
peligrosa, porque no se asienta sobre la Roca: no es, pues, caridad. Esta alma
se muestra como una peonza. Por
otro lado, si una persona está replegada en sí
misma, sin el amor, está muerta.
El alma que tiene el verdadero amor es como
María, la Madre del cielo, totalmente poseída por su Dios, sólo por Dios, a
Quien encontró en Ella en el recogimiento de su vida antes de la anunciación,
en la voluntad de Dios que le manifestó el ángel, en el niño Jesús, en la Cruz,
en san Juan, en la llamada de lo alto en la Asunción. Dios lo es todo para
ella, porque poseyó su alma con la paciencia.
CENTRO CHIARA LUBICH, Equilibrio divino
LA
OSCURIDAD DEL OTRO ES MÍA
[...] cuando sentía la oscuridad dentro de mí, me
dije: “Pero ésta es Jesús abandonado,
porque tampoco Él veía nada, porque gritó”. Entonces, contenta, tomaba esta
oscuridad y la ofrecía a Jesús.
O bien sentí el peso de mi humanidad o, (también
alguna de vosotras me ha dicho “me siento
indiferente”), el peso de la misma indiferencia; “antes me entusiasmaba el ideal, ahora…”. Y Jesús allí era
árido; Él,
que era Dios, dice: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?”.
Así he visto a Jesús abandonado en los otros, en los huérfanos: también Jesús
abandonado se quedó huérfano, porque perdió al Padre. Lo he visto en las
viudas, lo he visto en todos los dolores de la humanidad, porque Jesús
abandonado sobre la cruz también tenía llagas, tenía fiebre, tenía todos los
dolores, y también tuvo este..., este dolor espiritual.
También lo he visto en los pecadores, porque
son como desconsagrados, ya no tienen dentro a Dios. Jesús no era pecador,
Jesús era santo, era Dios, pero ha probado el dolor de los pecadores que se
sienten alejados de Dios...
CHIARA
LUBICH, Al Congresso dirigenti gen femminile,
Rocca di Papa, 12 aprile 1968
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