martes, 16 de febrero de 2016

CORAZÓN DE MADRE PARA CON TODOS

VIDA DE LA PALABRA                         primeras semanas de febrero

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la vida diaria la Palabra de febrero («Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo», Is 66, 13) y la de enero  («Llamados a anunciar las proezas del Señor”», cf. 1 2, 9):
1.-        He estado de pruebas médicas. Muchos amigos y amigas, como hermanos, se habían ofrecido (e insistido) para ayudarme y acompañarme (o incluso para que me fuera a su casa): me he sentido verdaderamente mimado por Dios a través de ellos. Luego, naturalmente, no podían ser todos, (¡y me lo agradecían como si el favor se lo hiciera yo a ellos!).
Para la entrevista con el anestesista la semana previa, un matrimonio me llevó (y trajo) para que no perdiera mucho tiempo de  trabajo. Otro matrimonio se ofreció a prepararme y traerme comidas de los 2 días previos de dieta especial: el primer día, además, se quedaron a comer conmigo. El día anterior, también con dieta fui invitado a una casa. Momentos, además, sencillos y verdaderamente fraternales con unos y otros. Luego, las focolarinas me prepararon un sustancioso caldo para el día de la víspera, en la que ya todo
lo que yo ingiriese tendría que ser sólo líquido.
El día de la prueba ese matrimonio me recogieron, llevaron y acompañaron todo el tiempo, y después me volvieron a llevar a casa.
Mi madre, conforme le iba yo contando estas cosas, en voz alta alababa a Dios y lo bendecía recordando: “¿lo ves…?; ‘…quien deje padre, madre… encontrará 100 veces más hermanos, hermanas, madres…’; que sea todo para gloria de Dios”.

2.-        El día previo a las pruebas, (durante todo el cual yo solo podía ingerir líquidos), se estropeó el frigorífico de casa (y por lo visto llevaba así desde la tarde anterior, con riesgo, por tanto, de que se deterioraran los alimentos y los congelados); llamada perdida de José a las 5 de la madrugada, de la cual solo me percaté horas después: ¡resultó que se había caído y llevaría quizá varias horas en
el suelo allí en la Residencia!
            Me vino todo tipo de tentaciones de agobio cuando a primera hora de la tarde, por un lado me confirman que el frigorífico no tiene arreglo y, sobre todo, por otro lado, que, al no ceder las molestias de José, lo llevaron al Clínico: fractura del fémur, (¡si lo ingresaban…, a ver quién lo acompaña en el hospital…!; y yo en ayunas y al día siguiente las pruebas). Para colmo, me vino una especie de sensación muy rara: la vista me fallaba, veía las cosas como gelatinosas y muy luminosas, (no era mareo; en 20 minutos se me pasó). Recordando las experiencias de esos días y el consuelo de Dios como madre… me quedé tranquilo de todo eso y seguí haciendo lo previsto.
            Me dice el focolarino casado que había revisado el frigorífico: “como tú no vas a pedir providencia, ¿me dejas que lo haga yo?”. Y al instante lanza en un grupo de whatsApp la necesidad. Cuatro horas después había un frigorífico (de segunda mano) en casa: alguien buscó en una aplicación que, por lo visto, ofrece cosas usadas, (según los barrios), otro ofreció una pequeña cantidad que le había llegado inesperadamente, él fue a recogerlo, traerlo e instalarlo.
            Y al acabar esto, cuando llamé para preguntar por José, me dicen que no lo van a operar, por tanto que lo devuelven a la Residencia para que esté 9 días tumbado con reposo absoluto para ver si el hueso “suelda” por sí solo.
            ¡Ambas cosas solucionadas! Y esta vez no me había puesto nervioso.
Fui a la Capilla con lagrimillas de emoción y agradecimiento, (por sentir que, como una madre, Dios, como siempre, también se estaba ocupando de todo lo que me sobrepasaba) y di un beso al Sagrario.
Pero también cuando parece que no se solucionan cosas, también en ese montón de “frentes” abiertos, está el
Amor de Dios con entrañas de misericordia cuidándome como una madre. José, en mi penúltima visita, afirmaba: “estoy contento; el Amor de Dios llega continuamente a través de cada persona, de todas las personas; a través de los que me cuidan, a través de vosotros”. ¡Yo también lo corroboro! 
[(Aquí puedes leer la experiencia de la operación de José contada por él mismo hace unos años cuando se rompió la cadera)].

3.-        Este fin de semana venían 6 a dormir a Casa. Traté de que todo estuviera bien dispuesto. Llevo ya 2 meses solo (y esos días con la dieta de las pruebas) y un focolarino se ofreció la víspera a ayudarme a limpiar y dar un repaso a todo.
            Luego, los huéspedes se percataron que tenía mi ropa en el tendedero: “sí, pero llevo dos días que apenas paro en casa poco más que para dormir”. Así que, uno, al día siguiente me recogió y dobló la ropa, además de planchar las camisas.           

4.-        Todos estos detalles en los que yo vislumbraba la mano de Dios que con corazón de madre se ocupaba de mí, me ha hecho estar todavía más atento estas semanas a cada persona, para ser yo también con respecto a cada uno, transparencia de ese consuelo y atención que Dios le brinda, y más todavía al impartir el sacramento de la confesión. Particularmente bonito todo ello con las muchas de las 330 personas que todo este fin de semana han desarrollado su encuentro en el Centro Mariápolis y han entrado a confesarse. En muchos se percibía una verdadera Gracia.


Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de febrero  («Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo», Is 66, 13),  la de enero («Llamados a anunciar las proezas del Señor”», cf. 1 2, 9) y  la de diciembre («Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos», Mc 1, 3):
1.-        “sentirse uno desvalido ante el deterioro de la salud, según vamos teniendo años salen cosas, y tenemos que ir a los médicos…: esto deprime el cuerpo y el espíritu... entiendo mucho a los enfermos que están en los hospitales…, …soledad, la desesperanza, el vacío. Las personas que no tienen fe… ¡lo difícil que será aguantar esto...! Entiendo en su totalidad el dolor del otro, me entristece lo que está sufriendo y rezo profundamente… incluso puedo llorar aunque no los conozca...
El otro día yendo hacer una prueba médica a la clínica… (un hospital muy acogedor porque la imagen de la Virgen y Cristo están en todas las habitaciones), fui a la Capilla a rezar por todas las personas que estaban sufriendo (casi nunca hay alguien en la Capilla de estos sitios: Jesús está tan solo… y esperando...).
En cada hospital que voy, siempre paso a rezar por todos los que están allí, me entra mucha compasión. Uno solo puede entender al otro en su totalidad cuando está pasando lo mismo, en ese momento te hermanas con él y lo entiendes y le amas. Me ha llegado al corazón la palabra de Chiara Lubich que recoge la PdV: "AMO A TODO SER ENFERMO Y SOLO"; esta frase podría resonar como un mantra en nuestro corazón y puede ser curativa para todos nosotros.  "SEÑOR DAME A TODOS LOS QUE ESTAN SOLOS". Gracias por todo

2.-        “¡Hola Paco!: No sé ni por dónde empezar… ¡porque te tengo en mente desde hace años! ¡Y de hoy no pasa el contestarte! Lo primero, agradecerte tus felicitaciones cada año por mi cumpleaños y santo...: ya te digo q siempre las veo y pienso "luego le escribo en condiciones" y ya sabes…al final, el día a día te absorbe…
Leo tus correos de la Palabra y me animan mucho...
Te resumo, así rápido, q hace 3 años me casé, luego tuve un hijito precioso…; y el año pasado (casualmente el día de mi cumpleaños) me diagnosticaron un cáncer de hueso, en la boca: ha sido un año difícil, pero he sentido la mano de Dios en cada momento, en la cirugía, en la recuperación (q fue milagrosa), y ahora en la adaptación a la vida después del cáncer (tengo alguna secuela, como la pérdida del ojo derecho), pero nada más allá del tema físico; ¡así q voy para adelante, con la ayuda de Dios y de mis seres queridos que me lo han puesto todo taaan fácil! Me siento una privilegiada, no te digo más...
También decirte que sentí mucho lo de tu padre y pedí por vosotros esos días... Te mando un fuerte abrazo y estoy feliz de haber sido capaz de responderte.

3.-        “…sufriendo por mi hijo, porque todavía no han acabado los problemas; estos días de tanto dolor interior me he encontrado más unida al Señor, pero me daba rabia que tenga que ser a través del sufrimiento como uno se acerque más a Dios. También meditaba que es así como el Señor consigue sacar el bien de donde existe el mal, el dolor. Este viernes mi hijo tiene una reunión decisiva… te pido por favor que nuevamente lo tengas presente cuando celebres la Eucaristía y en tu oración. Te agradezco mucho tu ayuda espiritual. Gracias. Cuando he leído la frase de la PdV me he sentido identificada con ella, porque así me he sentido cuando el dolor me agobiaba: acompañada de la ternura de Jesús

4.-        “…el lunes pasado tenía bastantes cosas que hacer en casa. Después de comer en la de mis padres, que son mayores, me di cuenta de que estaban un poco deprimidos, y que en concreto mi padre llevaba bastante tiempo sin salir a la calle por un problema que arrastra de movilidad, y por el frío. Como hacía buena tarde, me di media vuelta, me planté en casa de mis padres, y conseguí sacar a mi padre de paseo. Dimos un pequeño paseo y, como vi que le hacía ilusión, dimos una pequeña vuelta en coche. Ese ratito pasado juntos me desbarató los planes que tenía para esa tarde, pero mi padre había recuperado la alegría. Y no sólo él, sino los otros familiares con los que convive. Al día siguiente, fueron ellos los que se pusieron de acuerdo para dar el paseo juntos



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