VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de febrero
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la vida diaria la Palabra
de febrero («Como a un niño a quien su madre
consuela, así os consolaré Yo», Is
66, 13) y la de enero («Llamados a anunciar las proezas del Señor”», cf. 1 P 2, 9):
1.- He estado de
pruebas médicas. Muchos amigos y amigas, como hermanos, se habían ofrecido (e
insistido) para ayudarme y acompañarme (o incluso para que me fuera a su casa):
me he sentido verdaderamente mimado por Dios a través de ellos. Luego,
naturalmente, no podían ser todos, (¡y me lo agradecían como si el favor se lo
hiciera yo a ellos!).
Para
la entrevista con el anestesista la semana previa, un matrimonio me llevó (y
trajo) para que no perdiera mucho tiempo de
trabajo. Otro matrimonio se ofreció a prepararme y traerme comidas de
los 2 días previos de dieta especial: el primer día, además, se quedaron a
comer conmigo. El día anterior, también con dieta fui invitado a una casa.
Momentos, además, sencillos y verdaderamente fraternales con unos y otros. Luego,
las focolarinas me prepararon un sustancioso caldo para el día de la víspera,
en la que ya todo
lo que yo ingiriese tendría que ser sólo líquido.
El
día de la prueba ese matrimonio me recogieron, llevaron y acompañaron todo el
tiempo, y después me volvieron a llevar a casa.
Mi
madre, conforme le iba yo contando estas cosas, en voz alta alababa a Dios y lo
bendecía recordando: “¿lo ves…?; ‘…quien
deje padre, madre… encontrará 100 veces más hermanos, hermanas, madres…’; que
sea todo para gloria de Dios”.
2.- El día previo a
las pruebas, (durante todo el cual yo solo podía ingerir líquidos), se estropeó
el frigorífico de casa (y por lo visto llevaba así desde la tarde anterior, con
riesgo, por tanto, de que se deterioraran los alimentos y los congelados);
llamada perdida de José a las 5 de la madrugada, de la cual solo me percaté horas
después: ¡resultó que se había caído y llevaría quizá varias horas en
el suelo
allí en la Residencia!
Me vino todo tipo de tentaciones de agobio cuando a
primera hora de la tarde, por un lado me confirman que el frigorífico no tiene
arreglo y, sobre todo, por otro lado, que, al no ceder las molestias de José,
lo llevaron al Clínico: fractura del fémur, (¡si lo ingresaban…, a ver quién lo
acompaña en el hospital…!; y yo en ayunas y al día siguiente las pruebas). Para
colmo, me vino una especie de sensación muy rara: la vista me fallaba, veía las
cosas como gelatinosas y muy luminosas, (no era mareo; en 20 minutos se me pasó).
Recordando las experiencias de esos días y el consuelo de Dios como madre… me
quedé tranquilo de todo eso y seguí haciendo lo previsto.
Me dice el focolarino casado que había revisado el
frigorífico: “como tú no vas a
pedir providencia, ¿me dejas que lo haga yo?”. Y al instante lanza en un
grupo de whatsApp la necesidad. Cuatro horas después había un frigorífico (de
segunda mano) en casa: alguien buscó en una aplicación que, por lo visto,
ofrece cosas usadas, (según los barrios), otro ofreció una pequeña cantidad que
le había llegado inesperadamente, él fue a recogerlo, traerlo e instalarlo.
Y al acabar esto, cuando llamé para preguntar por José,
me dicen que no lo van a operar, por tanto que lo devuelven a la Residencia
para que esté 9 días tumbado con reposo absoluto para ver si el hueso “suelda”
por sí solo.
¡Ambas cosas solucionadas! Y esta vez no me había puesto
nervioso.
Fui
a la Capilla con lagrimillas de emoción y agradecimiento, (por sentir que, como
una madre, Dios, como siempre, también se estaba ocupando de todo lo que me
sobrepasaba) y di un beso al Sagrario.
Pero
también cuando parece que no se solucionan cosas, también en ese montón de “frentes”
abiertos, está el
Amor de Dios con entrañas de misericordia cuidándome como una
madre. José, en mi penúltima visita, afirmaba: “estoy contento; el Amor de Dios llega continuamente a través de cada persona,
de todas las personas; a través de los que me cuidan, a través de vosotros”.
¡Yo también lo corroboro! [(Aquí puedes leer la experiencia de la operación de José contada por él mismo hace unos años cuando se rompió la cadera)].
3.- Este fin de
semana venían 6 a dormir a Casa. Traté de que todo estuviera bien dispuesto. Llevo ya 2
meses solo (y esos días con la dieta de las pruebas) y un focolarino se ofreció
la víspera a ayudarme a limpiar y dar un repaso a todo.
Luego, los huéspedes se percataron que tenía mi ropa en
el tendedero: “sí, pero llevo dos días
que apenas paro en casa poco más que para dormir”. Así que, uno, al día
siguiente me recogió y dobló la ropa, además de planchar las camisas.
4.- Todos estos
detalles en los que yo vislumbraba la mano de Dios que con corazón de madre se
ocupaba de mí, me ha hecho estar todavía más atento estas semanas a cada
persona, para ser yo también con respecto a cada uno, transparencia de ese
consuelo y atención que Dios le brinda, y más todavía al impartir el sacramento
de la confesión. Particularmente bonito todo ello con las muchas de las 330
personas que todo este fin de semana han desarrollado su encuentro en el Centro Mariápolis y han entrado a confesarse. En muchos se percibía una verdadera
Gracia.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de febrero («Como
a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo», Is 66, 13), la de enero («Llamados a anunciar las proezas del Señor”», cf. 1 P 2, 9) y la de diciembre («Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos», Mc 1, 3):
1.-
“…sentirse uno desvalido ante el
deterioro de la salud, según vamos teniendo años salen cosas, y tenemos que ir
a los médicos…: esto deprime el cuerpo y el espíritu... entiendo mucho a los
enfermos que están en los hospitales…, …soledad, la desesperanza, el vacío. Las
personas que no tienen fe… ¡lo difícil que será aguantar esto...! Entiendo en
su totalidad el dolor del otro, me entristece lo que está sufriendo y rezo
profundamente… incluso puedo llorar aunque no los conozca...
El otro día yendo hacer una
prueba médica a la clínica… (un hospital muy acogedor porque la imagen de
la Virgen y Cristo están en todas las habitaciones), fui a la Capilla a rezar
por todas las personas que estaban sufriendo (casi nunca hay alguien en la
Capilla de estos sitios: Jesús está tan solo… y esperando...).
En cada hospital que voy, siempre
paso a rezar por todos los que están allí, me entra mucha compasión. Uno
solo puede entender al otro en su totalidad cuando está pasando lo mismo, en
ese momento te hermanas con él y lo entiendes y le amas. Me ha llegado al
corazón la palabra de Chiara Lubich que recoge la PdV: "AMO A TODO SER
ENFERMO Y SOLO"; esta frase podría resonar como un mantra en nuestro
corazón y puede ser curativa para todos nosotros. "SEÑOR DAME A
TODOS LOS QUE ESTAN SOLOS". Gracias por todo…”
2.-
“¡Hola Paco!: No sé ni por dónde empezar… ¡porque te tengo en mente desde
hace años! ¡Y de hoy no pasa el contestarte! Lo primero, agradecerte tus
felicitaciones cada año por mi cumpleaños y santo...: ya te digo q siempre las
veo y pienso "luego le escribo en
condiciones" y ya sabes…al final, el día a día te absorbe…
Leo tus correos de
la Palabra y me animan mucho...
Te resumo, así
rápido, q hace 3 años me casé, luego tuve un hijito precioso…; y el año pasado
(casualmente el día de mi cumpleaños) me diagnosticaron un cáncer de hueso, en
la boca: ha sido un año difícil, pero he sentido la mano de Dios en cada
momento, en la cirugía, en la recuperación (q fue milagrosa), y ahora en la
adaptación a la vida después del cáncer (tengo alguna secuela, como la pérdida
del ojo derecho), pero nada más allá del tema físico; ¡así q voy para adelante,
con la ayuda de Dios y de mis seres queridos que me lo han puesto todo taaan
fácil! Me siento una privilegiada, no te digo más...
También decirte que
sentí mucho lo de tu padre y pedí por vosotros esos días... Te mando un fuerte
abrazo y estoy feliz de haber sido capaz de responderte”.
3.-
“…sufriendo
por mi hijo, porque todavía no han acabado los problemas; estos días de tanto
dolor interior me he encontrado más unida al Señor, pero me daba rabia que
tenga que ser a través del sufrimiento como uno se acerque más a Dios. También
meditaba que es así como el Señor consigue sacar el bien de donde existe el
mal, el dolor. Este viernes mi hijo tiene una reunión decisiva… te pido por
favor que nuevamente lo tengas presente cuando celebres la Eucaristía y en tu
oración. Te agradezco mucho tu ayuda espiritual. Gracias. Cuando he leído la
frase de la PdV me he sentido identificada con ella, porque así me he sentido
cuando el dolor me agobiaba: acompañada de la ternura de Jesús…”
4.- “…el lunes pasado tenía bastantes cosas que
hacer en casa. Después de comer en la de mis padres, que son mayores, me di
cuenta de que estaban un poco deprimidos, y que en concreto mi padre llevaba
bastante tiempo sin salir a la calle por un problema que arrastra de movilidad,
y por el frío. Como hacía buena tarde, me di media vuelta, me planté en casa de
mis padres, y conseguí sacar a mi padre de paseo. Dimos un pequeño paseo y,
como vi que le hacía ilusión, dimos una pequeña vuelta en coche. Ese ratito
pasado juntos me desbarató los planes que tenía para esa tarde, pero mi padre
había recuperado la alegría. Y no sólo él, sino los otros familiares con los
que convive. Al día siguiente, fueron ellos los que se pusieron de acuerdo para
dar el paseo juntos…”
Si quieres leer más experiencias
similares,
de gente de todo el mundo,
N.B.: tú también
puedes compartir las experiencias
que, por gracia de
Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica
el Evangelio;
“pincha” aquí abajo en
“comentarios” y escríbela;
o, dado que en algunos
navegadores eso no funciona,
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