Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de practicar “en tu Palabra, echaré las redes”:
1.- La PdV del mes me ha ayudado
mucho. Ejemplos concretos:
La semana pasada y esta, cuando
sonaba el despertador, era cuando mejor y más profundamente estaba durmiendo;
así que, saludo al Señor, y recordando la PdV , le digo: “patada a la sábana es el modo de
echar las redes, así que… ¡en tu Palabra…!, y sin remolonear”. ¡Y empezaba con
alegría verdadera la jornada!
Estos dos meses y medio he
tratado de “vencerme” en varias cosillas. Y, gracias a Dios, muy bien. Estos
días, en cambio, me venía la tentación de “flojear”, el cansancio... Pero, de
nuevo, el recordar la PdV
me ha hecho tratar de no perder altura en el vuelo. Me encuentro contento y en
paz, ¡y sabiendo que no me puedo fiar de mí mismo, sino de Él!
2.- Me cuesta horrores pedir un
favor, (por no molestar, no ser una carga, no interrumpir…; ¿o será orgullo
solapado o soberbia…?).
En casa necesitábamos
mover y colocar una cosa, pero no bastamos los 4, (mejor dicho, los 3, pues
José… con los 83 que cumple dentro de unos días…).
En un encuentro en el
Centro Mariápolis, en un descanso pensé invitar a tomar café a un grupito de
jóvenes que ya estuvieron de visita en casa durante Semana Santa. Me acordé
entonces de ese favor. Me daba “corte” que fuera un “café interesado”. Pero…
“echar las redes” medio en broma, medio… y estaban más que dispuestos; de
hecho, llamaron a otros y en total vinieron unos 10. Fueron muy, muy bonitos
los minutillos de colaboración, (ponernos de acuerdo, dar ideas de cómo
realizarlo, etc.): trabajo hecho en unidad y con alegría; y más aún el ratito
de “familia” luego tomando el café en la galería de nuestra casa, y la vuelta
caminando juntos al Centro. Estábamos todos, ciertamente, felices de ese ratito
de comunión en ambas cosas.
Luego (y al día siguiente)
se confesaron varios, (que siempre les cuesta a los jóvenes, aunque después
salen radiantes). ¿Fruto de la confianza de sentirnos hermanos, útiles?
3.- El otro jueves, (con mucha
prisa tras visitar a un recién nacido y para llegar a tiempo a las confesiones
y celebrar la Misa
en el Centro Mariápolis), fui a hacer la compra semanal en un gran supermercado.
De pronto me para una
señora a la que había visto muchas mañanas al subir al tren, pero a la que
hasta ahora sólo había dicho varios “buenos días” desde lejos. Tengo poco
tiempo, y bastante que comprar (¡para una semana!): ¿me paro a charlar o sigo…?
“En tu Palabra, echaré las redes”: creo que es lo que quería Jesús. Dejo las
bolsas, me presento, charlamos… Fue un rato bonito y creció enseguida una
cierta confianza. ¡Me alegré mucho! ¡Y es relativamente vecina de casa!
¡Ah!, y llegué a tiempo
luego a cada cosa.
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