domingo, 4 de noviembre de 2012

VIDA DE LA PALABRA DE OCTUBRE


Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de practicar “en tu Palabra, echaré las redes”:
1.-       La PdV del mes me ha ayudado mucho. Ejemplos concretos:
La semana pasada y esta, cuando sonaba el despertador, era cuando mejor y más profundamente estaba durmiendo; así que, saludo al Señor, y recordando la PdV, le digo: “patada a la sábana es el modo de echar las redes, así que… ¡en tu Palabra…!, y sin remolonear”. ¡Y empezaba con alegría verdadera la jornada!
            Estos dos meses y medio he tratado de “vencerme” en varias cosillas. Y, gracias a Dios, muy bien. Estos días, en cambio, me venía la tentación de “flojear”, el cansancio... Pero, de nuevo, el recordar la PdV me ha hecho tratar de no perder altura en el vuelo. Me encuentro contento y en paz, ¡y sabiendo que no me puedo fiar de mí mismo, sino de Él!

2.-       Me cuesta horrores pedir un favor, (por no molestar, no ser una carga, no interrumpir…; ¿o será orgullo solapado o soberbia…?).
            En casa necesitábamos mover y colocar una cosa, pero no bastamos los 4, (mejor dicho, los 3, pues José… con los 83 que cumple dentro de unos días…).
            En un encuentro en el Centro Mariápolis, en un descanso pensé invitar a tomar café a un grupito de jóvenes que ya estuvieron de visita en casa durante Semana Santa. Me acordé entonces de ese favor. Me daba “corte” que fuera un “café interesado”. Pero… “echar las redes” medio en broma, medio… y estaban más que dispuestos; de hecho, llamaron a otros y en total vinieron unos 10. Fueron muy, muy bonitos los minutillos de colaboración, (ponernos de acuerdo, dar ideas de cómo realizarlo, etc.): trabajo hecho en unidad y con alegría; y más aún el ratito de “familia” luego tomando el café en la galería de nuestra casa, y la vuelta caminando juntos al Centro. Estábamos todos, ciertamente, felices de ese ratito de comunión en ambas cosas.
            Luego (y al día siguiente) se confesaron varios, (que siempre les cuesta a los jóvenes, aunque después salen radiantes). ¿Fruto de la confianza de sentirnos hermanos, útiles?

3.-       El otro jueves, (con mucha prisa tras visitar a un recién nacido y para llegar a tiempo a las confesiones y celebrar la Misa en el Centro Mariápolis), fui a hacer la compra semanal en un gran supermercado.
            De pronto me para una señora a la que había visto muchas mañanas al subir al tren, pero a la que hasta ahora sólo había dicho varios “buenos días” desde lejos. Tengo poco tiempo, y bastante que comprar (¡para una semana!): ¿me paro a charlar o sigo…? “En tu Palabra, echaré las redes”: creo que es lo que quería Jesús. Dejo las bolsas, me presento, charlamos… Fue un rato bonito y creció enseguida una cierta confianza. ¡Me alegré mucho! ¡Y es relativamente vecina de casa!
            ¡Ah!, y llegué a tiempo luego a cada cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario