domingo, 4 de noviembre de 2012

LA PALABRA EN VUESTRA VIDA


Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de vivir la Palabra de septiembre (“…el que beba del agua que Yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed…”) y de octubre “en tu Palabra, echaré las redes”:
1.-     “a veces me cuesta mucho trabajo pedir algún permiso, y cuando lo hago, me pongo muy nervioso, porque no sé cómo decirlo. En esta ocasión quería asistir a una conferencia sobre el amor humano en Juan Pablo II, que organizaba el instituto de filosofía. Entonces me acordé de la palabra de Vida, y dije: "Señor, en tu nombre echaré las redes y, si no sale para delante, es que no es tu voluntad”; así que me dirigí al despacho y dije directamente lo que quería. El inconveniente es que perdía una hora de clase, además de alguna otra actividad..., pero no pedía nada imposible porque otros compañeros ya lo habían hecho antes. La respuesta fue negativa... pero el Señor supo colmar mi deseo por sus caminos: la clase que me hubiera perdido, me resultó bellísima; y por otro lado, el Señor me puso el texto de la conferencia en mis manos… ¡¡directamente de las del ponente...!!

2.-       “te escribo para contarte una experiencia en relación con la PdV de este mes: Por tu palabra, echaré las redes. La semana pasada empecé con un grupo reducido de catequesis, que van a recibir la formación para, en el año próximo, si Dios quiere, entren en la comunidad, ¡¡¡qué ilusión!!!
Cuando me lo comentó el párroco, pensé en todas las dificultades que conllevaba: ¿yo, dar catequesis?; yo, que cada día descubro algo nuevo (Jesús todo lo hace nuevo, cada día, cada hora, cada segundo); yo, que no soy ejemplo de nada, ni testimonio, ¿cómo hacerlo? Se me venían a la cabeza las palabras de Pedro: “apártate de mí que soy un pecador”; pero después venían las otras de Jesús: “no te preocupes, Pedro, yo os haré pescadores de hombres”. Es verdad: uno debe confiarse en el Señor, "echar las redes", a pesar de sus limitaciones, o mejor dicho, por ellas debemos echar las redes, abandonándonos en Él, confiar en Él. Tantas veces uso mi lógica en vez de pensar que el Señor tiene una lógica distinta, nueva, radical, bella.
Bueno para no cansarte mucho: al final la catequesis fue hermosa, ¡cuántos adjetivos me salen!, ¡qué momentos viví con esos pequeños! Como siempre que dudo de mis posibilidades, debo ponerme en manos de Dios, para quien “nada es imposible”, y al final Él me da el ciento por uno. Sólo puedo dar gracias al Señor

3.-       “¡ya echaba de menos un poco de comunión de experiencias de la Palabra!
            En mi caso, este mes me está ayudando muchísimo en el tema del agobio. Por ejemplo, el fin de semana pasado tenía un lío tremendo de agenda: aprovechaba hasta el último hueco para comer y cenar con gente con la que debía quedar, conduciendo los kilómetros que fueran necesarios. Incluía una "paliza" de un viaje muy largo y volver en el día... Ante la perspectiva de tanto ajetreo después de una semana muy agotadora entre clases, trabajos, y parroquia, sentía un poco de ansiedad. Pero leí la PdV y me abandoné en Jesús: si Él lo quería...

4.-       “reconozco que cuando el día 7 nombraron Doctor de la Iglesia a San Juan de Ávila no sabía a quién se referían. Leyendo después un librito de citas suyas, me encontré con una que decía: “Quiere Dios que os sirváis unos a otros con amor. Lo de la ley vieja era servidumbre, de temor grande. Alegría es servir por amor, no constreñidos, sino voluntariamente por Dios”.
Lo primero que pensamos cuando escuchamos la palabra “servicio” es en una situación de esclavitud como antaño... ¡Todo lo contrario! El servicio al que se refiere Jesús, lejos de esclavizar, libera. El problema no está en la palabra “servicio”: la cuestión es saber quién es el “amo” al que servimos.
Nos creemos que somos libres porque no sentimos el látigo en nuestro cuerpo, como los hebreos en tiempos de Moisés y, sin embargo, continuamente recibe latigazos nuestro corazón. Al no ser externas las heridas sino internas, no las vemos, pero se notan sus efectos.
Nuestro dueño y señor es el poder, el dinero, y por ello somos esclavos de todo. Esclavos de la moda, del consumismo, de la imagen, del qué dirán, de…. Y, como resultado,… La tristeza, la insatisfacción.
            Jesús servía a su Padre. Tenía toda su confianza puesta en Él y por eso pudo sentirse “libre”, lo cual no quiere decir “exento de dificultad”… si verdaderamente ponemos nuestra confianza, nuestra vida al servicio de Dios nunca nos sentiremos esclavos de nadie. Todo lo más que podemos sentir es el abrazo de un Padre, la compañía y cercanía de un amigo, un corazón dispuesto a servir al estilo de Jesús, con amor, como dijo San Juan de Ávila y, como resultado,… la alegría.
La verdad es que somos afortunados. Yo por lo menos me siento así. A mí, que los idiomas me cuestan, me siento una privilegiada por poder acudir a los doctores de la Iglesia en mi propio idioma. Poder acudir a la fuente, sin necesidad de traductor. Si no recuerdo mal, de entre los 35 doctores de la Iglesia, 4 hay que son españoles. Cuatro maestros a los que poder acudir y de ellos aprender. Me lo tomo como tarea y los incluiré en mis lecturas, sin olvidar por supuesto la fuente primera que son los evangelios

No hay comentarios:

Publicar un comentario