VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de JUNIO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de junio («El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece», Mc 4, 26-27) y la de mayo («Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor», 1 Jn 4, 8):
1.- La Palabra de Vida de este mes me está ayudando
en múltiples ocasiones a sembrar con paciencia o a tener paciencia con lo
sembrado hace muchos años: en tareas parroquiales, (la catequesis de primero,
p.ej., y otros grupos), en el trato con las personas… Asegurarme sobre todo de
que la “semilla” es buena, es decir, que trato de hacer la Voluntad de Dios,
trato de amar, trato de decidir las cosas “dos o más unidos…” al menos por la
estima recíproca. Y así, tengo la seguridad de que Dios irá haciendo su obra,
no con mi impaciencia, sino a “Su” ritmo, respetando las capacidades de cada
persona, grupo, familia o comunidad.
Y conforme pasa el tiempo… paradójicamente, me da más seguridad en
Él. Como si me dijera en cada caso: “El tiempo transcurre a nuestro favor. Tú
ocúpate solo de amar; si tú, (u otra persona), sembró buena semilla…,
tranquilo, que Yo haré que produzca fruto, (no el que tú esperas, ¡eh!, otro
mejor), no cuando a ti te apetezca, sino cuando Yo haga ir madurando muy
poquito a poco…”.
“Buena semilla siempre” y, también, “¡paciencia!”, me estoy
repitiendo a menudo a mí mismo a cada paso.
2.- A principios de enero parecía que también el
ejercicio precedente lo íbamos a cerrar con gran déficit en la parroquia, a
pesar los esfuerzos habidos y por haber por parte de todos, (de no gastar y de
ahorrar), y de fomentar colaboradores con suscripciones mensuales. A finales de
marzo parecía, en cambio, que iban a salir las cuentas a la par.
Pero en noviembre pasado y en este abril, encima habían aparecido
unas goteras en la cubierta del templo parroquial: hace años, por lo visto,
hubo otras y después de mucho, hará unos 6 años, se gastó una millonada en
renovar la mitad de la cubierta. Me daba terror simplemente las goteras, pero
más si hubiera que hacer algo similar con la otra parte de la cubierta.
En una imagen de S. José durmiente, (que tenemos muchos
parroquianos en nuestras respectivas mesillas de noche, igual que hace el Papa
Francisco), puse debajo un papelito con esta intención, (económica esta vez),
para que el Señor, por intercesión de S. José, se encargara: “¡que es tu
parroquia, parroquia de S. José!: ¡encárgate tú, incluso mientras es hora de
dormir!”. A la vez, una amiga, viéndome preocupado, me comunicó que había hecho
algo similar ya hacía semanas y que seguía pidiendo.
Después de todos estos meses, hace 2 semanas, por sorpresa
se me comunica que la Parroquia va a recibir estos días una cantidad monetaria,
parte de una herencia legada por un feligrés fallecido precisamente a finales
del 2023. ¡Y el miércoles pasado nos arreglaron las goteras!: ¡¡espero que los
técnicos hayan atinado bien!! Ha habido de sobra para pagar la obra.
Dios ya había respondido incluso semanas antes de que yo
empezara a pedírselo más en serio. Aunque también hay otros desperfectos de
diversa índole pendientes; pero Dios proveerá también.
3.- Esta mañana vino un setentañero al despacho
parroquial: quería información para “borrarse”, (=apostatar). El corazón me dio
un golpe de tristeza y reaccioné tratándolo todavía con más sonrisa y atenciones.
Me contó su mala experiencia
en la parroquia, en su infancia, acrecentada porque sus padres no eran
creyentes, (en un tiempo en que se discriminaba por ello a la gente). En
realidad, decía que él tampoco lo había sido nunca, aunque lo bautizaron y
recibió incluso la primera Comunión. Era muy sincero. Al principio un poco
“descarnado”, pero dado que yo le escuchaba todo hasta el fondo y trataba de
acogerlo con respeto, declinó esa acritud.
Al rato intentó incluso llevarme a su terreno: “si en realidad
usted tiene una carrera muy buena y larga y difícil, pero en el fondo ninguno
de ustedes cree en Dios”. Terminé de escuchar su puñalada y argumentos y, en
cuanto se paró, (pidiendo yo fugazmente al Espíritu Santo todos sus dones para
confesar la alegría de mi fe), rápidamente empecé casi como una confesión, con
mis meteduras de pata, sí, pero tratando de expresar en palabras mi relación
personal de amistad con Dios, de modo habitual y en cada circunstancia; casi
“palpable” a veces; continué testimoniando casi sin respirar, pues cuando cogía
aire, yo percibía como que iba a empezar a rebatirme; no le daba yo opción a
ello, con todo respeto por supuesto a él, pero a la vez todo mi amor a Dios: yo
le había escuchado largamente hasta el fondo, sin interrumpirle, así que sin
necesidad de explicaciones, yo continuaba serenamente y tratando de reflejar mi
entusiasmo.
Antes, solo cuando él había acabado ya de explayarse del todo, había
intervenido yo haciéndome cargo de sus escepticismos, pues era su experiencia
personal, pero tratando a la vez, con respeto, de aclarar otras cosas que, en
definitiva, seguramente sin malicia, sin darse cuenta, eran juicios y
prejuicios manidos. Lo que yo le comunicaba, ¡también era mi vivencia y experiencia,
(muy distinta a la suya, ciertamente)!
Continuamos
luego hablando en tono amigable de varias cosas relacionadas con Dios y las
religiones.
Al final, con todo mi dolor, pero con respeto a su postura y a su
conciencia, con amabilidad le expliqué los trámites, (tampoco yo me los sé muy
bien, pero le dije que me informaría mejor), y, añadí, que, sin embargo, le
recomendaba dejar todo como está: “tú sabes que nunca has creído en Dios y tu
familia y amigos también; y ahora yo también lo sé, y, no obstante, te ofrezco
amistad y saludo cuando nos volvamos a ver o cruzar por la calle; pero, si de
todas maneras nunca has venido a una iglesia ni vas a venir, si quieres, mueve
los papeles, pero te diría que lo dejases todo así tal como está: de todas maneras
fue un hecho histórico que no se va a cancelar ni esa página de tu bautismo se
puede borrar, (solo se añadiría una hoja notariada ahí, diciendo que renuncias
a Dios, a la iglesia y a cualquier oración por ti). Así que, sigue sin venir
por aquí, y déjate de líos de papeles; pero tú haz lo que tu conciencia te diga,
¡eh!”.
Me contestó: “pues yo creo que lo dejamos así”. Y para mi sorpresa añadió: “…pero vendré de vez en cuando, si no tienes inconveniente, a saludarte y charlar contigo”. Le pedí un abrazo y se marchó tranquilo.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de junio («El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece», Mc 4, 26-27), la de mayo («Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor», 1 Jn 4, 8) y la de abril («Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía», Hch 4, 33):
1.- “…hoy me levanté
temprano y un poco mal humorada por todas las tareas que se presentaban a lo
largo del día. Mientras le daba a la plancha os escuché en el audio de la
reunión… y poco a poco ese enfado se esfumaba, reinando la serenidad y el amor
en lo que hacía, ¡hasta la plancha se aceleraba sola!: he acabado antes de lo
previsto y mi alma está preparada para
continuar con lo que “Jesús” disponga de mí en lo que queda de día. No sin
ello, los últimos minutos de la grabación me han roto el corazón, sin poder
evitar derramar lágrimas, cuando leísteis que la enfermedad de nuestra amiga
avanza y ha empezado con paliativos... Sin duda seguiré pidiendo por el
milagro… no importa donde esté físicamente…”.
2.- “…nos conocimos hace ya bastantes años… en que ibas a
celebrar Misa a mi parroquia… Desde entonces recibo estas “Palabras de vida”, y
es lo primero que leo… ¡Cuánto bien me han hecho… a lo largo del tiempo!
Estoy
pasando una época difícil… Estoy sumida en una crisis… Me encuentro en una
encrucijada vital… Me cuesta ver la luz e incluso la mano de Dios en mi vida,
(aunque sé que ha estado…), y me vienen a la cabeza las palabras de Isaías: “en vano me he cansado, en viento y en nada
he gastado mis fuerzas…”. Por eso, me han sido de gran consuelo la
palabra de Vida de este mes, del Evangelio de Marcos: “duerma o se levante… de
noche o de día… el grano brota y crece”. Él pone el incremento, aunque no
sepamos cómo.
De
momento, sigo recibiendo con mucha alegría tus correos, que me hacen un bien
inmenso. Se nota el amor y cariño que pones al enviarlos…”.
3.- “…Ayer fui a ver a
mis hermanos: hacia quince días que no iba, pues estuve con bronquitis; además,
mi cuñada está malita y el que la cuida es mi hermano (también está malo). Se
alegraron. Con mi hermano hablamos, (me cuesta cuando está ella). Como a él le
gusta mucho el fútbol y había un partido, yo, por “hacerme uno” con él, a veces
le preguntaba algo del fútbol: a él le gusta que le pregunten de este tema. A
mí, la verdad, ni me gusta ni entiendo.
Al rato se levantó mi cuñada. Le dio alegría
que yo estuviera allí.
La escuché a fondo y a veces lloraba. Lleva
muchos años enferma y no la pueden hacer mucho más. Estuve un buen rato, casi
dos horas. A veces me decía: “no puedo llorar, ni delante de tu hermano, ni de
tu sobrina”. Le contesté: “no te preocupes; llora lo que quieras y habla
también, que si yo tengo que llorar contigo también lloro”. Cuando se calmó, le
dije, que me iba porque le gusta rezar los sábados por la mañana y no quería yo
interferir. Algún día también rezo con ella; seguimos hablando un rato los tres
y me fui.
Me fui feliz porque la había escuchado a fondo, pero con pena porque es un calvario para ella y los de alrededor…”.
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