Te ofrezco algunos textos que pudieran ayudarnos a refrescar y practicar con mayor intensidad la Palabra de Vida de febrero («Haced todo con amor», 1 Co 16, 14)
DEJARNOS AMAR POR DIOS
Volvamos a Dios con todo el corazón. En estas semanas de cuaresma, dejemos espacio para la oración silenciosa de adoración, en la que permanecemos en presencia del Señor a la escucha, como Moisés, como Elías, como María, como Jesús. ¿Somos conscientes de que hemos perdido el sentido de la adoración? Regresemos a la adoración. Prestemos el oído de nuestro corazón a Aquel que, en el silencio, quiere decirnos: «Soy tu Dios, el Dios de la misericordia y la compasión, el Dios del perdón y del amor, el Dios de la ternura y la solicitud. […] No te juzgues. No te condenes. No te rechaces. Deja que mi amor llegue a los rincones más escondidos de tu corazón y te revele tu propia belleza. Una belleza que has perdido de vista, pero que se hará nuevamente visible para ti a la luz de mi misericordia. [El Señor nos llama:] Ven, ven, deja que enjugue tus lágrimas, y deja que mi boca se aproxime a tu oído y te diga: “Te amo…”.
PAPA FRANCISCO, Homilía
miércoles de ceniza, 14 febrero 2024
NO PERDER LA ESPERANZA
En primer lugar, debemos hacer
una distinción entre ilusión y esperanza: la ilusión es una esperanza falsa,
cuando tenemos confianza sólo en nosotros mismos o en las personas; La
verdadera esperanza se manifiesta cuando unimos nuestras fuerzas con el poder
de Dios.
La esperanza nunca decepciona
cuando está respaldada por la confianza total que tenemos en el poder de Dios.
A veces, las acciones de Dios no son acordes a nuestros deseos, pero siempre es
un bien mayor para nosotros.
Podemos perderlo todo en esta
vida: posesiones, seres queridos, empleos, salud, todo; pero si no perdemos la
fe ni el coraje de amar, la esperanza será siempre nuestra estrella guía.
Nuestra confianza en el amor de
Dios nos hace testigos de la esperanza que no defrauda.
APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra 26 de enero de 2024
SABER ESPERAR
El tiempo es de Dios, no es
nuestro ("¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora
al tiempo de su vida?"). Nuestro es este momento: para vivir, amar,
sembrar... Y que todo crezca y florezca a su hora.
P. MANOLO MORALES, O.S.A., Comentario al Pasapalabra 29 de enero de 2024
EL VALOR DEL MOMENTO PRESENTE
Es
el tiempo que Dios nos da en esta vida, que tiene como fin nuestra realización
en Cristo. Por eso en cada fracción de nuestro tiempo, en la que hacemos la
voluntad de Dios, podemos crecer espiritualmente. En este "momento
favorable" si volvemos a Dios, podemos rescatar nuestro pasado; viviendo
su Palabra podemos construir nuestra felicidad presente y eterna.
Luego, el momento presente es de manera especial el momento en el que Dios nos hace sentir más claramente su voz, iluminándonos, animándonos, dándonos una fuerza única para que demos un paso determinado en la vida espiritual. Es un momento muy importante y no sería leal fingir que no hemos oído la voz de Dios o bien dejar nuestra respuesta para otra ocasión.
CHIARA LUBICH, Palabra de vida de febrero 1994
ORAR MÁS
…la
oración es muy importante. Es constitutiva del hombre. El hombre y la mujer,
así como Dios los creó, poseen una característica que los distingue y es su
relación con Dios, porque es única. Ninguna otra criatura tiene una relación
personal con Dios. Tenemos la posibilidad de dialogar con Dios directamente.
Quien no reza, no es un ser
humano, porque para ser hombre, para ser mujer, es esencial esta dimensión que
los constituye que es la oración…
…Tener la
posibilidad de estar en comunión con el Omnipotente y hacerlo tan pocas veces,
tan de pasada y, a menudo, con desgana…
…Al final de la vida nos arrepentiremos de haber
dado tan poco tiempo a la oración…
CHIARA LUBICH, El
amor eleva (diciembre 1998)
ORA ET LABORA: SER PACIENTES
"Nuestro equilibrio no es
únicamente quietud, ni sólo movimiento, ni la mezcla de ambos. Se puede
comparar con una cuerda tensa y de la cual tiran por ambos lados dos fuerzas
iguales. Si uno por impaciencia descuida la presencia de Dios dentro de su
alma, su vida –aunque muestre caridad fraterna- es una caridad frívola, ligera,
superficial y peligrosa, porque no se asienta sobre la Roca: no es, pues,
caridad. Esta alma se muestra como una peonza. Por otro lado, si una persona
está replegada en sí misma, sin el amor, está muerta.
El alma que tiene el verdadero
amor es como María, la Madre celestial, totalmente poseída por su Dios, sólo
por Dios, quien encontró en ella en el recogimiento de su vida antes de la
anunciación, en la voluntad de Dios que le manifestó el ángel, en el niño
Jesús, en la Cruz, en San Juan, en la llamada de lo alto en la Asunción. Dios
lo es todo para ella, porque poseyó su alma con la paciencia".
CHIARA LUBICH, Equilibrio divino, Roma 1950
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