PALABRA DE VIDA febrero 2024
Este mes nos dejamos iluminar,
como luz para nuestro sendero (cf. Sal 119, 105), de la palabra y de la
experiencia del apóstol Pablo.
Él nos anuncia también a
nosotros, como a los cristianos de Corinto, un mensaje fuerte: el núcleo del
Evangelio es la caridad, el ágape, el amor desinteresado entre
hermanos.
Nuestra Palabra de vida forma
parte de la conclusión de esta carta, en la que la caridad es abundantemente
recordada y explicada en todos sus matices: es paciente, servicial, ama la
verdad, no busca su interés (1 Co 13)…
El amor mutuo, vivido así en la comunidad
cristiana, es bálsamo para las divisiones que siempre la amenazan y signo de
esperanza para toda la humanidad.
«Haced
todo con amor».
Es impactante que Pablo exhorte a
actuar (en el texto griego) «estando en el amor», como
indicando una condición estable, un permanecer en Dios, que es Amor.
Pues ¿cómo podríamos acogernos
mutuamente y acoger a cada persona con esta actitud, si no es reconociendo
que primero somos amados por Dios, incluso en nuestras debilidades?
Esta conciencia renovada es la
que nos permite abrirnos sin miedo a los demás para entender sus necesidades y
ponernos a su lado, compartiendo recursos materiales y espirituales.
Miremos cómo actuó Jesús; él es nuestro
modelo.
Él siempre fue el primero en dar:
«[…] la salud a los enfermos, el perdón a los pecadores, la vida a todos
nosotros. Al instinto egoísta de acaparar opone la generosidad; al
concentrarnos en nuestras propias necesidades, la atención al otro; a la cultura del poseer, la del dar. No cuenta si podemos dar
mucho o poco. Lo
que importa es cómo damos, cuánto amor ponemos hasta en un pequeño
gesto de atención al otro. […] El amor es
esencial, porque sabe acercarse al prójimo incluso con un simple
gesto de escucha, de servicio, de disponibilidad. ¡Qué importante […] es tratar de ser
el amor para cada uno! Encontraremos el camino directo para entrar
en su corazón y aliviarlo»[2].
«Haced todo con
amor».
Esta Palabra nos enseña a acercarnos a
los demás con respeto, sin falsedad, con creatividad, dejando espacio a sus
mejores aspiraciones, para que cada uno pueda dar su aportación al
bien común.
Nos ayuda a valorar cada ocasión concreta de nuestra
vida diaria: «[…] las tareas domésticas, del campo o del taller, los
trámites administrativos, los deberes del colegio o las responsabilidades en el
campo civil, político y religioso. Todo puede transformarse en servicio atento y solícito»[3].
Podríamos imaginarnos un mosaico del
Evangelio vivido con sencillez.
Escriben unos padres: «Cuando una
vecina nos dijo, angustiada, que su hijo estaba en la cárcel, aceptamos ir a
visitarlo. Ayunamos el día antes de ir, esperando tener la gracia de decirle lo
que convenía. Después pagamos la fianza para liberarlo»[4].
Un grupo de jóvenes de Buea
(Camerún suroccidental) organizó una recogida de fondos para ayudar a los
desplazados internos a causa de la guerra[5].
Visitaron a un hombre que había perdido un brazo en la huida. Convivir con esta
discapacidad se convirtió para él en un gran reto, pues sus hábitos cambiaron
drásticamente. «Nos
dijo que nuestra visita le había dado esperanza, alegría y confianza. Sintió el
amor de Dios a través de nosotros», nos cuenta Regina. Añade Marita:
«Después de esta experiencia estoy convencida de que nada es demasiado pequeño si se hace por
amor… No hace falta más: el amor es el que mueve el mundo. ¡Comprobémoslo!».
Letizia Magri y el equipo de la Palabra de vida
[1] Para este mes proponemos la Palabra de vida que un grupo de cristianos de
Alemania de distintas Iglesias han elegido para vivir a lo largo de todo el
año.
[2] C. Lubich, Palabra de vida, octubre 2006, en Ciudad Nueva n. 435 (10/2006),
p. 22.
[3] Ibid.
[4] S. Pellegrini, G. Salerno, M.
Caporale (eds.), Una transformación silenciosa. Testimonios de
familias de todo el mundo sobre Amoris laetitia, Ciudad Nueva, Madrid 2022,
p. 84.
[5] Texto adaptado de:
unitedworldproject.org/es/workshop/camerun-compartir-con-los-desplazados/.