PALABRA DE VIDA diciembre 2022
«Confiad en el Señor
por siempre jamás,
porque en el Señor
tenéis una Roca eterna»
(Is
26, 4)
La Palabra de vida que queremos vivir en este
mes está tomada del Libro del profeta Isaías, un texto extenso y rico, muy
apreciado por la tradición cristiana, ya que contiene páginas muy queridas,
como el anuncio
del Enmanuel, el «Dios con nosotros» (cf. Is 7, 14; Mt
1, 23), o también la figura del Siervo de dolores (cf. Is 52, 13 - 53,
12), que hace de fondo a los relatos de la pasión y muerte de Jesús.
Este versículo forma parte de un canto de
agradecimiento que el profeta
pone en boca del pueblo de Israel una vez terminada la terrible prueba del exilio,
cuando por fin van a volver a Jerusalén. Sus palabras abren los corazones a la esperanza, porque
la presencia de Dios al lado de Israel es fiel, inquebrantable como la roca; Él mismo sostendrá cualquier esfuerzo del
pueblo en la reconstrucción
civil, política y religiosa.
Derrocará la ciudad que se cree «excelsa»
(cf. Is 26, 5) porque no está construida según el proyecto de amor de
Dios, mientras que la que está construida sobre la roca de la cercanía a Él gozará de
paz y prosperidad.
«Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en
el Señor tenéis una Roca eterna».
¡Qué actual es esta necesidad de estabilidad y de paz! También nosotros, personal y
colectivamente, estamos pasando por momentos oscuros de la historia
que amenazan con aplastarnos bajo el peso de la incertidumbre y el miedo al
futuro.
¿Cómo superar
la tentación de dejarnos abatir por
las dificultades del presente, de encerrarnos en nosotros mismos y de cultivar
sentimientos de sospecha y desconfianza hacia los demás?
Para los cristianos, la respuesta es ciertamente «reconstruir» ante todo, con
valentía, la relación de confianza con Dios, que en Jesús se hizo
nuestro prójimo por los caminos de la vida, incluidos los más oscuros,
estrechos y escarpados.
Pero esta fe no significa quedarse esperando pasivamente. Al contrario,
requiere trabajar activamente para ser protagonistas creativos y responsables en construir una «nueva ciudad» fundada en el mandamiento del amor recíproco.
Una ciudad con las puertas abiertas, que acoge a todos, sobre todo «a los pobres y oprimidos» (cf. Is 26, 6), los predilectos del Señor
desde siempre.
Y por este camino estamos seguros de contar con la compañía de muchos hombres y
mujeres que
cultivan en el corazón los valores
universales de la solidaridad y la dignidad de cada persona,
respetando también la creación, nuestra «casa común».
«Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en
el Señor tenéis una Roca eterna».
En el pueblo murciano de Aljucer (España), toda una comunidad está volcada
en construir relaciones de fraternidad mediante formas de participación abierta
e inclusiva.
Cuentan: «En el verano de 2008 fundamos una asociación cultural con el
objetivo de desarrollar actividades de distinto tipo, tanto por iniciativa
nuestra como en colaboración con otras asociaciones del territorio, para
promover espacios de diálogo y proyectos humanitarios internacionales.
Por ejemplo, desde el principio promovemos una cena solidaria anual para el proyecto Fraternity with Africa,
para financiar becas para jóvenes africanos que se comprometen a trabajar en su
país durante al menos cinco años. Son cenas que reúnen a unas 200 personas y en
las que colaboran comercios y asociaciones.
Estamos muy satisfechos de trabajar desde hace años con otra asociación.
Juntos organizamos un evento anual abierto a personalidades del mundo de la
cultura, música, pintura y literatura, pero también a exponentes de la
política, la economía y la medicina. Para todos ellos es una ocasión para compartir sus
experiencias y las motivaciones más profundas de sus acciones»[1].
«Confiad en el Señor por siempre jamás, porque en
el Señor tenéis una Roca eterna».
Estamos a la espera de la Navidad. Preparémonos acogiendo desde ya mismo a Jesús en su
Palabra. Esta es la roca sobre la que construir también la ciudad
de los hombres: «Encarnémosla, hagámosla nuestra, experimentemos
cuánta potencia de vida libera si la vivimos, en nosotros y a nuestro
alrededor. Enamorémonos
del Evangelio hasta dejarnos transformar en él y derramarlo sobre los demás.
[…] Así ya no viviremos nosotros, sino que en nosotros se formará Cristo. Nos
sentiremos libres
de nuestro yo, de nuestros límites, de nuestras esclavitudes; y
además veremos estallar la revolución de amor que Jesús, libre de vivir en
nosotros, provocará en el tejido social del que formamos parte»[2].
LETIZIA MAGRI
[1] Experiencia tomada de la web www.focolare.org.
[2] C. Lubich, Palabra de vida, septiembre 2006, en Ciudad Nueva n. 434
(8-9/2000), p. 23.