VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de NOVIEMBRE
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de noviembre («Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», Mt
5, 9) y la de octubre («Sabemos que en todas las
cosas interviene Dios para bien de los que lo aman», Rm 8,
28):
1.- Ayer me tocó esperar en la cola
del Banco más de una hora y con una pesada bolsa de “calderilla” en las manos.
Me venía la tentación de impacientarme, pero el Pasapalabra, (una frase-ayuda
diaria a centrarnos en la Palabra de Vida del mes; ayer: “mantener la paz a
costa de todo”), y el recordar a José Varas, me han ayudado a trabajar por la
paz como pide la PdV.
Así que, he aprovechado para rezar el rosario y luego,
cuando finalmente me han atendido, (dado que a uno de ellos le mando este
correo-e. con la PdV), al comentar él mi paciencia, he aprovechado para
contarles que estaba tratando de vivir la PdV, mientras terminaban de
atenderme, (sin alargarme, para no entorpecer a los muchos que todavía hacían
cola); y la otra también ha entrado en animada conversación, así que hemos
quedado sonrientes los tres.
2.- El viernes estaba yo saludando a
toda la gente que se acercaba a la Parroquia. Hubo una que pasó por delante, (sin
mirar ni responder a mis “¡buenas tardes!”), y se dirigió al otro sacerdote. Al
poco, este le dijo con calma que con quien tenía que hablar era conmigo: y a mí
vino toda exigente.
Se notaba que no me estaba diciendo del
todo la verdad, (como así quedó demostrado por una intervención inocente de su
niño cuando se acercó un instante).
A pesar de que no me dejaba terminar
las frases y no acababa de escucharme que varias veces ya le había respondido “sí”,
(y que su marido de vez en cuando la paraba), continué tratando de no juzgar y
de seguir sonriéndoles (más allá de la mascarilla) manteniendo la paz y buscando
al menos intercalar un mensaje que apelara a la responsabilidad de la vida
cristiana de la que presumía y al compromiso que requiere y merece.
Todo el tiempo tenía yo en mente la PdV,
¡trabajar por la paz!, aunque me estaba costando. Preferí pasar por “ingenuo” y
confiar en la misericordia y la Providencia de Dios en relación a la aceptación
de lo que nos solicitaba y que, con ello, al menos no les quedara un resabio
contra los curas y la Iglesia, y así al menos dejar una posible “puerta abierta”
en el futuro.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de noviembre («Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», Mt 5, 9),
la de octubre («Sabemos
que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman», Rm 8, 28) y la de septiembre («Si uno quiere ser el primero, sea el último
de todos y el servidor de todos», Mc
9, 35):
1.- “…gracias por el correo del otro día. Los
días se pasan volando, “sin verlos”, con mil ocupaciones, pero siempre con “mi
único Bien” sin dejarlo a un lado, sin dejarlo al borde del camino, (porque
sería mi perdición, claro está), y lo más importante: Él nunca me deja al borde
del camino a mí.
Al día siguiente de estar ahí hablando contigo, una
mañana que se presentaba prometedora, con bastante tiempo para dedicarme a
hacer cosas, viene un señor a decir que quiere dar ropa y, hablando con él, se
veía que no tenía prisa, me contó su profesión, que le apasiona, etc… Al final
llegó la hora del ángelus, al oír la campana lo invité a rezarlo juntos, él
aceptó. Nos dio la ropa, se hizo bienhechor con una donación anual, y al final
me dijo, emocionado: “después de muchos años he rezado el Ave María”.
Doy gracias a Dios por este encuentro, rezo por este hombre,
y también le pido que no sea yo egoísta con mi tiempo, con las ocupaciones: que
no se vuelvan preocupaciones, sino que sepa abandonarlas en las manos de Dios,
que Él provee siempre…”.
2.- “…Ay!, y que la Palabra de Vida sea
siempre tan fácil de aplicar a nuestro día a día…!: parece que está pensada
para cada uno de nosotros.
Se nos avecinan tiempos difíciles. A mi pequeña sobrina se
le ha complicado un problema de ansiedad que llevaba arrastrando ya unos meses
demasiado largos y ha tenido que ser ingresada en el área de psiquiatría. No te
puedes imaginar lo duro que está siendo para todos. Aunque nos resulte muy
difícil, consuela pensar que está en la mano de Dios y que es para su bien.
Todos rezamos porque encuentre las fuerzas necesarias y pueda recuperarse y así
volver a ser la niña tan linda que ella es.
2b.- Y trabajar por la paz. Mi día a
día básicamente, Paco. He de dar gracias porque la convivencia en nuestro nuevo
"maxi-hogar" está siendo más fácil de lo que esperábamos, pero aun
así, la de veces que a lo largo del día tengo (tenemos) que pensar en buscar
esa paz en lugar de entrar en polémica... Desde que nos levantamos y tenemos
que movilizar a los chicos para ir al colegio hasta que nos vamos a dormir, se
nos dan infinidad de situaciones en las que aún tenemos que encontrar el
equilibrio entre sus costumbres y las nuestras. Pero oye, ¡¡lo bien que sienta
buscar esa conciliación y paz!! Gracias de verdad por estas Palabras que nos
mandas…”.
3.- “…aunque no te contesto, te sigo
cada 15 días con la PdV. Gracias por enviarla: cada mes es un soplo de aire
fresco y nuevos retos; es que cada mes la PdV es como si viniera al dedillo
para mí.
Este mes es trabajar
por la paz, esa paz interior que tanto busco, anhelo y trabajo, intentando
transmitir paz también…
Maravillosas todas las experiencias que cuentas de los
feligreses, vecinos... Todas las vivencias para Gracia de Dios. Vivo por ti y
por los de la Obra de María mis experiencias. Dios me ha regalado el traslado
en el trabajo, justo al lado de casa: estoy muy contenta. Como familia, estamos
también caminando juntos por este camino de paz…”.
4.- “…tras la lectura de tus dos
correos con las PdV, he decido compartir yo también. Me he sentido muy
inspirada por las mismas; han aparecido en el momento que más las
necesitaba. Por eso, te quiero dar las gracias por tratarme como una amiga y
una hermana compartiendo palabras tan sinceras.
He
recapacitado mucho sobre… la paz y el amor. Vivimos en guerra con nosotros
mismos, con los demás… Sin duda, no todos hemos aprendido a amar
desinteresadamente, es decir, sin miedo a que no nos amen a cambio. Qué
cobarde he sido en los momentos en que sentía amor hacia una persona y no lo he
expresado por miedo a que me abandonase, a que huyera. En su lugar, solía
guardarme ese sentimiento tan bonito, desvirtuándolo y convirtiéndolo en una
coraza que me “protegiese” de la persona a la que estoy amando... Este
comportamiento reactivo lo he visto tanto en jóvenes, como en adultos. Creo que
hace falta mucha valentía para ofrecer amor sin esperar nada a cambio…
Buscamos
fuera soluciones, preguntamos qué creen los demás que es la mejor solución,
como si la vida, de un examen se tratarse. He… llegado a la conclusión de que
tenemos que dejar de buscar fuera, y reencontrarnos con nuestro interior,
porque es en él donde encontraremos las respuestas que tanto buscamos. Es en
ese momento cuando te das cuenta de que somos seres con una gran capacidad de
amar; que el amor es infinito, y que solo cuando somos capaces de darlo de
forma desinteresada, sentiremos una paz infinita...
Es más,
me he dado cuenta de que una persona que no es capaz de amar, o manifestar su
amor, está repleta de miedo, mucho miedo. Puede que ese miedo sea fruto de
experiencias pasadas, propias, o ajenas. Me di cuenta de esto, porque he
crecido con miedo a amar, lo cual me empujaba a mi vez a rechazar el amor de los
demás: bien por miedo a amar a alguien que en un futuro pudiese desaparecer,
bien por miedo a que me hiciesen daño, bien por evitar comprometerme con otra
persona, bien porque me privase de mi libertad...
¿Os
dais cuenta? Esto equivale a vivir a la defensiva, confundiendo el amor con
falta de libertad, con pérdida de identidad, con dependencia… las relaciones
son cada vez más esporádicas, mundanas, superficiales, poco sinceras, e
interesadas. Apartamos a aquellas personas que no nos aportan. Nos cuesta
mucho ver a los seres humanos como personas dignas de amor por el mero hecho de
existir.
Sin
embargo, yo, como joven que quiere recibir el bautismo, he decidido dejar de
normalizar aquellos actos que me alejan del amor. Quiero dejar de reaccionar
ante las actuaciones ajenas. También, quiero dejar de protegerme de los demás,
de desconfiar, de tener prejuicios o de esperar a que los demás respondan con
agradecimiento al tiempo que les dedico… el amor, nunca sobra, sino que
siempre se ha de estar abierto al mismo, pues nos otorga PAZ Y LIBERTAD.
Tanto a nivel personal, como por experiencias que he tenido suerte de escuchar
de otras personas, me he dado cuenta de que tememos al amor, al amar, y al
ser amados. Me da la sensación de que percibimos el amor como un peligro
que nos hace dependientes de los demás, o que nos compromete a dar nuestro
tiempo y espacio a una persona, robándonos nuestra intimidad, identidad y
espacio.
Me he
propuesto regalarme la oportunidad de amar. He decidido ser valiente y no
dar esperando algo a cambio. He decidido compartir tiempo, palabras
sinceras, sonrisas, abrazos. Compartir cuando alguien lo necesite, o más
bien, siempre que pueda. No dejarme llevar por sentimientos de odio, ira,
envidia, rencor, celos o por la impulsividad del momento cuya consecuencia es privarme
de amar y de ser amada.
Me ha
costado mucho entender el significado del “amor”.
Y aún
sigo tratando de entender qué significa la palabra “paz”... Ha sido mi madre la
que me ha servido de inspiración: tras observarla en los últimos años, me he
dado cuenta de que es capaz de perdonar, aun cuando la otra persona sigue
sintiendo odio; es capaz de decir “te quiero”, sin recibir respuesta a
cambio y, aun así, volver a recordarle a esa persona que pese a ello, la
seguirá queriendo siempre; es capaz de entender que si aquella persona de la
que hablaba no acoge su amor, es porque lo necesita más que nunca, y tiene que
ser fuerte y perseverante; que la aceptación, el cuidado, el perdón, la
paciencia, y la escucha, también son manifestaciones de amor. Me ha enseñado,
en suma, que EL AMOR LO CURA TODO. Que el secreto para obtener paz en
nuestro interior y en el de los demás, está en hacerlo todo con amor.
¿Cuál
es tu objetivo y qué te gustaría dejar en este mundo? Sinceramente, mi único
objetivo es aprender a amar y que toda persona que esté junto a mí se sienta en
paz. Parece sencillo, pero requiere una gran fuerza de voluntad y mucha
valentía.
Así, me
he prepuesto que sea el amor y la paz lo que guíe mis pensamiento y actuaciones.
Quiero ser disciplinada para no odiar al que decide alejarse de mí, al que me
trata con desprecio o indiferencia. Quiero hacer las cosas sin esperar nada a
cambio. En conclusión, quiero y necesito saber qué es amar de verdad y
sentir una paz plena.
Así, me
despido con estas dos palabras que tanta falta nos hace poner en práctica: PAZ
Y AMOR. AMA, Y DESPRENDETE DEL MIEDO A SER AMADO…”.
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