Ya estamos a mitad del mes de María. Ya hemos enfilado la última semana del tiempo pascual: el domingo será Pentecostés.
Aquí tienes unos textos y
experiencias que nos ayuden a ello reforzando a la vez la Palabra de Vida del
mes («Dios es amor, y quien permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él»):
TAMBIÉN EN MEDIO DE LAS
TRIBULACIONES,
CONFIAR EN EL AMOR DE DIOS
El amor
de Dios está dentro de mí. Yo soy instrumento
de este amor y lo llevo a todas partes y en todas las situaciones.
Para aquellos que tiene el amor de Dios dentro de sí, toda su vida está
iluminada por ese amor.
Procuro amar en todo momento, y no solo cuando las circunstancias son
favorables. El
amor de Dios se revela en las alegrías y en los dolores. Por tanto,
si confío en el amor de Dios cuando todo está bien, también confío en medio de
las adversidades.
Yo no afronto los
problemas confiando solo en mis fuerzas. Yo los enfrento con confianza en el amor de Dios que está en mí, que está
en los demás que me rodean. Que está por encima de todas dificultades.
“Aunque camine por un valle oscuro, nada
temo, porque Tú estás conmigo…” (Sal 23[22],4).
APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra diario, del 17
de mayo
VIVIR LA PALABRA NOS MANTIENE EN DIOS AMOR
[…] Todos nosotros vivimos
el momento presente con las variantes que nos ofrece el
pasapalabra […]
Pues bien, podemos observar que uno de los
resultados de este modo de vivir, si lo hacemos fielmente y con bastante
intensidad, es que adquirimos hábitos muy buenos que antes no teníamos. Pongamos algunos
ejemplos.
Es muy frecuente ofrecerle
a Jesús las acciones que realizamos con un «por Ti», que transforma nuestra jornada en una
oración ininterrumpida, porque viviendo el momento presente tenemos una gracia
actual que nos recuerda el decir «por ti» ante cada acción.
Otra cosa: si vivimos así, cuando llegan
las tentaciones nos sentimos preparados para defendernos con más rapidez que
antes.
[…] Se da el lugar apropiado a las acciones que debemos realizar, sin
anticiparlas cuando nos gustan ni posponerlas cuando nos cuestan; cosa que sucede a menudo.
Además nos brotan espontáneamente del
corazón palabras de aliento, de aprecio y de elogio a los hermanos con los que
vivimos o con los que entramos en contacto de distintos modos, por teléfono,
por ejemplo, por carta o al preparar discursos, temas para ellos, etc. Y cada
vez con más frecuencia vemos en ellos a Jesús, de modo que al crecer nuestra caridad y
haciéndose cada vez más refinada, también nuestra unión con Dios se hace
más profunda.
Otra cosa: no nos olvidamos de saludar
y adorar a Jesús, que
está vivo en el sagrario, cada vez que pasamos a su lado o que nos lo recuerda una cruz o
una imagen.
[…] Además, nos damos cuenta de que somos
capaces de mantener con más facilidad el amor
recíproco durante todo el día, lo cual es importantísimo para los que somos cristianos. De
hecho la Escritura dice que poner en práctica el mandamiento nuevo nos hace
perfectos: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha
llegado en nosotros a su plenitud» (1 Jn
4, 12).
Debemos reconocer que antes, incluso con
muy buena voluntad, la caridad recíproca sufría altibajos; aunque
rectificábamos continuamente, pero tenía interrupciones.
Otra: al ser más perfectos en
las cosas pequeñas, sabemos cumplir mejor también las grandes, y durante todo el día el alma se siente
invadida de serenidad, de paz y de alegría […].
Pues bien, si podemos verificar en
nosotros todo esto y más cosas viviendo con perseverancia el momento
presente, tenemos que
concluir que vamos por el buen camino. […]
CHIARA LUBICH, (En una
conferencia telefónica, Castel Gandolfo 23 de octubre de 2003)
Cf. CHIARA LUBICH, Unidos
hacia el Padre, Ciudad Nueva, Madrid, 2005, pp. 140-142.
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