viernes, 30 de abril de 2021

DIOS ES AMOR

 

Comienza el mes de mayo, mes de María, en el cual el Papa nos propone una “maratón” de oración mundial con el rosario pidiendo el final de la pandemia y de sus consecuencias, (retransmitido por los canales vaticanos y por radio María cada día a las 6 de la tarde desde un Santuario en diversos lugares del mundo).

A la vez, del 1 al 9 de mayo cada año se desarrolla la “semana mundo unido” con cientos de actividades en todo el mundo (esta vez, casi todos on-line) y en diversos idiomas, incluidos un concierto del Gen Verde para empezar y otro del Gen Rosso para acabar, además del “run4unity” en diversos sitios el día 2: http://www.unitedworldproject.org/es/workshop/semana-mundo-unido-2021/  

Y todo ello, continuando con la segunda parte de la cincuentena pascual, que nunca hemos de perder de vista.

Y no olvidemos que del 4 al 6 de junio tendremos el fin de semana de Ejercicios Espirituales en el Centro Mariápolis de Las Matas.

 

            Aquí tienes una nueva Palabra de Vida para intentar poner en práctica en cada momento del mes (y las experiencias al final):

 

 

PALABRA DE VIDA                               mayo 2021

 


«Dios es amor,

y quien permanece en el amor

permanece en Dios y Dios en él»

(1 Jn 4, 16)

 «Dios es amor»: es la definición más luminosa de Dios, que aparece en la Escritura solo dos veces, y precisamente en este texto: una carta –o quizá una exhortación– que resuena en el cuarto Evangelio. De hecho el autor es un discípulo que testimonia la tradición espiritual del apóstol Juan. Escribe a una comunidad cristiana del siglo I que, desgraciadamente, estaba pasando por una de las pruebas más dolorosas: la discordia, la división, tanto en el plano de la fe como del testimonio.

Dios es amor. Él vive en sí mismo la plenitud de la comunión como Trinidad, y rebosa este amor sobre sus criaturas. A cuantos lo acogen, les da el poder de convertirse en hijos suyos (cf. Jn 1, 12; 1 Jn 3, 1), con su mismo ADN, capaces de amar. Y su amor es gratuito, libera de todo temor y vacilación (cf. 1 Jn 4, 18).

Luego, para que se realice la promesa de la comunión recíproca –nosotros en Dios y Dios en nosotros– hace falta «permanecer» en este mismo amor activo, dinámico, creativo. Por eso los discípulos de Jesús están llamados a amarse unos a otros, a dar la vida, a compartir sus bienes con cualquiera que lo necesite. Con este amor la comunidad permanece unida, profética y fiel.

 «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él».

 Es un anuncio fuerte y claro también hoy para nosotros, que a veces nos sentimos arrollados por eventos imprevisibles y difíciles de controlar, como la pandemia u otras tragedias personales o colectivas. Nos sentimos perdidos y asustados, y es fuerte la tentación de cerrarnos en nosotros mismos y levantar muros para protegernos de quienes parecen amenazar nuestra seguridad, en lugar de construir puentes para encontrarnos.

¿Cómo es posible continuar creyendo en el amor de Dios en estas circunstancias? ¿Es posible seguir amando?

Josiane, libanesa, estaba lejos de su país cuando se enteró de la terrible explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020. A quienes, como ella, viven la Palabra de vida, les dice: «En el corazón sentí dolor, ira, angustia, tristeza, desconcierto. Me asaltó fuertemente la pregunta: ¿no es suficiente con todo lo que Líbano ha vivido hasta ahora? Pensaba en ese barrio arrasado, en el que nací y viví; donde parientes y amigos ahora estaban muertos, heridos o desalojados; donde edificios, escuelas y hospitales que conozco muy bien habían quedado destruidos. Procuré “estar cerca” de mi madre y mis hermanos, responder a muchísimos mensajes de tantas personas que expresaban apoyo, afecto y oración, escuchando a todos en medio de esta herida profunda que se había abierto. Quería creer y creo que estos encuentros con quienes sufren son una llamada a responder con el amor que Dios ha depositado en nuestros corazones. Más allá de las lágrimas, descubrí una luz en muchos libaneses, muchos de ellos jóvenes, que se pusieron de nuevo en pie, a mirar alrededor y a socorrer a quienes lo necesitaban. Y me renació la esperanza al ver a jóvenes dispuestos incluso a comprometerse seriamente en política, convencidos de que la solución pasa por el camino del diálogo verdadero, de la concordia, del descubrirnos hermanos, porque lo somos».

«Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él».

Una preciosa sugerencia para vivir esta Palabra del Evangelio nos la ofrece Chiara Lubich: «Ya no se puede separar la cruz de la gloria; no se puede separar al Crucificado del Resucitado. Son dos aspectos del mismo misterio de Dios, que es Amor. […] Una vez hecho el ofrecimiento, procuremos no pensar más en ello, sino cumplir lo que Dios quiere de nosotros allí donde estamos […]. Procuremos sobre todo amar a los demás, al prójimo que tenemos al lado. Si lo hacemos, podremos experimentar un efecto insólito e inesperado: nuestra alma se inundará de paz, de amor, de alegría pura, de luz. […] Y, ricos de esta experiencia, podremos ayudar más eficazmente a todos nuestros hermanos a encontrar la bienaventuranza entre las lágrimas, a transformar en serenidad lo que les preocupa. Así seremos instrumentos de alegría para muchos; de felicidad, de esa felicidad que todo corazón humano ambiciona»[1].

 

LETIZIA MAGRI



[1] C. Lubich, Palabra de vida de enero de 1984, en Ead., Palabras de vida/1 (ed. F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 292-294.

 



N.B.: Aquí puedes encontrar también la Palabra de Vida 

En viñetas para los niños, adaptada para adolescentes y para jóvenes,

 y en MP3 para escuchar en el móvil.

 

Palabra de Vida AQUÍ en presentación Power Point

en más de 30 idiomas.


PRESTAR NUESTRAS MANOS AL BUEN PASTOR

VIDA DE LA PALABRA                               últimas semanas de ABRIL


 Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de abril («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas», Jn 10, 11) y la de marzo («Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas», Sal 25, 4)

1.-        Buscando un alquiler barato, una familia marchó a otro pueblo, (y, al final, con muchas humedades), justo antes del primer confinamiento. Los 4, además, añoraban y anhelaban el ambiente de nuestra parroquia (y del Centro Mariápolis) y les ha surgido la oportunidad de regresar, pero el inmenso obstáculo era la fianza de 2 mensualidades para un pequeño piso cerca de aquí. Acordándome de la PdV, del Buen Pastor, les dije que no dudaran y se pusieran en movimiento ya: yo, rebuscando, en unas horas les adelantaría el dinero y ya me lo irán devolviendo poco a poco en años futuros si pudieran. Una segunda dificultad era que no  tenían muebles ni apenas otras cosas.

Comenté todo ello “como de paso” ese mismo día en alguna reunión y en la homilía, pues la primera lectura de la Misa era precisamente: “los primeros cristianos eran un solo corazón (= “cor unum”) y una sola alma; nadie llamaba suyo propio a lo que tenía, sino que todo estaba a disposición según la necesidad de cada uno…”. Varias personas se sintieron impulsadas por dentro y, discretamente, han venido a ofrecer un somier y colchón, útiles de cocina, frigorífico y mesa (esto último al final sí lo tenía el piso), etc. Había que hacerlo todo ya al día siguiente, para no comenzar una nueva quincena, pues el alquiler anterior lo tenían que dar a mitad de mes.

            Ellos pensaban usar el transporte público yendo y viniendo un montón de veces: yo me ofrecí con la furgoneta de la parroquia a ayudarles al día siguiente a hacer el traslado de sus pertenencias y a recoger las cosas que les regalaban y llevárselas. Al final, todo lo relacionado con la furgo lo realizó el responsable de nuestro comedor social: ahí vi también el cuidado del Buen Pastor no solo por ellos, (pues él lo hace fenomenal), sino también por mí, (pues francamente mi tiempo era limitado y más ese día).

            Luego he sabido, que tras la primera reunión a la que llevaban sin asistir desde que estaban en la otra población, una persona quedó después con la mamá de esta familia y la llevó a un centro comercial para regalarle todos los útiles de cocina que todavía le faltasen.

 

2.-        Uno de los días haciendo la ronda normal de visitas por las plantas en el hospital, entré en la habitación donde el otro capellán había administrado la unción de los enfermos a la paciente el día anterior. Estaba dormida (o inconsciente). Una ancianita de apariencia entrañable, muy consumidita por la edad o la enfermedad. Cuando no hay acompañante, yo me quedo en el umbral de la puerta rezando una oración en voz alta y le doy la bendición. Para dejar constancia de que había estado atendiéndola, dejé una estampa de Cristo en el brazo del sillón.

            A la mañana siguiente, llamaron para una urgencia justo cuando yo estaba arrancando con el coche en dirección contraria para ir a Madrid a una reunión importante como arcipreste con el Vicario. ¿Podría esperar el enfermo 4 ó 5 horas? La voz del Buen Pastor me hizo enfilar hacia el hospital, (poniendo un mensaje al grupo de la reunión avisando que llegaría yo hora y pico tarde: me da auténtica vergüenza llegar incluso un minuto tarde a los compromisos).

Una vez administrada la unción de los enfermos, aunque iba yo con muchísima prisa, de nuevo la PdV, el impulso del Buen Pastor, me hizo asomarme en esa misma planta a la ancianita arriba mencionada: de nuevo puerta abierta…, solita… Pensé como el día anterior hacer una oración rápida por ella y darle la bendición, pero me percaté que la estampa que yo había dejado, estaba exactamente en la misma posición (Cristo, en el brazo del sillón vacío): aparte del personal, ¡nadie había ido a acompañarla desde que yo estuve! Y se me conmovieron las entrañas por su soledad en ese trance. Mientras me santiguo y empiezo a hablarle casi con lágrimas que me empezaban a aflorar… me fijo bien y… yo diría… que está excesivamente pálida y no respira… Voy a avisar al control de enfermería. “No te preocupes… le ha pasado varias veces… y luego da un suspiro y continúa respirando”. Le contesto: “oye, creo que… no…: ves en cuanto puedas; yo, por lo pronto, estaré allí rezando en voz alta por ella”. Mientras así lo hacía, (el oído se mantiene, aunque parezca inconsciente; y, en cualquier caso, el alma oye), al instante llegó la enfermera y después de examinarla con todo cariño, mediante un gesto (con todo respeto para no interrumpirme) me da a entender que, efectivamente, ha fallecido. La voz se me entrecorta en medio de las oraciones pensando en que ha estado solita al menos las últimas 28 horas y en ese momento crucial, pero el Buen Pastor justo ha estado a su lado a través de mí: cambio las oraciones por la salud por la “recomendación del alma” y un responso, dedicando más tiempo que en otras ocasiones que alguien tiene acompañantes.

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de abril («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas», Jn 10, 11), la de marzo («Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas», Sal 25, 4) y la de febrero («Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso», Lc 6, 36):

1.-        “…en resumen, lo que a mí me pasó fue que yo toda mi vida fui a un colegio religioso y tenía fe, mi madre y mi tía son muy creyentes y practicantes y así me crie hasta que tuve 18 años y ya salí del colegio y me vine a estudiar a la capital. Desde entonces yo siempre he creído, pero no practicaba; y sinceramente, solo me acordaba de Dios cuando tenía un problema. Sobre todo cuando algún familiar enfermaba o algo así.

Durante el confinamiento, yo me empecé a encontrar mal: sentía que estaba sola, me replanteé si verdaderamente existía un Dios, y si existía, que no me hacía caso o no me escuchaba... Estuve muy mal; la verdad, me sentía muy sola y muy perdida.

No sé cómo, empecé a sentir las ganas de encontrarme de nuevo con Dios. Al principio no sabía ni qué hacer. Y empecé por ponerme algunos días la Misa de la tv y a ver si así sentía algo y descubrí que estaba muy a gusto escuchando el evangelio, hasta que me atreví a ir a misa a la parroquia. También me ayudó una amiga mía que es muy creyente y practicante.

Y ahora estoy muy feliz: me siento llena, tengo una tranquilidad dentro que no sé cómo explicarla, pero ya no me siento sola. Lo que pasa es que… bueno, han sido muchos años de “desconexión“ y ahora no sé muy bien cómo hacer las cosas: yo quiero hacerlo bien, pero claro, el tema de rezar y de pedir perdón por los pescados aún no sé muy bien cómo hacerlo... Estoy en proceso de todo eso. Por eso me gusta buscar información y leer para saber hacer las cosas bien.

 

2.-        “gracias nuevamente por compartir conmigo la Palabra y las experiencias de todos. Ya espero con ilusión tu correo. Unas veces lo leo con la emoción de quien recibe una carta esperada; otras, me espero y lo leo por partes, observando cada detalle e interiorizando, pensando en lo que Dios quiere mostrarme... 

…me ha emocionado al leer la experiencia con el paciente en UCI: me sentí identificada con el aspecto de no saber cómo actuar; personalmente como médico, siento que la pandemia está siendo difícil de manejar, porque el cansancio ya nos dificulta las palabras de ánimo y hay que respirar profundo. Me mantengo fuerte en que los designios de Dios son perfectos, aunque yo no los comprenda, pero no todas las personas responden igual frente a esto. Creo que por ellos debemos rezar también.

 

3.-        “¡qué historias más emocionantes recoge tu correo! ¡Qué maravilla de vida… sabiéndonos acompañados por Jesús, sintiendo Su presencia en cada circunstancia de nuestra vida!

Mi Cuaresma fue un tiempo de abandono en el Señor, de la mano de San José y, aunque tuve mi cruz dolorosa por lo que ya sabes, al final resucité con Él; mi hermana, (empezando la misma noche, después de la Vigilia Pascual): pasé por su casa a llevarle la luz del Señor en una de esas velitas preciosas que preparasteis en la Parroquia y, ¡sorpresa!, me recibió alegre y con mucho cariño. Al día siguiente, el Domingo de Resurrección, comimos en mi casa, (así ella compartió conmigo la alegría del Resucitado), luego tuvimos que ir a ayudarla a ella y a mi cuñado a limpiar la piscina, (mi sobrina estaba con fiebre), y me repetía yo esto en mi corazón: “Señor, ya sé que es tiempo de celebrar este gran día, comiendo y alegrándonos por tu Resurrección, pero la fiesta no es completa si ellos no están dentro”. Así que ese trabajo sucio, literalmente sucio, se lo ofrecí al Señor y noté enseguida su bendición. ¡¡Bendito sea Jesucristo Resucitado, que hace nuevas todas las cosas!!

Desde entonces mi alma rebosa de alegría y de amor, un amor que a veces me cuesta respirar, me ahoga y quiere salir, darse a todos.

Por todo lo demás, me mantengo firme en la Fe y el Señor me acompaña en todo lo que hago.

 

4.-        “he disfrutado mucho en la Semana Santa... Es una época tan profunda, hay tanta riqueza en la Palabra de Dios y en las celebraciones... Y el tiempo de Pascua me llena de un gozo inmenso...

         En medio de esta alegría íntima y profunda, doy también gracias a Dios porque Jesús Abandonado está a mi lado de distintas formas. Ya los años pesan y cada noche me despierta el dolor de cadera o de estómago... Veo que es una oportunidad para pensar en tantos enfermos que sienten fuertes dolores, soledad... Y lo ofrezco por ellos. Entonces se hace más liviano. Me siento más unida a Jesús en su dolor y pudiendo compartir algo de su sufrimiento...

María es la guía segura cada día... Ella me alienta, sostiene, acompaña.

 

 

 

 

 

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viernes, 16 de abril de 2021

CONFIANZA PLENA EN EL BUEN PASTOR

 Aquí tienes algunos textos que nos ayuden a reforzarnos en vivir concretamente la Palabra del mes («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas»):

 


 

ESPERA EN EL SEÑOR, SÉ FUERTE

En cualquier situación, podemos permanecer firmes en la confianza de que el Señor está cerca y cuida de nosotros.

Jesús dijo de Sí mismo: “Yo soy el buen pastor.”

El pastor cuida siempre de su rebaño, está atento a cualquier dificultad que pueda traer incomodidad para sus ovejas. Va en busca de su oveja perdida.

Jesús dice también que da la vida por sus ovejas. Y de hecho Él lo hizo.

Permanezcamos firmes y confiados en todas las promesas que nos hizo: “No os preocupéis por lo que tenéis para vestir o comer; hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados…”; “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”…; “pedid y os será dado…”.

Sus promesas son innumerables y todas se verifican en nuestra vida cuando permanecemos en su amor.

 

APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra diario, del 16 de abril

 

 

 

 

ENGENDRAR A CRISTO EN MEDIO DE NOSOTROS

 

“Somos perfectos en el amor cuando tenemos al Resucitado en medio de nosotros. Causa una profunda impresión la frase de San Juan Evangelista: «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud» (1 Jn 4,12). El amor de Dios en nosotros es perfecto, si nos amamos. Y si nos amamos, el Resucitado está entre nosotros. En la unidad, con el Resucitado en medio de nosotros, somos perfectos y, por tanto, santos, es decir, estamos seguros de que en nuestra vida vamos realizando un Santo Viaje.

Vivamos siempre, por tanto, de manera que el Resucitado resplandezca entre los hombres. Si nos hacemos uno con los demás, tarde o temprano el amor se hace recíproco y el Resucitado está en medio de nosotros... Nosotros estamos llamados a engendrar, como nuestra Madre (María), a Cristo entre los hombres”.

 

CHIARA LUBICH, La vida un viaje, Ed. Ciudad Nueva pp.67-68

 

 

 

 

 

SER PORTADORES DE VIDA Y DE ESPERANZA.

 

Hace más de un año que los noticieros solo hablan de estadísticas de muertes y enfermos. Mi reflexión en esta Pascua fue preguntarme: ¿Cómo puedo ser portador de vida y esperanza frente a los escenarios de desolación que vemos todos los días?

La fe en el Resucitado me lleva a ver los hechos con los ojos de Dios.

Él está presente. Por más que muchos no lo sientan, Dios está en cada enfermo, en cada sufrimiento, en cada familia en duelo. Está también en cada agente de salud, en cada científico, en cada cuidador.

En medio del mar revuelto por la tempestad de la pandemia covid-19, Él viene a nuestro encuentro caminando sobre las aguas y nos dice: “…soy Yo; no temáis”.

En Jesús resucitado está la soberanía de la vida y de la esperanza. Por lo tanto, en Él está también la soberanía de la historia, de nuestra historia.

¡Llevemos vida y esperanza a todos!

 

APOLONIO CARVALHO NASCIMENTO, Comentario al Pasapalabra diario, del 7 de abril

 

 

 

TENER LA CERTEZA DE QUE SOMOS AMADOS POR DIOS

 

¿Hay algo más devastador para un niño que privarle del afecto de sus padres? Ese es el pecado que comete nuestro mundo cuando intenta "relegar a Dios lejos de sus hijos". ¿Pues no soy yo más hijo de Dios que de mis propios padres?

 

P. MANUEL MORALES, o.s.a., Comentario al Pasapalabra diario, del 5 de abril


jueves, 15 de abril de 2021

GUIADOS POR EL BUEN PASTOR

 VIDA DE LA PALABRA                  primeras semanas de ABRIL

 

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de abril («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas», Jn 10, 11) y la de marzo («Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas», Sal 25, 4):

1.-        Mientras estoy administrando la Unción de los enfermos a una madre joven en la UCI, (sus 2 niños recibieron no hace mucho la primera Comunión en nuestra Parroquia), alguien me dice que enfrente un hombre está a punto de fallecer, pero está absolutamente solo y no sabe si es o no creyente. La verdad, dudo si debo ir o no, (no sabemos si es practicante, ni siquiera creyente; y a veces he tenido luego malos tragos con situaciones así indefinidas), pero la PdV invita a prestar nuestro ser al Buen Pastor, que acoge y cuida a todos: iré después de atender a esta señora. Sigo, pues, hablándole con todo cariño y esperanza: a pesar de su ictus estaba feliz desde que me vio entrar y mientras vamos recitando las oraciones.

Al salir, mientras trato de localizar a quien me avisó, otra enfermera se dirige a mí con un EPI, otros guantes y una ffp3 y me ayuda a ponérmelos y a atarme la bata. En la UCI nos suelen tratar con mucha competencia, amabilidad y atención, lo cual siempre me causa una grata sorpresa y se lo agradezco de corazón.

Me dirijo al box: un enfermero y una enfermera están atendiendo al paciente inconsciente, muy malito. Respetuosamente se hacen a un lado. Me viene la tentación de pensar que si no es creyente, ¡qué pinto yo allí! La PdV del Buen Pastor me resuelve de nuevo.

Con palabras calmas y pronunciando bien a través de mi doble mascarilla, me presento y hablo con todo respeto al enfermo, (lo último que permanece es el oído, aunque pareciera que esté inconsciente): “…no sé si eres creyente o no, pero yo, con todo respeto, voy a estar un ratito aquí acompañándote y hablándote, ¿vale… (a cada frase le voy diciendo siempre su nombre)? Hay un Creador de todo, Dios, que nos ama inmensamente a cada uno, también a ti, incluso ahora en esta situación… No sé si eres cristiano o no, perdóname si te molestaran mis palabras, pero por tus rasgos y por tu edad… es fácil suponer que, como a todos en una época aquí en España, quizá también a ti te bautizaron de pequeño…”. Entonces, con toda prudencia y respeto, y con tono afectuoso y esperanzador, le hablo de Jesús, pidiéndole perdón por mis palabras si no cree en Él o no lo conoce…

Al instante me percato que le aflora una lagrimilla: puede ser producida por reflejo inconsciente, pero yo prefiero pensar que efectivamente sí oye y que se ha emocionado porque sí es creyente. Eso me anima a hablarle más explícitamente: “…a través de esa lágrima, supongo que sí eres cristiano, así que, si te parece (y perdona si me estoy equivocando), vamos a rezar con todo nuestro amor a nuestro papá del Cielo el Padrenuestro…”. Una nueva lagrimilla me anima a administrarle (“sub conditione”) el sacramento de la Santa Unción. Los enfermeros responden con voz queda y muy respetuosos a las oraciones y cuando ya me tengo que ir a otra planta y me despido, continúan atendiéndole diligentemente en sus últimos momentos.

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de abril («Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas», Jn 10, 11), la de marzo («Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas», Sal 25, 4) y la de febrero («Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso», Lc 6, 36):

 

1.-        “…faltaban más de 5 días para acabar el mes y de pronto la dueña me dice que le tengo que pagar el alquiler. Le contesto que no puedo: no tengo dinero y hasta dentro de 5 ó 6 días no me pagan. Ella me insiste bruscamente que necesita el dinero. Ante mi imposibilidad, me insta a que recoja mis cosas por la tarde y me marche y busque otro sitio.

Salgo del piso desconcertada dirigiéndome al trabajo. ¡Segunda vez en lo que va de año que me echan sin previo aviso! No atino a ordenar mis pensamientos, lo único que logro es repetir una y mil veces la PdV: “muéstrame, Señor, tus caminos…”

Llego a la parada donde espero a la señora que me recoge para llevarme al trabajo. Ahí, una señora me pregunta: “¿qué te pasa?”. No presto atención. Cuando por tercera vez me dirige la misma frase, yo le contesto: “¿me conoce?”. “Sí, te he visto algunas veces en la parroquia”. Eso me da confianza y le cuento mi gran inquietud. Ella afirma: “ya está solucionado; Dios está cerca; vete tranquila al trabajo y cuando regreses, recoge tus cosas y deja ese piso”. Agradezco su buena voluntad: para mí es suficiente que alguien me haya escuchado, pero, la verdad, no le hago caso y cuando empiezo a trabajar se me olvida completamente la conversación.

A las 3 horas me suena el móvil: número que no conozco; no contesto. Cuando por 3ª o 4ª vez llaman del mismo número, ya sí me atrevo: se presenta… y… no caigo…; al rato me doy cuenta que es la señora que me habló en la espera. “¿Cómo sabe mi número?”: contesta que se lo di hace muchísimo tiempo en alguna ocasión.

Al acabar el trabajo, recojo mis pocas cosas en el piso, llamo a esta señora y me lleva a un estudio donde voy a estar independiente; un matrimonio bien amable, los dueños, me ayuda a acomodarme. Incluso tengo un poco más de espacio que en el anterior, y por eso fui a la Parroquia a pedirte que me llevaba alguna de las cosas que allí os tengo depositadas….

 

2.-        gracias, por estas experiencias. Yo también, os cuento la mía.

Me detectaron, un tumor, en un riñón, me operaron en diciembre. Todo esto, ha dado un nuevo, sentido a mi vida, es como una poda para renacer a una nueva vida. Amando mucho más a Jesús en el dolor; confiando plenamente en Él. Gracias a Dios, me estoy recuperando bien.

 

3.-        …esta Semana Santa ha sido muy especial (única en mi vida): he aprendido mucho. Una de las cosas ha sido que me he abandonado en el Señor. El otro día estaba muy cansada, no había parado casi nada, me entraron dudas de no ir a Misa, pero me dije: “estoy en Semana Santa”. Cuando empezó… me dolía todo: se lo ofrecí y al rato, se fue el dolor. Pero el cansancio seguía. Le ofrecí el cansancio. Llegué a casa estupenda.

El Jueves Santo estuve toda la tarde con el Señor y el viernes casi todo el día: nunca había estado tanto tiempo; fue bonito.

Hoy teníamos un Rosario a las 11: muy bonito, compartiendo. Después hemos quitado todo preparando el altar, casi todos han participado, (en mi parroquia vamos poco, pero nos llevamos bien), y al poner las cosas en el altar, me enganché con el cable del micrófono y temí que luego no funcionara; me preocupé; volví a fiarme, aunque por la tarde me venía a la mente varias veces. “Tengo que fiarme que va funcionar; ahora, vivir el momento presente”. Cuando empezó la misa ni me acordaba y al rato me digo: “Señor, ¡qué grande eres1: está perfecto”.

El miércoles preparamos dos paquetes para Sudamérica y pasaban hoy a recogerlos; me iban a avisar: estaba pendiente del teléfono. Pensaba: "esta tarde sí me iban a fastidiar la Pascua, pero tengo que fiarme de Ti”. Al rato me ponen WhatsApp: “mañana le avisamos cuando vayamos a llamar”. Di las gracias al Señor, por haber aprendido a fiarme de Él….

 

 

4.-        con pocas Palabras de Vida me he sentido tan identificada como con la de marzo.

Esa persona que necesita poner fin a sus temores, que se siente débil y acude al Señor. Así me sentía yo en diciembre: necesitaba poner fin a lo que fuera que sentía en mi interior, que me impedía vivir en paz, no podía seguir con esa sensación que no me dejaba respirar… ¿a quién pedir ayuda?

Cierto es que podía haber acudido a ti, pero ¿y si no me salían las palabras?... Decidí, pues, acudir al Señor.

            Tiempo después sí que acudo a ti a confesarme y me dices que me lea el relato de Getsemaní…: siento que soy yo la que está allí hablando a solas con el Padre y le hago la misma petición “si es posible, que pase de mí este trance, pero que no se haga mi voluntad, sino la Tuya”.

…no me paro, con más fuerza que nunca vuelvo a empezar y no lo hago sola: San José me acompaña. Me piden que haga una tarea que no estoy muy segura de ser capaz… Como dice la palabra de vida, poniendo toda la confianza en la gracia de Dios más que en mis capacidades, y con esa confianza acepto la tarea y me doy cuenta que sale adelante y me quedo alucinada.

A mitad de la cuaresma recibo un mensaje… que me hace llorar… porque me doy cuenta que es Dios quien está detrás, que es Él quien me da los elementos necesarios para hacer su voluntad y eso me hace estremecerme y temblar...

Leo la siguiente lectura que me dices: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”… también es pregunta que le he formulado muchas veces, pero ahora no puedo… porque no siento su abandono, sino todo lo contrario: siento que no se separa de mí, que me quiere y me cuida.

4b.-     Tus palabras (esta vez en una homilía) siguen resonando en mis oídos: “la Palabra del Señor produce Vida en nuestra vida”. Es cierto…

…ante alguna situación concreta, la palabra del Señor acudía a mi mente y en verdad producía Vida en mi vida.

“¿Cómo voy a hacer esta tarea?”, -me preguntaba yo. “¡No temas!”, escuchaba y la tarea se realizaba. Me sentía perdida, desorientada, sin saber por dónde empezar y ahí que acudía el Señor mostrándome el camino, indicándome las luces, (“en fosforito”, como dijiste), para que lo tuviera bien claro…

Sí, me daba cuenta que sus palabras producían Vida, pero en las ocasiones que me venían a la mente no era porque en esos momentos las leyera en la Biblia, que, estando en el coche, en la calle, en el local, en el monte… no la tenía a mano.

En esos momentos acudía yo a mi corazón, pues es ahí donde tenía almacenado lo leído y escuchado. No podría apoyarme en esas palabras si previamente no las hubiera leído, así que ciertamente es necesario leer y escuchar para que pueda ser cierto que la palabra del Señor produzca Vida en nuestra vida.

            Esencial para la vida es el aire: si no respiramos, no vivimos. Sin embargo no es algo en lo que uno piensa…: “he de respirar para… vivir”. Respiramos sin más.

Con la Palabra de Dios pasa lo mismo: es esencial para vivir, pero para ello… hay que respirarla hasta que ocurra como con el aire, que no sea algo que nos cuestionemos, sino que sea algo tan natural en la vida como el respirar...

…una Cuaresma, una Semana Santa, una Pascua que no voy a olvidar fácilmente.

 

 

 

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