El sábado pasado acababa el año litúrgico y, por tanto, el domingo hemos comenzado un nuevo ciclo, como siempre, con las 4 semanas previas a la Navidad: ¡Adviento!, tiempo de esperanza y de espera activa del Salvador, y más en este año raro-especial.
Una
nueva Palabra para todo el mes nos ayudará a vivir lo que de verdad importa:
PALABRA DE VIDA DICIEMBRE
2020
«El Señor es mi luz y mi
salvación,
¿a quién he de
temer?»
(Sal 27, 1)
«Al poco de
nacer Mariana, los médicos le diagnosticaron una lesión cerebral. No podría
hablar ni andar. Sentimos que Dios nos pedía que la amásemos así, y nos
lanzamos en los brazos del Padre –escribe Alba, una joven madre brasileña–.
Vivió con nosotros durante cuatro años y nos dejó a todos un mensaje de amor.
Nunca oímos de sus labios las palabras “mamá” o “papá”, pero en su silencio
hablaba con los ojos, que tenían una luz resplandeciente. No pudimos enseñarle
a dar sus primeros pasos, pero ella nos enseñó a dar los primeros pasos en el amor, a
renunciar a nosotros mismos para amar. Mariana fue para toda la
familia un regalo del amor de Dios que podríamos resumir en una única frase: el amor no se
explica con palabras».
Esto nos sucede
también hoy a cada uno de nosotros: ante la imposibilidad de gobernar toda nuestra
existencia, necesitamos luz, aunque sea un vislumbre que muestre por
dónde salir, qué pasos dar hoy hacia la salvación de una vida nueva.
«El
Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he
de temer?».
La oscuridad del
dolor, del miedo, de la duda, de la soledad, de las circunstancias «hostiles»
que hacen vanos nuestros sueños, es una experiencia que hacemos en todos los
puntos de la tierra y en toda época de la historia humana, como atestigua esta
antigua oración contenida en el libro de los Salmos.
Probablemente el
autor sea una persona acusada injustamente, abandonada por todos y a la espera
de juicio. Está sumida
en la incertidumbre de un destino amenazador, pero se encomienda a
Dios. Sabe que Él no abandonó a su pueblo en la prueba,
conoce su acción
liberadora; por eso encontrará en Él la luz y recibirá refugio
seguro e inatacable.
Precisamente al ser
consciente
de su fragilidad, se abre a la confidencia con Dios, acoge la presencia de Él en su vida y espera con confianza la victoria definitiva
recorriendo los imprevisibles caminos de su amor.
«El
Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he
de temer?».
Este es el momento
oportuno de volver
a encender nuestra confianza en el amor del Padre, que quiere la felicidad de
sus hijos. Él está dispuesto a cargar con nuestras preocupaciones
(cf. 1 P 5, 7) de modo que no nos repleguemos sobre nosotros mismos, sino que seamos
libres de compartir con los demás
nuestra luz y nuestra esperanza.
La Palabra de vida, como escribe Chiara Lubich, nos guía por el camino que va de las tinieblas a la luz, del yo al nosotros: «[…] Es una invitación a reavivar la fe: Dios existe y me ama. […] ¿Me encuentro con una persona? Debo creer que a través de ella Dios tiene algo que decirme. ¿Me entrego a un trabajo? En ese momento sigo teniendo fe en su amor. Llega un dolor: creo que Dios me ama. ¿Llega una alegría? Dios me ama. Él está aquí conmigo, está siempre conmigo, lo sabe todo de mí y comparte cada pensamiento mío, cada alegría, cada deseo, lleva conmigo cada preocupación, cada prueba de mi vida. ¿Cómo reavivar esta certeza? […] Buscándolo en medio de nosotros. Él prometió estar allí donde dos o más están unidos en su nombre (cf. Mt 18, 20). Así pues, encontrémonos en el amor mutuo del Evangelio con todos los que viven la Palabra de Vida, compartamos experiencias y comprobaremos los frutos de esta presencia suya: alegría, paz, luz, valentía. Él permanecerá con cada uno de nosotros y seguiremos sintiéndolo cerca y operante en nuestra vida de cada día»[1].
LETIZIA MAGRI
[1] Palabra de vida, julio de 2006: C.
Lubich, Parole di Vita (ed. F. Ciardi), Città Nuova, Roma 2017,
pp. 785-786 (próxima publicación en castellano).
Aquí puedes ver esta misma Palabra de Vida de diciembre en presentación power point: https://www.youtube.com/watch?v=atJIrCRPqZM
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