Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de julio («Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso», Mt 11,
28) y la de junio («Como el Padre me envió, también yo os envío», Jn 20, 21):
1.- Intentando aprovechar los pocos huecos de que yo disponía este mes, (con
tanto ajetreo, y solo en parroquia+hospital), sin darme cuenta, (por no apuntar
con las prisas y fiarme de mi, hasta ahora buena, memoria), quedé… ¡¡con 3 (una
familia, dos chicas y un señor) a la misma hora y en el mismo lugar para
conversaciones muy distintas!!
Con el hombre, de repente me acordé y, (avergonzado por mi parte…,
pero… “venid a Mí…”, con paz…), le avisé la noche anterior. Pero las otras 5
personas se presentaron puntuales: me tragué el orgullo de mi memoria (“venid a
mí… cansados y sobrecargados…”), me disculpé mil veces, (colorado y sudando por
el apuro), y quedé con la familia en el siguiente hueco que tenía unos días
después. Unos y otros lo aceptaron bien, medio bromeando, y todos en paz.
Y, centrándome en el momento presente, sin pensar más en ello (“…yo os
daré descanso”, manso y humilde de corazón), atendí con los cinco sentidos a
quien tenía delante. Habíamos quedado también la semana anterior, pero al poco
de empezar a hablar, me sonó el móvil 24h del hospital y me tuve que ir. Esta
vez fue una horita completa preciosa.
2.- Al acabar la Misa matinal
de los sábados, en la Parroquia realizamos acogida de peregrinos que vienen a retirar
su Credencial para iniciar el Camino de Santiago (y luego se la sellan en cada
etapa).
El
otro sábado parecía que no había peregrinos, así que me alegré porque me daría
más tiempo para preparar todo para los bautizos
y para marcharme pronto a
atender bien a los enfermos del hospital. Pero cuando ya estaba para irme, me
avisan que fuera hay 2 personas
para recoger sus credenciales. Pensé en no hacer acogida ni explicación del Camino, sino simplemente rellenarles sus datos en 5 minutos y salir hacia el hospital. Pero recordando la PdV me pareció notar en el corazón que el Señor me pedía que les dedicara más tiempo; me tenía que fiar de Él…, (“venid… cansados y agobiados… y yo os aliviaré”), para que luego me diera tiempo a visitar a todos los enfermos.
para recoger sus credenciales. Pensé en no hacer acogida ni explicación del Camino, sino simplemente rellenarles sus datos en 5 minutos y salir hacia el hospital. Pero recordando la PdV me pareció notar en el corazón que el Señor me pedía que les dedicara más tiempo; me tenía que fiar de Él…, (“venid… cansados y agobiados… y yo os aliviaré”), para que luego me diera tiempo a visitar a todos los enfermos.
Después
de hablarles un rato, pensé cortar… pero volví a notar lo mismo en el corazón y
les pregunto: “¿tenéis otros 15 minutos
más?..., ¡aunque el que no los tiene soy yo!”. Para mi sorpresa contestaron:
“tenemos toda la mañana”.
Les narré
entonces la experiencia de una conocida mía que, a sus 22 años, reflexionando y
observando en el Camino de Santiago, en una etapa dijo: “Dios, si es que existes, igual que estas flechas amarillas indican la
dirección hacia Santiago, ¡pinta unas flechas amarillas en mi vida!, ¡¡pero píntamelas
de color fosforito, porque si no, no me voy a enterar!!, porque estoy de mierda
hasta el cuello”, (era la palabra más
“suave” de su vocabulario; semanas antes había tenido que ir la policía a por ella); al llegar a la Catedral de Santiago, dice que no sabe qué sintió por dentro…: “si estuviera aquí Paco, me confesaría…”. Al final se confesó, etc., etc., (otro día te cuento el resto).
“suave” de su vocabulario; semanas antes había tenido que ir la policía a por ella); al llegar a la Catedral de Santiago, dice que no sabe qué sintió por dentro…: “si estuviera aquí Paco, me confesaría…”. Al final se confesó, etc., etc., (otro día te cuento el resto).
Y
entonces estas 2 personas que escuchaban absortas y con una sonrisa, dicen que,
igual que en esa historia, una desde la primera Comunión tampoco se confesaba y
otra casi.
De
nuevo, como si yo notara en el fondo: “venid
a Mí…”, con paz “dedícales más de tu tiempo; Yo te encajo luego lo del hospital…”.
Les vuelvo a preguntar: “¿tenéis más rato
todavía, (aunque el que no lo tiene soy yo)?”. Contentas asienten.
Les
cuento entonces una experiencia de confesiones en mi primera parroquia: una
verdadera fiesta del perdón improvisada a medianoche con tres jóvenes en un mes
de diciembre. Escuchan ya casi con embeleso… y les hago la propuesta de que, aunque
no van por motivo religioso, ¿por qué no aprovechan para reencontrarse con Dios?
Una anima a la otra: aunque es hija de musulmán, accede a confesarse. Las
preparo un poquito… parábola del hijo pródigo, etc. Se sale la otra… y larga
confesión edificante.
Había
pensado yo dedicarles 5 minutos a correprisa… ¡y habían pasado algo más de dos
horas! Ellas, felices y más que sorprendidas.
Yo… (“venid
a mí… hallaréis vuestro descanso”), contento y sin perder la tranquilidad, pero
con premura corriendo al hospital. ¡Y vaya que si me organizó el tiempo el
Señor!: no tuve que administrar ninguna Unción ni confesar a nadie (que son las
cosas que más tiempo se llevan) y, además, buena parte de los enfermos, tenían “permiso”
para bajar por la tarde a la capilla a la Misa, (habitualmente, los médicos y
enfermeros no les dejan, por distintas circunstancias de su salud, porque está
“muy a trasmano” la capilla, porque no hay celadores que los lleven, etc.); así
que, con esos, era entrar yo, saludar y salir de sus habitaciones. ¡¡Nunca
en
estos 9 meses había hecho tan veloz el recorrido!! Y por la tarde estaban ellos
tan satisfechos en la Misa.
Unos
días después, un WhatsApp: “Paco, soy una
de las que el sábado recogió la credencial del Camino; yo también quisiera
confesarme antes de iniciar la peregrinación; me adapto a tu horario: ¿cuándo
tienes un rato?”. Esa misma tarde providencialmente tenía yo casi una hora:
momento también precioso.
3.- Suena el móvil 24h del
hospital: voy inmediatamente dando “plantón” a 2 jóvenes en la Parroquia con
quienes apenas llevaba 2 minutos conversando, (lo teníamos pendiente desde hacía
tiempo). “Venid… y Yo os aliviaré…”.
Una
señora pedía la Santa Unción de los enfermos para una prima suya muy anciana, (ya
muy adormilada). Esa mañana, curiosamente había cruzado yo 5 veces por ese
mismo pasillo y nadie me dijo nada.
Noté
ambiente tenso con otros familiares, así que explico delicadamente que la Santa
Unción es una cercanía y consuelo especial del Señor para ayudar a vivir bien
una edad avanzada o una enfermedad
importante, (“para vivirlas como Dios manda”,
y nunca mejor dicho), y que sana interiormente e incluso a veces físicamente. La
prima participa bien y con fe.
Al día
siguiente, cuando voy a visitar a la enferma, los hijos y familia política me
echan en el mismo umbral de la puerta.
A la
mañana siguiente pensé ni intentar entrar. Pero extrañamente me encuentro
recado en información para que entre a visitarla; de hecho, también me lo dice
su enfermera: “ella casi no puede hablar,
pero hace un gesto con la mano en la frente cuando me ve, como si… -fuera a
santiguarse… no llega a explicarme-: creo
que quiere que entres a verla”. Casi con miedo, toco a la puerta; está solo
la prima: ¡qué alivio para mí! La enferma, mucho mejor, pero casi sin hablar:
al verme, se le escapan las lágrimas. Rezamos Padrenuestro, Avemaría y Gloria, y
ella puede decir algunas frases, y en otras se emociona. ¡Es una persona muy
religiosa!; y así me lo confirma su prima. Cuando me voy, sorprendentemente
dice de modo claro dos veces que me deja emocionado: “¡gracias, muchas gracias, padre!”.
Hasta que
no vuelva su prima… a quedarse cuidándola… no podré hacer un nuevo intento. Pero
esa vez fue la última que la vi: “venid a Mí…”. La misericordia de Dios...
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de julio («Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré
descanso», Mt 11,
28), la de junio («Como el Padre me envió, también yo os envío», Jn 20, 21) y la de mayo («Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo», Mt 28, 20):
1.- “…nos decía ayer en la Misa el sacerdote que Dios siempre nos ayuda a
llevar nuestra carga y a la vez nos da motivos de satisfacciones: la mía ahora
mismo es el amor vivido con mis hermanas y con todos los que nos facilitan las
vacaciones, en esta mi maravillosa tierra (y mar) natal…
… Ya casi a final
de mes...la palabra de vida, con la ayuda de todos, ha sido más llevadera, pequeños
o grandes detalles, de los demás hacia mí o a la inversa, me han hecho ver a
Jesús en casi todos, conocidos o no, que hacen más bonita y más fácil vivir el
día a día. Gracias a Dios y a todos; deseo veros pronto…”
2.- “…gracias,
muchas gracias. ¡Cuánto bien me hace leer y releer los mensajes y experiencias
que me mandas!: se trasmite la transparencia de alma. ¡Qué grande es Jesús y cómo
se nos hace presente...!
La Palabra de
Vida de este mes, “Venid a Mí todos los
que estáis fatigados
y sobrecargados y Yo os aliviaré”, te diré que empecé
el mes con mucha paz y alegría, al decírmelo una y otra vez, me era como
bálsamo ante la propia debilidad y, además, hasta de sentirme pobre para que Él
tuviera más parte en mí, garantía segura. Pero, como siempre, hay días de todo,
quizá por el calor y la tentación que siempre acecha: pero me bastaba unos
minutos de profundo silencio interior y escuchar a Jesús diciéndome “venid a Mí todos los...” y llenarme de
paz y fortaleza.
2b.- Me comunicaron que había nacido una
resobrina y que traía un problema en sus pies: sabía que así venía, pero se lo
había confiado tanto a la Stma. Virgen, que esperaba el milagro; y el milagro
se realizó en el gozo con que sus padres lo han acogido: a toda la familia nos
están ayudando ellos con su aceptación de la voluntad de Dios; es algo
congénito. Así que este mes la Palabra de Vida me está haciendo mucho bien:
poder entrar en la voluntad de Dios no desde donde uno quiere, sino desde lo
que Él nos ofrece...
¡Qué asombro de
ver los pequeños gestos con que el Señor te hizo distinguir tu día en medio de
tus muchos trabajos!: necesitamos unos ojos y corazón puros para percibir ese susurro
suave del paso de Dios por nuestras vidas…”
3.- “…Sobre la palabra de este mes,
(“venid...”), me sentía incapaz de hacer frente a tantos pagos: por todas
partes me pedían dinero. Y se añadían pagos imprevistos. “Venid a mí...”. Y me
vino la idea: “si lo elegimos a Él como punto firme de nuestra existencia, todo
se acepta y se supera”. ¡Cuántas injusticias sufrió Él! Yo, que las acepto tan
mal. Y una cosa importante, (que no sé si es de un salmo): “me ha tocado un
lote hermoso me encanta mi heredad”. Tengo lo más grande en la vida a Dios. Y
le ruego: ¡aumenta mi fe!
Al final, he logrado cubrir
todo…”
4.- [de mi hermana pequeña, Miriam, misionera en
Chad para los próximos 3 años] “…muy bien! Ahora pintando la capilla del Centro y haciendo trabajillos
de arreglos con los jóvenes de 16 y 17 años que han salido del centro y que
todavía no tienen mucho trabajo y vienen a pedirnos ayuda económica. El domingo,
si Dios quiere, iremos con los dos coches a recoger a sus pueblos respectivos a
“nuestros” muchachos que estaban con sus “familias de acogida”. ¡Tenemos que
meter a 30 en los dos coches! Los de los pueblos más cercanos vendrán a pie y a
partir de ahí estaremos sin parar haciendo muchas actividades que hemos
preparado con ellos hasta que empiecen la escuela en octubre. Cada uno de ellos
son un regalo: aunque la líen de vez en cuando, tengo ya ganas de que lleguen…
…yo hoy
he comido mi comida más rara de mi vida: termitas fritas😂😂😂 Anoche tuvimos invasión de terminas voladoras que salen después de la
lluvia y pusimos barreños de agua al lado de la luz y se plagaron de termitas
que había que quitarles alas y patas y freír para los invitados que teníamos
hoy ya que es un plato muy preciado😂😂😂. Saben a tostones fritos. Sólo me he comido dos puñaditos y sin mirar
ni masticar mucho…”
En la
excursión yo estaba feliz y pendiente de los demás: me cambié de coche para que
un matrimonio no fuera en distinto coche, pues el párroco se vino antes porque tenía
que celebrar; con otra persona, que quería ir a Lourdes, yo me ofrecí a explicar
lo que quisiera. Volví cansada, pero contenta de haber podido ayudar y haber
superado lo que arrastraba.
Otro día
me dejo el coche tirada, menos mal que lo dejé bien aparcado, pero lo tuve
una semana en la calle; quería olvidarme de él, pero mi hermana y mi
sobrino me preguntaban. No quería oír nada: por dentro tenía mal genio; luego
pensé: “tengo que hacer algo”. Llamé a la grúa, quedé con él y empecé a preocuparme
pensando que en esa calle tan transitada, se va a parar el tráfico, y vendrá
hasta la policía… Un sinfín de cosas. En ese momento me dije: “pareces tonta: ¿de
qué me preocupo, si lo que tengo que hacer es fiarme de Ti como hago muchas
veces?” A los cinco minutos me llama el de la grúa y luego resulta que hasta
nos conocíamos de siempre. Volví a sacar la conclusión que no me debo de
olvidar que lo ÚNICO es Jesús…”
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