LA
UNIDAD SE HACE CAMINANDO
En viaje desde Judea a Galilea, Jesús pasó por
Samaría. Él no tiene ninguna dificultad en encontrarse con los samaritanos,
considerados herejes, cismáticos, separados de los judíos. Su actitud nos da a
entender que confrontarse con los que son diferentes
de nosotros puede hacernos crecer.
Jesús, cansado del viaje, no duda en pedir de beber a la mujer samaritana. Su
sed, lo sabemos, va mucho más allá de la sed física: es también sed de
encuentro, deseo de entablar un diálogo
con aquella mujer, ofreciéndole así la posibilidad de un
camino de conversión interior. Jesús es
paciente, respeta a la persona que tiene ante él, se revela a ella gradualmente. Su ejemplo alienta a buscar una confrontación
pacífica con el otro. Para entenderse y crecer en la caridad y
en la verdad, es preciso detenerse, acogerse y escucharse. De este modo, se comienza ya a experimentar la
unidad. La unidad se hace en el camino, nunca se queda parada. La unidad se hace caminando.
… Muchas controversias entre los cristianos,
heredadas del pasado, pueden superarse dejando de lado cualquier actitud
polémica o apologética, y tratando de comprender juntos en
profundidad lo que nos une, es decir,
la llamada a participar en el misterio del amor del
Padre, revelado por el Hijo a través del Espíritu Santo. La unidad de los cristianos –estamos convencidos– no
será el resultado de refinadas discusiones teóricas, en las que cada uno
tratará de convencer al otro del fundamento de las propias opiniones. Vendrá el
Hijo del hombre y todavía nos encontrará discutiendo. Debemos reconocer
que, para llegar a las profundidades del misterio de Dios, nos necesitamos
unos a otros, necesitamos encontrarnos
y confrontarnos bajo la guía del Espíritu Santo, que armoniza la diversidad y supera los
conflictos, reconcilia las diversidades.
Poco a poco, la mujer samaritana entiende que quien le
ha
pedido de beber, puede saciarla. Jesús se le presenta
como la fuente de la que brota el agua viva que apaga para siempre su sed (cf. Jn 4,13-14). La existencia humana revela
aspiraciones ilimitadas: la búsqueda de la verdad, la sed de amor, de
justicia y libertad. Son deseos satisfechos sólo en parte, porque desde
lo más profundo de su ser el hombre se mueve hacia un «más», un absoluto capaz de satisfacer su sed de manera definitiva. La respuesta a estas
aspiraciones la da Dios en Jesucristo, en su misterio pascual. Del costado
traspasado de Jesús fluyó sangre y agua (cf. Jn 19,34): Él es la fuente de la que
brota el agua del Espíritu Santo, es decir, «el amor de Dios derramado en nuestros corazones» (Rm 5,5) el día del Bautismo. Por obra del
Espíritu, nos hemos convertido en uno con Cristo, hijos en el Hijo, verdaderos
adoradores del Padre. Este misterio de amor es la razón más
profunda de unidad que une a todos los cristianos, y que es mucho más grande que las divisiones que
se han producido a lo largo de la historia. Por esta razón, en la medida en que nos acercamos con
humildad al Señor Jesucristo, nos acercamos también entre nosotros.
El
encuentro con Jesús transforma a
la mujer samaritana en una misionera. Al haber recibido un don más grande e
importante que el agua del pozo, la mujer deja allí su cántaro (cf. Jn 4,28) y corre a decir a sus
conciudadanos que ha encontrado al Cristo (cf. Jn 4,29). El encuentro con Él le ha
devuelto el sentido y la alegría de vivir, y ella siente el deseo de
comunicarlo. Hoy existe una multitud
de hombres y mujeres cansados y sedientos, que nos piden a los cristianos que
les demos de beber. Es una petición a la que no podemos sustraernos. En la
llamada a ser evangelizadores, todas las Iglesias y Comunidades eclesiales
encuentran un ámbito fundamental para una colaboración más estrecha… Todos
estamos al servicio del único y mismo Evangelio.
En este momento de oración por la unidad, quisiera
recordar a nuestros mártires de hoy. Ellos dan testimonio de Jesucristo y son
perseguidos y ejecutados por ser cristianos, sin que los perseguidores hagan distinción entre las confesiones a
las que pertenecen. Son cristianos, y por eso perseguidos. Esto es, hermanos y
hermanas, el ecumenismo de la sangre…
…Queridos hermanos y hermanas, hoy nosotros, que
estamos sedientos de paz y fraternidad, invocamos con corazón
confiado que el Padre celestial,
por medio de Jesucristo, único Sacerdote y
mediador, y por la intercesión de la Virgen María, el apóstol Pablo y todos los santos, nos dé el don de la plena comunión de todos los cristianos, para que pueda brillar «el sagrado misterio de la unidad de la Iglesia» (UR, 2), como signo e instrumento de reconciliación para el mundo entero. Así sea.
mediador, y por la intercesión de la Virgen María, el apóstol Pablo y todos los santos, nos dé el don de la plena comunión de todos los cristianos, para que pueda brillar «el sagrado misterio de la unidad de la Iglesia» (UR, 2), como signo e instrumento de reconciliación para el mundo entero. Así sea.
PAPA FRANCISCO,
Homilía de las vísperas fiesta Conversión
de S. Pablo, 25 enero 2015
La firme certeza de ser amados por Dios está en
el centro de vuestra vocación: ser para los demás un signo tangible de la
presencia del Reino de Dios.
PAPA FRANCISCO,
Viaje apostólico a Corea
Quien está al lado ha sido creado como don para mí
y yo he sido
creada como don para quien me rodea…
Sobre la tierra todo está en relación de amor con todo: cada
cosa con cada cosa.
Pero hace falta ser el amor para
encontrar ese “hilo de oro” entre los seres…
CHIARA LUBICH,
La doctrina espiritual, Roma 2006, p.
142.
No hay comentarios:
Publicar un comentario