AMOR RECIPROCO
…Si lo que un padre dice antes de morir,
no se olvida jamás, ¿qué será de las palabras de un Dios?
Tómalas, pues, muy en serio…: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros
los unos a los otros".
Jesús está a punto de morir y todo lo que
dice, refleja este próximo acontecimiento. Su marcha inminente, de hecho,
reclama, sobre todo, la solución de un problema. ¿Cómo
puede hacer Él para quedarse entre los suyos, y llevar adelante a su Iglesia?
Tú sabes que Jesús
está presente,
por ejemplo, en las acciones sacramentales: en la Eucaristía...
Pues bien, también
donde se vive el amor recíproco, Jesús
Él
puede, por
tanto, permanecer eficazmente presente
en la comunidad en la que es vida el amor recíproco. Y a través de la comunidad puede seguir revelándose al mundo, puede seguir
influyendo en
el mundo.
¿No te parece espléndido? ¿No te vienen ganas
de vivir en seguida este amor junto con los demás cristianos, prójimos tuyos?
Juan, que refiere las palabras que estamos
profundizando, ve el amor recíproco, el mandamiento por excelencia de la Iglesia, cuya vocación es precisamente ser
comunión, ser unidad.
Jesús dice después, en seguida: "En esto conocerán
todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros".
Si quieres, por tanto, buscar el verdadero signo de autenticidad de los discípulos de Cristo, si quieres
conocer su distintivo, tienes que individualizarlo en
el amor recíproco vivido. Los cristianos se reconocen
por este signo. Y, si éste falta, el
mundo no descubrirá nunca a Jesús en la Iglesia.
El
amor recíproco crea la unidad. Pero, ¿qué es lo que hace la unidad?: "...que sean uno, ‑dice
además Jesús‑ para que el mundo crea...". La
unidad, al revelar la presencia de Cristo, arrastra al mundo a seguirlo. El mundo ante la unidad, ante
el amor recíproco, cree en Él.
"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros".
En el mismo discurso de despedida, Jesús llama "suyo" a este mandamiento.
Es suyo, y por tanto, le tiene particular cariño.
No tienes que entenderlo sencillamente como
una norma, una regla o un mandamiento como los demás. Aquí, Jesús quiere revelarte un modo de vivir, quiere decirte cómo
orientar tu existencia. De hecho, los primeros cristianos ponían este mandamiento como
fundamento de sus vidas. Pedro decía: "Sobre todo, conservad entre
vosotros una gran caridad" (1 Pe 4,8).
Antes de trabajar, antes de estudiar, antes
de ir a Misa, antes de cualquier actividad,
comprueba si reina entre ti y quien vive contigo el amor
recíproco. Si
es así, sobre esta base, todo tiene
valor. Sin este
fundamento, nada agrada a Dios.
Jesús te dice, además, que este mandamiento es "nuevo". "Os doy un mandamiento nuevo".
¿Qué quiere decir? ¿Tal vez que este
mandamiento no era conocido?
No. "Nuevo" significa hecho para los "nuevos tiempos".
¿De qué se trata, por tanto?
Mira, Jesús ha muerto por nosotros. Por
tanto, nos ha amado hasta la medida
extrema. Pero,
¿qué amor era el suyo? No ciertamente como el nuestro. El suyo era un amor "divino". Él dice: "Como el Padre me ha amado a mí, así también
yo os he amado a vosotros". Nos
ha amado, pues, con el mismo amor con el cual Él y el Padre se aman.
Y
con ese mismo amor, nosotros tenemos que amarnos mutuamente, para llevar a la práctica el
mandamiento "nuevo".
Sin embargo, un
amor así, tú,
como hombre, no lo tienes. Pero, estate contento porque como cristiano lo recibes. ¿Y quién te lo da? El Espíritu Santo lo infunde en tu corazón y en los corazones de todos los creyentes.
Existe, entonces, una afinidad entre el Padre, el Hijo y nosotros, los
cristianos, por el único amor divino que poseemos. Es
este amor el que nos injerta en la Trinidad. Es este amor el que nos hace hijos de Dios.
Es por
este amor por
lo que el cielo y la tierra están
unidos, como
por una gran corriente. Por este amor, la
comunidad cristiana se eleva a la esfera de Dios y la realidad divina vive en
la tierra donde
los creyentes se aman.
¿No te parece divinamente hermoso todo esto y
extraordinariamente fascinante la vida cristiana?
CHIARA
LUBICH, Comentario a Jn 13,34, mayo 1980
NO LOBOS, SINO CORDEROS
“Siempre que seamos corderos, venceremos y aunque estemos
rodeados de muchos lobos, conseguiremos superarlos. Pero si nos
convertimos en lobos, seremos derrotados, porque nos faltará la ayuda del
Pastor.
El reino de Cristo no se extiende con el
poder, con la
fuerza, con la violencia sino con el don de uno mismo, con el amor
llevado al extremo".
BENEDICTO XVI, Audiencia general, miércoles 26 octubre 2011
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