miércoles, 17 de diciembre de 2014

¡FELIZ NAVIDAD 2014!

¡FELIZ  NAVIDAD 2014!

Si amamos a Dios y a los hermanos,
caminamos en la luz,
pero si nuestro corazón se cierra,
si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean
por dentro y por fuera.
Pueblo en camino,
sobre todo pueblo peregrino
que no quiere ser un pueblo errante.
En esta noche,
como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol:
«Ha aparecido la gracia de Dios,
que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).
La gracia que ha aparecido en el mundo
es Jesús, nacido de María Virgen,
Dios y hombre verdadero.
Ha venido a nuestra historia,
ha compartido nuestro camino.
Ha venido para librarnos de las tinieblas
y darnos la luz.
En Él ha aparecido
la gracia, la misericordia, la ternura del Padre:
Jesús es el Amor hecho carne.
… es el sentido de la vida y de la historia
que ha puesto su tienda entre nosotros”.




Este es mi deseo para
UNA SANTA Y FELIZ NAVIDAD.
Lo dirijo con afecto a ti,
a tus familiares, a todos,
en particular si hubiera alguno enfermo o que sufre.


Y como regalo que acompañe esta felicitación, a mitad de mes, (y dado que todavía estamos en el Adviento, cuya segunda parte comienza siempre el 17 de diciembre), además del texto anterior, (PAPA FRANCISCO, Homilía en la Santa Misa de medianoche de la Solemnidad del Nacimiento del Señor, Basílica de San Pedro, 24 diciembre de 2013), otro más, para que nos ayuden a todos a intensificar el vivir la Palabra de diciembre para que también “se haga carne” en nosotros y así sea auténticamente Navidad:

MUCHOS, UN SOLO CUERPO
“…el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él da la vidasuscita los diferentes carismas que enriquecen al Pueblo de Dios y, sobre todo, crea la unidad entre los creyentes: de muchos, hace un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Toda la vida y la misión de la Iglesia dependen del Espíritu Santo; él realiza todas las cosas.
… Cuando rompemos el cerco de nuestro egoísmo, salimos de nosotros mismos y nos acercamos a los demás para encontrarlos, escucharlos, ayudarlos, es el Espíritu de Dios que nos ha impulsado. Cuando descubrimos en nosotros una extraña capacidad de perdonar, de amar a quien no nos quiere, es el Espíritu el que nos ha impregnado. Cuando vamos más allá de las palabras de conveniencia y nos dirigimos a los hermanos con esa ternura que hace arder el corazón, hemos sido sin duda tocados por el Espíritu Santo.
Es verdad, el Espíritu Santo suscita los diferentes carismas en la Iglesia; en apariencia, esto parece crear desorden, pero en realidad, bajo su guía, es una inmensa riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad. Sólo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la unidad. Cuando somos nosotros quienes deseamos crear la diversidad, y nos encerramos en nuestros particularismos y exclusivismos,
provocamos la división; y cuando queremos hacer la unidad según nuestros planes humanos, terminamos implantando la uniformidad y la homogeneidad. Por el contrario, si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca crean conflicto, porque él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia.
Los diversos miembros y carismas tienen su principio armonizador en el Espíritu de Cristo, que el Padre ha enviado y sigue enviando, para edificar la unidad entre los creyentes. El Espíritu Santo hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior…”

PAPA FRANCISCO, Homilía,  Catedral católica del Espíritu Santo,

Estambul, 29 de noviembre de 2014

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