El domingo 24, solemnidad de Cristo Rey, concluiremos la celebración del “Año
de la Fe”. Y, una semana después, como siempre por esas fechas, el ciclo
litúrgico. ¡Todavía se puede hacer un “sprint” en ambos! ¡¡Y también en vivir
la Palabra de Vida de noviembre!! Más aún, esta nos ayudará a lo otro.
Para ello, para recordarla a mitad de mes, (y profundizarla) te ofrezco 3 textos:
ESPÍRITU DE UNIDAD
…cuando Dios creó al hombre, lo hizo varón y mujer. Es decir, distintos en
función de una unidad: la familia. Y la variedad de culturas,
lenguas y tradiciones, entonces, no podemos sino verlas como queridas por Dios
y en función de una unidad superior: la del género humano, la
realización del designio final de Dios para con la humanidad, de la que
la unidad de
la Iglesia es el signo precursor. La síntesis final es el Cristo
total, su Cuerpo Místico plenamente realizado.
Los cristianos están llamados a realizar la unidad escatológica de alguna
manera ya desde esta tierra, viviendo el mandamiento de Cristo: «amaos como yo os he amado», es decir, amar al otro
como Dios lo ama, totalmente y en su identidad distinta de la
nuestra, y
esto recíprocamente. He ahí entonces el milagro de la unidad y con
ella la presencia de Jesús, real, prometida por Él a quienes se aman así (Mt 18, 20). También aquí la unidad de
los diversos produce una realidad de cualidad superior.
Dirigiéndose el pasado mes de mayo a una representación variopinta de un
centenar de movimientos eclesiales, el Papa
Francisco afirmaba: «El Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía... Sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad».
Francisco afirmaba: «El Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía... Sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad».
Es ciertamente el Espíritu Santo, como dice el Papa, quien hace la unidad;
Aquel que en el seno de la Trinidad hace la unidad más excelsa entre los dos
más distintos posibles existentes: el Padre y el Hijo…, …el Generante y el
Generado. Pero es también Él, ese Espíritu «que
sobrevolaba sobre el caos» original del que nos habla el libro del Génesis,
ordenando, componiendo en unidad progresivamente todas las cosas.
JORDI MARJANEDAS,
Revista “Ciudad Nueva” noviembre 2013, p.
TRES PALABRAS: “POR FAVOR”, “PERDÓN”,
“GRACIAS”
…necesitan la ayuda de Jesús, para caminar juntos
con confianza, para quererse el uno al otro día a día, y perdonarse cada día.
Y esto es importante. Saber perdonarse en las familias,
porque todos tenemos defectos, ¡todos! A veces hacemos cosas que no son buenas y hacen daño a los demás. Tener el valor de pedir perdón cuando nos equivocamos…
porque todos tenemos defectos, ¡todos! A veces hacemos cosas que no son buenas y hacen daño a los demás. Tener el valor de pedir perdón cuando nos equivocamos…
…para sacar adelante una familia es necesario
usar tres palabras. Quisiera repetirlo. Tres palabras: permiso,
gracias, perdón. ¡Tres palabras clave! Pedimos permiso para ser respetuosos en
la familia. “¿Puedo hacer esto?, ¿te gustaría que
hiciese eso?”, con el lenguaje de pedir permiso. ¡Digamos “gracias”, gracias por el amor! Pero dime, ¿cuántas veces al día dices “gracias” a tu mujer, y tú a tu marido? ¡Cuántos días pasan sin pronunciar esta palabra: “gracias”! Y la última: “perdón”. Todos nos equivocamos y a veces alguno se ofende en la familia y en el matrimonio, y algunas veces –digo yo– “vuelan los platos”, se dicen palabras fuertes…, pero escuchad este consejo: no acabéis la jornada sin hacer las paces. ¡La paz se renueva cada día en la familia! “¡Perdóname!”. Y así se empieza de nuevo.
hiciese eso?”, con el lenguaje de pedir permiso. ¡Digamos “gracias”, gracias por el amor! Pero dime, ¿cuántas veces al día dices “gracias” a tu mujer, y tú a tu marido? ¡Cuántos días pasan sin pronunciar esta palabra: “gracias”! Y la última: “perdón”. Todos nos equivocamos y a veces alguno se ofende en la familia y en el matrimonio, y algunas veces –digo yo– “vuelan los platos”, se dicen palabras fuertes…, pero escuchad este consejo: no acabéis la jornada sin hacer las paces. ¡La paz se renueva cada día en la familia! “¡Perdóname!”. Y así se empieza de nuevo.
Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos?
(Responden: Sí). ¡Permiso, gracias, perdón! Usemos estas tres palabras en la
familia. ¡Perdonarse cada día!
En la vida de una familia hay muchos momentos
hermosos: el descanso, la comida juntos, la salida al parque o al campo, la
visita a los abuelos, la visita a una persona enferma… Pero si falta el
amor, falta la alegría, falta la fiesta, y el amor nos lo da siempre Jesús: Él
es la fuente inagotable. Allí Él, en el Sacramento, nos da su
Palabra y nos da el Pan de vida, para que nuestra alegría llegue a plenitud…
PAPA FRANCISCO,
Discurso a las familias del mundo con
ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la fe, 26 octubre 2013
AMOR ACOGEDOR, PACIENTE
…la verdadera
alegría… no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias
favorables… la
verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas,
que todos
experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida. En el fondo de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia; está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos enseña, en familia, a tener este amor paciente, el uno por el otro. Tener paciencia entre nosotros. Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía
de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe, la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la vida. En el fondo de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia; está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos enseña, en familia, a tener este amor paciente, el uno por el otro. Tener paciencia entre nosotros. Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía
de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe, la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
PAPA FRANCISCO, Homilía en la Santa Misa de clausura de la
peregrinación de las familias del mundo a Roma en el Año de la Fe, 27
octubre 2013
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