PALABRA DE VIDA mes de Noviembre
perdonándoos unos a otros como Dios os
perdonó en Cristo»
(Ef 4, 32)
Este programa
de vida es concreto y esencial. Bastaría por sí solo para crear una sociedad diferente, más fraterna, más solidaria.
Está sacado de un amplio proyecto propuesto a los cristianos de Asia Menor.
En aquellas comunidades se había alcanzado la
«paz» entre judíos y gentiles, los dos pueblos
que representan a la humanidad, divididos hasta entonces.
que representan a la humanidad, divididos hasta entonces.
La unidad, don de Cristo, hay que reavivarla
siempre y traducirla en comportamientos sociales concretos,
enteramente inspirados en el amor recíproco.
De ahí las indicaciones sobre cómo plantear nuestras relaciones:
«Sed buenos, comprensivos, perdonándoos
unos a otros como Dios os perdonó en Cristo».
Benevolencia: querer el bien
del otro. Es «hacerse
uno» con él, acercarnos a él completamente vacíos de nosotros mismos, de nuestros
intereses, de nuestras ideas, de tantos prejuicios que nos nublan la mirada,
para cargar con sus pesos, sus necesidades, sus sufrimientos, para compartir
sus alegrías.
Es entrar en el
corazón de aquellos a quienes nos acercamos para comprender su
mentalidad, su cultura, sus tradiciones, y hacerlas, en cierto modo, nuestras;
para entender de verdad lo que necesitan y saber
acoger esos valores que Dios ha depositado en el corazón de cada persona.
En una palabra: vivir por quien tenemos al lado.
Misericordia: acoger al otro
tal como es, no como quisiéramos que fuese, con un carácterdilatar el corazón y hacerlo capaz de acoger a todos
con su diversidad, sus limitaciones y miserias.
distinto, con nuestras mismas ideas políticas, nuestras convicciones religiosas y sin esos defectos o esos modos de hacer que tanto nos irritan. No; hay que
distinto, con nuestras mismas ideas políticas, nuestras convicciones religiosas y sin esos defectos o esos modos de hacer que tanto nos irritan. No; hay que
Perdón: ver al otro siempre
nuevo. Ni siquiera en las convivencias más bellas y
serenas –en la familia, en la escuela, en el trabajo– faltan momentos de
fricción, divergencias, enfrentamientos. Llegamos a no dirigirnos la palabra, a
evitar encontrarnos, por no hablar de cuando se arraiga en el corazón el odio
en toda regla hacia quien no piensa como nosotros. El compromiso fuerte y
exigente es tratar de ver cada día al hermano y a la hermana como si fuesen
nuevos, novísimos, sin recordar en absoluto las ofensas
recibidas, sino cubriéndolo todo con el amor, con
una amnistía completa del corazón, a imitación de Dios, que perdona
y olvida.
Además, la paz verdadera y la unidad llegan
cuando la benevolencia, la misericordia y el perdón se viven no sólo individualmente, sino juntos, en la reciprocidad.
Y así como, en una chimenea encendida, hace
falta de vez en cuando mover las brasas para que la ceniza no las cubra,
también es necesario, de vez en cuando, reavivar
expresamente el amor recíproco, reavivar
las relaciones con todos, para que no queden recubiertas por las
cenizas de la indiferencia, de la apatía y del egoísmo.
«Sed buenos, comprensivos,
perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo».
Es necesario que estas actitudes se traduzcan en hechos, en acciones
concretas.
El propio Jesús demostró lo que es el amor cuando
sanó a los enfermos, cuando dio de comer
a la muchedumbre, cuando resucitó a los muertos, cuando les lavó los pies a sus discípulos. Hechos, hechos: esto es amar.
a la muchedumbre, cuando resucitó a los muertos, cuando les lavó los pies a sus discípulos. Hechos, hechos: esto es amar.
Recuerdo una madre de familia africana: había
tenido que sufrir la pérdida de un ojo de su hija Rosangela, víctima de un
chico agresivo que la había herido con un palo y seguía burlándose de ella. Ni
el padre ni la madre del chico habían pedido disculpas. El silencio y la falta
de relación con aquella familia la amargaban. «¡Consuélate –decía Rosangela,
que había perdonado–, tengo la suerte de poder ver con el otro ojo!».
«Una mañana –cuenta la madre de Rosangela–, la
madre de aquel chico me mandó llamar porque se sentía mal. Mi primera reacción
fue: “¡Mira ésta, ahora viene a pedirme ayuda, con tantos vecinos como hay,
precisamente a mí, después de lo que nos ha hecho su hijo!”.
»Pero inmediatamente recordé que el amor no tiene barreras. Corrí a su casa.
Ella me abrió la puerta y se desmayó entre mis brazos. La acompañé al hospital
y me quedé a su lado hasta que los médicos la atendieron. Al cabo de una
semana, ya fuera del hospital, vino a mi casa a darme las
gracias. La recibí con todo el corazón. He conseguido perdonarla. Ahora la relación se ha reanudado; es más, es completamente nueva».
gracias. La recibí con todo el corazón. He conseguido perdonarla. Ahora la relación se ha reanudado; es más, es completamente nueva».
También nosotros podemos llenar el
día de gestos concretos, humildes e inteligentes, como expresión de nuestro
amor. Veremos crecer alrededor nosotros la
fraternidad y la paz.
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