VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de ABRIL
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de abril («Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía», Hch 4, 33) y la de marzo («Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme», Sal 51, 12):
1.- Las horas inmediatamente previas a la Vigilia
Pascual y luego todo el Domingo de Resurrección me nacía espontáneo en el fondo
del alma muchísimas veces “este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra
alegría y nuestro gozo”. Y casi sin darme cuenta me ponía a tararearlo. E
incluso a veces a cantarlo en casa o cuando estaba en la iglesia, incluso a
pleno pulmón. Cuando me encontraba con algún conocido, además de desearle
“feliz Pascua”, a veces también cantaba algo de la canción. Me suele suceder
todos los años, pero quizá este más todavía.
La verdad es que estaba yo con un gran gozo interior por la
resurrección de Cristo: es necesario celebrarlo cada año, (y tener toda la
cincuentena pascual), para que nos entre bien que ¡llevamos dos mil años de
Pascua los 365 días de cada año!; ¡¡Cristo resucitó y camina con nosotros!!
2.- La semana I de Pascua todos los años promovemos,
organizamos y participamos en un encuentro de sacerdotes y seminaristas para
toda España, alternando un año en el centro Mariápolis y otro fuera. Esta vez
ha tocado en Baeza.
Yo creo que personal y comunitariamente de verdad ha sido
un testimoniar la presencia del Resucitado en medio de nosotros por el amor
recíproco tanto en los momentos de oración, como en los de formación, como en
los de descanso y turismo.
Hemos estado una treintena de 10 diócesis y, cosa curiosa,
¡de 4 continentes, (pues había un
filipino, un angoleño y dos venezolanos, junto con todos los españoles!: desde
un recién ordenado, hasta algunos que ya rondaban sus bodas de oro
sacerdotales.
En la convivencia y en los detalles de servicio de unos hacia
otros, o en los paseos turísticos, percibíamos nosotros y también los demás,
(tanto las monjitas y el personal de servicio de la casa de espiritualidad que
nos hospedaba, como los que nos veían al recorrer Baeza y Úbeda, y también
Jaén), la paz y la serena alegría que son huella de la presencia del
Resucitado.
Cada día con una temática diversa, pero complementaria: reavivar
la vocación, equiparnos para la fidelidad y la misión hoy.
He vuelto renovado y, algunos, al verme llegar, (tanto en mi casa
como en la parroquia), me comentaban con una sonrisilla de complicidad: “¡se
nota de dónde vienes, eh!”. También eso es testimoniar, (transparentar), al
Resucitado.
2b.- En el viaje de regreso, llevé a un compañero
venezolano y a otro angoleño: ¡tres continentes en el mismo coche! Rezando la
liturgia de las horas juntos y el rosario y charlando amigablemente,
continuamos en el mismo “clima” de presencia del Resucitado en medio de
nosotros. También con las horas de parada que hicimos en mi pueblo para ver a
mi madre: traté de compaginar el estar con ella junto con el que conocieran mi
pueblo, así que nos la llevamos de “copiloto” a visitar la Virgen de la Teja en
las Clarisas, una bodega y el Santuario de la Patrona la Virgen de la Caridad,
(donde, por cierto, uno de ellos se encontró con una feligresa). Mi madre
contentísima. Ellos, también. Y después de la siesta continuamos viaje y los
llevé a la parroquia de uno de ellos.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de abril («Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía», Hch 4, 33), la de marzo («Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme», Sal 51, 12) y la de febrero («Haced todo con amor», 1 Co 16, 14):
1.- “…como se cuenta en
las experiencias que enviaste en enero, hace varios meses que he empezado yo
también a leer la Biblia y a rezar cada día. Sea sola que junto con mi pareja y
mi cuñada. Es una costumbre que poco a poco estoy incluyendo en mi día a día y
me permite sentir la presencia del Señor más cerca.
Como sabes, en los últimos meses, por la
enfermedad de él, necesitamos un “extra” de apoyo y fuerza para superar el día,
para no dejar que “las tinieblas” se apoderen de nosotros. Y ahí es donde Dios
está, acompañándonos e iluminándonos el camino…”.
2.- “…¡Qué bonito es encontrarme tus correos!: me llevan a
reflexionar cada uno de los momentos de la semana, en particular desde estos
últimos tiempos... “¡Cristo ha resucitado, que se me note!”. Eso es lo que me
repito a cada instante y se lo repito a mis peques: ¡que se nos note! y busco
oportunidades para que así sea.
El
sábado me he quedado muy conmovida con lo que comentaste del niño de vuestra
parroquia que ha fallecido... Te dije que uno nunca está preparado para perder
un hijo, hablando como madre, a lo que me respondiste con fe, que debemos estar
preparados para partir y soportarlo, dejando todos nuestros asuntos en paz y en
plena entrega a Dios y así es... ¡Cuánta razón!: ¡ cómo preparar el corazón
para cualquier evento que nos sorprenda, cómo tener un corazón puro...!
Ayer
en mi aula de catequesis, dos de “mis” niños eran compañeritos de cole de ese
niño y a medida que iban llegando, me iban anticipando que debíamos rezar por él...
Estaban muy impresionados, (se me encogía el alma) y así lo hicimos, muchas
oraciones tomados de las manitas para él y su familia.
Dios crea en nosotros un
corazón puro cuando nos toca de cerca el sufrimiento: cada día lo entiendo
mejor en mí y en los demás.
Pero
voy entendiendo también que este descubrimiento no debe quedar solo en mí: debo
transmitirlo con mi comportamiento, mi forma de proceder, mis oraciones y
pensamientos y a veces se me hace difícil.
2b.- El jueves santo fui a misa con mi hija mayor. El templo
estaba lleno de gente y faltaba un poco el aire. Ella decidió ir a confesarse y
yo me quedé de pie en la parte de atrás, no lejos del confesionario. Después de
un buen rato, se escuchó un golpe: nos acercamos al confesionario y ¡era mi
hija que se había desmayado en el momento de recibir la bendición luego de
la confesión! ¡No sabes qué susto tenía el sacerdote! Solo fue una lipotimia,
pero mi hija, que es muy sensible, me contó luego que sintió muchas cosas y se
sintió abrumada por la confesión... ¡Dios toca nuestro corazón!
Muchas
gracias nuevamente por tus correos, ¡qué bien me hacen!…”.
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