VIDA DE LA PALABRA primeras semanas de JULIO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de julio («Solo una cosa es necesaria», Lc 10, 42) y la de junio («Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de Ti», Sal 16, 2):
1.- El mes pasado repetí cientos de veces en mi interior "Tú, Señor, eres
mi único Bien". Sin dejar de decirlo interiormente también este mes,
además, estoy repitiéndole muchas veces "una sola cosa es necesaria",
(a veces en latín: "porro unum est necesarium") para iniciar un
diálogo interno con Él, poniéndome a la escucha de Él como única cosa
("porro unum...") y no dejando que mi corazón se incline a ninguna
otra cosa que no sea amar ("porro unum...", también) por haberle
escuchado.
1b.- Por ejemplo, en una actividad de varios días, parecía como que los que la
desarrollaban me ignoraban, (estoy seguro que sin mala voluntad): casi como que
yo no tenía ningún papel. En casos similares, mi cortedad y timidez, (que la
tengo bastante disimulada), aflora a más no poder.
Yo trataba de
pasar desapercibido, sí, sin inmiscuirme y menos aún interferir, (aunque la
actividad se podía realizar gracias a que yo aportaba mi titulación de
"Coordinador"), pero estaba atento a suplir, (aunque lo tenían todo
muy preparado, "muy currado"), en pequeñas cosas donde ellos no
llegaban o no se daban cuenta. Y atento también a acoger en seguida las cosas
que me pedían o me sugerían.
Hubo un par de momentos que aparentemente desde fuera parecían un desplante. Me tuve que repetir un montón de veces esos dos días: "solo una cosa es necearia". Y no cedía a prejuicios: no dejaba de amar y encontraba la paz.
1c.- A partir de ahí, después de cada comida y cada cena, con delicadeza,
(aunque me venía tentación de otra cosa), y una sonrisa les decía a alguno de
los responsables, (ellos siempre estaban intercomunicados por
radio-transmisores entre ellos): "si cambiáis de programa o de lugar, por
favor, no os cuesta ningún trabajo a alguno de vosotros llamarme o ponerme un
whatsapp, (y lo mismo a partir de mañana con el compañero que me suple").
El último día
que yo participaba percibí que quizá habían mejorado las cosas.
Regresé contento de la experiencia, (¡¡y con decenas de picaduras de pulgas!!).
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de julio («Solo una cosa es necesaria», Lc 10, 42), la de junio («Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de Ti», Sal 16, 2) y la de mayo («Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros», Jn 13, 34:
1.- “…el pasado mes de
junio fue una maratón para intentar terminar bien el curso. Las actividades
casi se superponían unas con otras y al agotamiento se añadió un fuerte deseo
de llegar "en condiciones" de oración y buenas obras a la celebración
del Sagrado Corazón de Jesús. Todas muy buenas intenciones, pero contando solo
con mis propias fuerzas. Al final, las cosas se fueron torciendo; el pecado
hizo acto de presencia y empecé a ver, por encima de todo, mi fracaso, mi
culpa.
Lo que hasta entonces había sido un camino
gozoso en compañía del Señor se fue convirtiendo en un hundirme en un pozo cada
vez más profundo y oscuro, en el que en mi corazón sólo escuchaba reproches:
"tú, que te creías algo, no vales nada"; "siempre acabas estropeándolo
todo"; " no te mereces el amor de Dios"... Cada vez más derrotada y hundida en mi propia miseria, parecía no
haber sitio para la esperanza.
Pero gracias a Dios, cuando ya lo
único que sentía era que me engullía la angustia, recordé la Palabra de Vida
que nos habías dado para junio: "Señor, Tú eres mi único bien" y
empecé a repetirla, como una jaculatoria desde el corazón, una y otra vez.
Sentí como si en mi alma se fuera hinchando
un flotador de misericordia que tiraba de mí hacia "arriba" como un
globo; que me quitaba el lastre de la culpa; que me hacía ascender y salir de
ese pozo de angustia y soledad, recuperando, por fin, la alegría de caminar junto a Dios en
compañía de los demás…”.
2.- “…el otro día me paró un hombre por la calle: “hoy es mi cumpleaños; te compro un refresco o una cerveza y te lo tomas en tu casa”. Me quedé sorprendida, desconcertada. Pensé cómo reaccionar. No me paro con desconocidos; sabes que nunca prejuzgo a nadie por su presencia; así que un impulso interior me hizo decirle: “pero me la tomo contigo en la tienda o aquí en la calle”. Era marroquí, musulmán, no tenía absolutamente a nadie casi como yo… escuché a fondo su soledad y sus problemas. Me agradeció desde el fondo de su alma. P.ej. me ayudó el que él dijera: “cuando se va un amigo, otro vendrá”. También le ayudó a él que yo dijera que no tenía por qué sentirse mal si tomaba una cerveza, un poco de alcohol. Aprendí mucho; estaba con paz y alegría, después de la sorpresa, (o susto), inicial…”.
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