VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de DICIEMBRE
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de diciembre («Velad, pues, porque
no sabéis qué día vendrá vuestro Señor», Mt 24, 42) y la de noviembre («Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran», Rm 12, 15):
1.- Este año he vivido Navidad en
mi pueblo con mi familia. Previamente, la mañana del 24 fuimos los 5 hermanos
(incluido el convaleciente de sus dos recientes operaciones) y casi todos los
sobrinos a hacer ejercicio juntos corriendo (o, más bien, caminando rápido). Para
cuidar por amor a Dios la salud que Él nos regala y de la que tenemos que ser
responsables cada día.
Dado que el parque cercano a
casa estaba cerrado, fuimos a los contiguos paseos del Santuario de la Virgen:
me parecía que así Ella como Madre nos quería todavía más cerquita. De hecho,
antes de proponerlo yo, al acabar entramos todos a orar unos minutos y rezarle
juntos una oración.
1b.- La Misa de víspera de
Navidad (mis hermanos y sobrinos acompañaban tocando la guitarra y cantando)
nos hacía adelantar el acontecimiento central de la noche (este año, por
primera vez en nuestra parroquia de siempre, no iba a celebrarse Misa “del
gallo”).
Momento bonito cuando, al
entonar precisamente el cántico de los ángeles en la noche de Navidad, varios
niños entraron desde atrás con la imagen del Niño Jesús y la depositaron en la
cuna, en el presbiterio, ante el altar.
1c.- Luego, ya en casa, todos
colaborando en preparar la cena y poner la mesa: ¡qué trabajazo años atrás se
pegaba mi madre casi ella sola preparando durante toda la tarde! ¡¡Estos años
hemos empezado a valorarlo!! Era precioso colaborar unos en una cosa y otros en
otra, (hasta los pequeños dejaron su maquinita y sus juegos).
¡Todo listo!
Se apagan las lámparas de
toda la casa y, a la luz de una linterna, una de mis hermanas proclama el
Evangelio de S. Lucas que recuerda todos los misterios que se celebran durante todos
estos días. Luego lo comenta, pensando sobre todo en los más pequeños, y acaba
explicando: “el mundo vivía en tinieblas y vino Aquel que es la Luz”. Y
entonces encendimos las luces con aplauso y villancico y bendecimos los
alimentos dando gracias a Dios.
1d.- Después de cenar y recoger
la mesa, como Dios se nos da como regalo hecho Niño en Navidad, también entre
nosotros nos hacemos un regalo de “amigo invisible” y después de abrirlo, el
que lo ha recibido, trata de adivinar quién fue su amigo invisible, quién le
hizo el regalo. Nos reímos a carcajada batiente, esta vez, sobre todo, gracias
al ingenio de uno de mis cuñados y dos sobrinillos.
1e.- A una de mis hermanas le
regalaron el juego “Vertelis”. ¡¡Un acierto, y más para esta época del año!!
Nos pusimos a jugar todos.
Incluso los niños, que habían hecho amago de coger sus móviles y maquinitas
para aislarse en sus juegos electrónicos, a los pocos minutos se sumaron.
Siempre hemos sido una
familia muy unida, pero ese juego nos hacía descubrir y valorar detalles del
año de unos y otros que quizá ni conocíamos. Consiste en unas tarjetas con
preguntas personales sobre el año que acaba o sobre el que comenzará: unas
veces uno tiene que “abrir” su corazón para contar y otras demostrar que conoce
bien al de al lado o al de enfrente; un juego que sirve para unir grupos o
familias o comunidades, para hacer verdadera “comunión de alma”.
Una de las
preguntas: teníamos que adivinar qué viaje le gustaría hacer a cada uno el año
próximo. Cuando nos toca el turno de adivinar el viaje que querría mi madre…, sin
esperar mucho ella… a que dijéramos sitios, de pronto nos dice: “a la Virgen de Gracia, de Puertollano”
(su pueblo). Silencio sepulcral: con lo que queremos a nuestra madre, ella
siempre pendiente de darnos gusto a cada uno y a todo el mundo, ¡y poquísimas
veces se nos había ocurrido que le gustase ir al pueblo que la vio nacer y en
el que vivió hasta los 11 años! Alguno de mis hermanos no había estado allí nunca.
1f.- En cuanto ella salió al
servicio, todos “maquinamos” llevarla uno de esos 3 días siguientes. Y acompañar
todos los que pudiéramos: su ilusión siempre es ir a “todos lados siempre
juntitos”.
Logramos cuadrar ida
y vuelta en el día: el día 27 casi todos podíamos. En poco más de hora y media
de viaje, celebramos allí la Misa en su parroquia, localizamos a alguna prima (y
algún otro pariente más lejano, que eran ya los únicos allí y hacía años que
habían perdido el contacto); vimos dónde se ubicaba su casa… Cada uno de los
recuerdos que ella iba diciendo en voz alta, nos emocionaba a todos; cerca de
“su” casa recordó ella que había una sombrerería… ¡y todavía estaba!: entramos
a preguntar por si algún empleado conocía a los dueños de entonces… ¡y era él
mismo, algo mayor que mi madre!; se emocionaron los antiguos vecinos y en
seguida él fue a la casa de enfrente a otra vecina, (los únicos que quedan en
el barrio de aquel entonces), que con sus 92 años estaba cosiendo, como en
aquella época pues era la que les hacía los vestiditos; se reconocieron
enseguida, (¡con 70 años más, claro!).
Fue un día sencillo pero
lleno de emociones. Pensábamos que la última no se la podríamos cumplir:
visitar la sepultura de su hermanito que falleció antes de que mi madre naciera.
Pero Dios quiso que simplemente con un par de llamadas y ya poco rato antes de
emprender el regreso, pudiéramos localizarla: fue emocionante rezar todos ante
la lápida de nuestro tío. Y puesto que falleció con 25 meses, (por supuesto
bautizado apenas nacer), sin duda está en el cielo, es santo; así que, también
nos encomendamos a él.
1g.- Después del regreso, colofón
del día, aunque mi madre estaba agotadita, quiso ir también, ya en la parroquia
de nuestro pueblo, a una ceremonia sencillísima y muy bonita y emotiva: delante
de apenas 8 personas, mi hermana la misionera renovaba sus promesas de entrega
a Dios, pues ese era el día en que las formuló por vez primera. Y todos dábamos
gracias a Dios con ella y por ella.
Alguna de vuestras
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de diciembre («Velad, pues, porque
no sabéis qué día vendrá vuestro Señor», Mt 24, 42), la de noviembre («Alegraos con los que se alegran; llorad con
los que lloran», Rm 12, 15) y la de octubre («Conserva
el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros»,
2 Tm 1, 14):
1.- “…no tengo palabras para agradecerte el bien inmenso que me
haces a través de tu testimonio y palabra de vida tan puntual, que, no siempre nos
es fácil...
Paco,
llevaba tres o cuatro días en “lucha”: me invitaban a algo que no quería y por
otro lado, no podía al tener que dejar las muchas cosas que hay entre manos
estos días; al final, queriendo hacer un gesto de amor a la persona en
concreto, y viendo las cosas que podía posponer, dije que sí. Al día siguiente,
llamo para decirle que si iba serían dos hora y media de viaje y… me dice: “justo en este momento le iba a llamar para
decirle que ya no viniera, que lo dejamos para otra ocasión”. Le dije: “encantada, pero por mi parte estaba
dispuesta”. No vieras la alegría interior y paz que experimenté con haber
dicho que sí, aunque al final no tuve que ir.
Esto tan simple me está ayudando a pequeños
síes que hay que ir diciendo a cada momento, gracias hermano…”.
2.- “…es verdad que releer la PdV, el evangelio y escuchar a los
compañeros/as del YouCat también me ayuda a reflexionar…
Estoy muy
contenta hoy porque he encontrado un detalle que le encanta a mi madre pues me
llevó toda la mañana buscarlo con ella y no lo encontramos y después, ya más
tranquila, fui con mi hijo de paseo y ¡allí estaba lo que mi madre quería! Así
que, gracias a Dios tengo su regalo perfecto para Navidad...
Muchas
gracias… por saber escuchar y por los consejos…”.
3.- “…amigo que cada mes me manda la PdV y yo no tengo apenas
tiempo de leerla: llevo desde octubre sin leerla, ¡con lo que me gusta!, pero
es falta de tiempo, creo; parece una excusa, pero realmente, Paco, siento
que llevo un ritmo tan acelerado que me aleja de Dios.
Sé que
está ahí, que me perdona, que me cuida, pero no reflexiono, no lo medito, no te
leo; complicado, ¿verdad?
El otro
día Él me dio una señal pequeña: “estoy
aquí, te lo demuestro: no te alejes solo por falta de tiempo”. Y, ¿cómo lo
percibí? A través de una amiga en una situación personal donde ella no tenía
ninguna posibilidad, ni ninguna puerta abierta para entrar donde ella quería, y
servir a Dios; donde por culpa de conocidos que se hablan unos a otros, le
cerraban más puertas con comentarios negativos. Yo lo veía difícil, imposible;
los del entorno que la queremos lo veíamos muy negativo. Y de repente, a través
de quien menos lo esperaba, Dios abrió una puerta a esta chica.
Cuando
me lo contaba, se me salían lágrimas; me decía ¿por qué lloras?, lloro por su
felicidad, pero sobre todo tenía una gran necesidad de llorar por mi culpa.
Porque cuando me alejo de Dios, cuando no lo leo, cuando no le tengo presente,
soy pecadora aún más si cabe; soy pequeña aún más y desagradecida con lo que me
da; y porque Dios me dijo en este testimonio: “estoy, ¿ves?… ¡vuelve!”.
Y he
leído este mes tu PdV y las de dos meses atrás.
Seguiré
sin tiempo, seguro, pero quiero que Dios esté presente en mi vida. Sé que nunca
dejarás de mandarme la PdV, aunque no la lea, aunque tarde; esto es para mí un
seguro: un “¡vuelve!”, al igual que las oraciones de mi amiga…
…gracias por el bien que haces, por el bien que nos
haces…”.
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