VIDA DE LA PALABRA últimas semanas MARZO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de marzo («¡Reconciliaos con Dios!»,
2 Co 5, 20) y, la de febrero («Os daré un corazón nuevo; infundiré en
vosotros un espíritu nuevo», Ez 36,
26):
1.- Había muchas gotas que iban colmando el vaso. La
última: la hija adolescente esa noche se había escapado de casa. Encontrada después
de 5 horas de angustia… ¿qué hacer?: escribir por whatsApp al “padresito”. “Necesito hablar con usted”. ¡Solo nos
habíamos visto una vez! No sabía yo qué me podía encontrar, pero el “¡reconciliaos
con Dios!” y el consecuente “ser reconciliadores” me resonaba dentro.
Quedé con la madre, (se
trajo a la niña), el único rato libre que yo tenía: temprano, antes de las
confesiones de la primera Misa de esa mañana de domingo. Después de escucharlas,
noté que inconscientemente había alguna dificultad de relación con el padre.
Quedé para entrevistarme con los tres unos días después.
Me había venido una
inspiración un rato antes; cuando llegaron, les pedí “tres favores antes de que os sentéis”: “el papá le da un abrazo fuerte y apretado y sin prisa a la mamá”.
Me miran entre sorprendidos y divertidos. “Y
ahora el papá a la hija…; y la mamá a
la hija”. Se sientan y empiezan a contarme atropelladamente múltiples
problemas de relación y de todo tipo. También que, aunque no se olvidaban de
Dios, sí se habían alejado de Él. Después de escuchar a fondo, me vino a la
mente una conversación de Chiara Lubich a las familias en la cual ella les
enseñaba cómo practicar en lo cotidiano los instrumentos de la espiritualidad
de comunión, así que les dije: “decidme
ahora cada uno un defecto de los demás, (mejor no, porque ya lo estáis
haciendo), y 3 virtudes de cada uno de los demás”. Conforme iban hablando, (a
veces, por no poder decir 3 cosas) se ponían a llorar uno u otro o los tres. Se
desvelaron cosas de sus historias personales que habían dejado heridas
profundas en el alma
Al final de la velada,
se les notaba a cada uno con el corazón abierto entre ellos y hacia Dios. Les
propuse volver a encontrarnos todos, pero esta vez en “su terreno”: “invitadme a vuestra casa”. Y cuando les
iba a preguntar si ya la tenían bendecida, fueron ellos los que lo propusieron.
Antes de marcharse, les volví a pedir que se dieran un “abrazo igual y mejor” que
el del principio, y también me lo dieron a mí.
Ya en su casa, se les veía felices: en todos
esos días no había habido ninguno de los muchos problemas que antes les
aquejaban. Todo había cambiado. Y ciertamente se veía en sus rostros, (y en el
modo de relacionarse entre ellos y conmigo), que Dios había empezado a actuar. Me
quedé a cenar después de bendecir su hogar. Fueron unas horas realmente bonitas,
contándome muchas cosas, dramáticas incluso, pero ahora desde perspectiva
esperanzada e ilusionante, ¡y unidos entre ellos!
Yo les había llevado
de regalo el último número del mensual “Ciudad Nueva” y de pronto al despedirme
me vino una idea: “esta vez, los ‘deberes’
son sacar de ahí la hojita de la Palabra de Vida, que habla de ‘reconciliarse
con Dios’ (y, además, de ‘ser reconciliadores’), la ponéis con un imán en la
nevera y cada uno subrayáis con un color distinto las 3 frases que más os han
gustado (y después de unos días os decís por qué os han llamado la atención), y
cada día al desayunar, os volvéis a leer el título y las frases subrayadas, os
quedáis con una en la mente y en el corazón, y durante el día tratáis de
ponerla en práctica; y por la noche os contáis alguna pequeña cosa que hayáis
hecho viviéndola”. Estaban felices, con ilusión de aprender (a ser padres,
a ser matrimonio y a ser hija) y de acercarse a Dios (y prepararse para todos
los sacramentos).
La historia continúa:
entrevistándome unas veces con los 3, otras cada día con uno en particular, con
mucha ilusión e ingenuidad tanto por parte de ellos como mía. Él ha colgado orgulloso
en las redes sociales que está redescubriendo a su familia y a Dios y se está reencontrando
con ellos. La hija, hablándoles de todos estos pormenores, ha emocionado a sus
amigas, alejadas de la fe.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la Palabra de marzo («¡Reconciliaos con Dios!»,
2 Co 5, 20), la de febrero («Os daré un corazón nuevo; infundiré en vosotros un espíritu nuevo», Ez 36, 26) y la de enero
(«Porque el
amor de Cristo nos apremia»,
2 Co 14):
1.- “…el día del padre salimos a comer
fuera. Pagamos y después, al revisar la cuenta, nos dimos cuenta que nos habían
cobrado 17 € de menos. Regresamos a decirlo y el camarero sorprendidísimo y
agradecido dijo: «esto sí que
no lo había visto yo nunca...»
Y la otra experiencia...: hace unos
6 años, se inundó el trastero... Tuvimos que tirar prácticamente todo:
bicicleta, cañas de pescar, tablas para el mar, sillas, sombrillas, una cuna de
viaje y muchas cosas más. Dimos el oportuno parte con fotos y todo detallado a
una persona de la Administración. Largas y largas, no se ponía al teléfono...
Luego, que habían perdido todo el expediente y las fotos; y finalmente, que el
seguro no cubría nada. No nos quedamos conformes, además ni siquiera nos
enviaba por escrito el administrador dicha respuesta del seguro. Al seguir
insistiendo y reclamando el escrito... resultó que al final sí nos daban
algo...
En fin... Nosotros seguimos
insistiendo, no ya por el dinero, sino porque hay que hacer las cosas bien. ¡Precisamente
este fin de semana hemos recogido el cheque!: algo era, aunque menos de lo
perdido.
Mi marido me dijo que, después de lo
que nos había tocado "luchar" por ello, ese dinero sería para algún
caprichito. Pero el Señor tenía otros planes...: justo esa noche recibo un
correo en el que pedían ayuda para comprar una furgoneta para una casa-misión en
otro continente. Te puedes imaginar lo que pensé!!: «este es el "caprichito"
que quiere el Señor... y como Él es genial, (y por si yo no lo
"pillaba"...)». jajaja...
Además, el Banco para hacer la transferencia era el mismo
del de nuestro cheque (y no es de los más corrientes). Así que esta misma mañana
ingresé el cheque para ello.
Ni vimos el dinero... Basta estar en
"sintonía" con el Señor y Él dice con claridad cuál es Su Voluntad. Doy
gracias al Señor por ello, y también le pido perdón por tantas veces que me
necesita y no estoy a la escucha…”
2.- “…estos días estoy teniendo una experiencia curiosa. Me
sentía agobiada porque tenía muchas cosas atrasadas y no sabía ni por dónde empezar.
Decidí no agobiarme e ir haciendo una a una sin dejar que me invadiesen los
pensamientos negativos ni los reproches hacia mí misma por no haberlas hecho
antes, pues lo único que conseguiría es retrasarlas más.
Alguna de ellas era
terreno desconocido para mí, con lo que el tiempo que tenía que invertir en
ellas era aún mayor pero, igualmente, decidí tomármelo con optimismo.
Una de las cosas que
tenía que hacer era escribir a varias personas en otro idioma, ya que
necesitaba información y datos que ellos tenían. El primer correo que
puse le pregunté a mi marido, pero luego decidí lanzarme yo solita, aunque lo
hiciese mal. Él está preocupado por muchas cosas así que no quería yo
darle más tarea.
Prefería pedir a
quien escribía que, por favor, me corrigiese lo que ponía mal y así me servía
para aprender. He recibido varios correos con correcciones en rojo y me
daba cuenta que con cada uno, mi alegría aumentaba. El trabajo y los frentes a
atender aumentaban ciertamente, pero a la par aumentaba el cariño con
cada paso que daba y eso me hacía sentir feliz, a la par que un tanto
extrañada. Cuanto más les escribo, más conozco de aquella parte del mundo y más
cerca les siento…”
Si quieres leer más experiencias similares,
de gente de todo el
mundo,
N.B.: tú también puedes compartir las
experiencias
que, por gracia de Dios, hayas podido realizar
poniendo en práctica el Evangelio;
“pincha” aquí abajo en “comentarios” y
escríbela;
o, dado que en algunos navegadores eso no
funciona,