jueves, 16 de abril de 2015

PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO


Si la Cuaresma dura 40 días, el tiempo Pascual se prolonga durante 50. Para experimentar su plenitud de alegría y descubrir la presencia del Resucitado entre nosotros, te copio unos textos (que nos ayuden a profundizar-vivir la Palabra para poner en práctica durante todo el presente mes de abril:


HACER PROPIOS LOS INTERESES DEL PRÓJIMO

          La benevolencia implica querer el bien del otro. Es “hacerse uno” con él, acercarse a él completamente vacíos de nosotros mismos, de nuestros intereses, de nuestras ideas, de muchos prejuicios que nos nublan la vista, para hacernos cargo de lo que le pesa, de sus necesidades, sufrimientos, para compartir sus alegrías. Es entrar en
el corazón de aquellos con quienes nos relacionamos para compartir su mentalidad, su cultura, sus tradiciones y, en cierto modo, hacerlas nuestras; tratar de comprender verdaderamente qué necesitan y saber captar esos valores que Dios ha sembrado en el corazón de cada persona. En pocas palabras: vivir para quien está a nuestro lado

CHIARA LUBICH, Comentario a Ef 4, 32



CORTAR O POSPONER TODO

         con fina pedagogía, Chiara identifica también los obstáculos cotidianos que se interponen en el ‘hacerse uno’: «A veces son las distracciones, otras veces el deseo inoportuno de expresar precipitadamente nuestra idea, de dar un consejo a destiempo.
En otras ocasiones estamos poco dispuestos a hacernos uno con el prójimo porque no creemos que comprenda nuestro amor, o nos vemos frenados por otros juicios con relación a él. Otras veces el obstáculo que nos lo impide es un interés oculto de conquistarlo para nuestra causa». Por eso «es totalmente necesario cortar o posponer todo cuanto llene nuestra mente y nuestro corazón para hacernos uno con los otros».



ENTRAR EN EL MISTERIO DE LA PASCUA

          para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor.
          No se puede vivir la Pascua sin entrar en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más, es mucho más.
          «Entrar en el misterio» significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla
(cf. 1 Re 19,12).
          Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes...
          Entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.
          Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías... adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.
          Todo esto nos enseñan las mujeres discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto la Madre. Y ella, la Virgen Madre, las ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida.

4 abril 2015




HACERSE UNO HASTA SER ‘COMIDO’ POR LA GENTE

          …el Padre que le dice a Jesús: «Tus amigos, los que te aman, me podrán decir de una manera especial: “Tú eres mi Padre”» (cf. Jn 14,21). Y, si el Señor piensa y se preocupa tanto en cómo podrá ayudarnos, es porque sabe que la tarea… es dura; nos lleva al cansancio y a la fatiga. Lo experimentamos en todas sus formas: desde el cansancio habitual de la tarea apostólica cotidiana hasta el de la enfermedad y la muerte e incluso a la consumación en el martirio…
          … las tareas mencionadas por Jesús implican nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es «movido» y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital,
lloramos con los que entierran a un ser querido... Tantas emociones, tanto afecto, fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, y es conmovido y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed...». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios

PAPA FRANCISCO, Homilía en la Misa Crismal, Jueves Santo 2 abril 2015



HACERSE UNO

El modo que el Apóstol Pablo tiene de comportarse en su extraordinaria misión, se podría expresar así: hacerse todo a todos. El, en efecto, trata de comprender a todos, de entrar en la mentalidad de cada uno, por tanto se hace judío con los judíos, y con los no judíos ‑es decir, con aquellos que no tienen un
ley revelada por Dios‑ se hace como alguien que no tiene ley.
El se adhiere a las costumbres judías cada vez que esto sirve para salvar obstáculos, para reconciliar ánimos, y, trabajando en el mundo grecorromano, asume la forma de vivir y la cultura propias de este ambiente.
Y dice: "Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos".

Te preguntarás: ¿Quiénes son estos "débiles"?
Son cristianos que, porque tienen una conciencia frágil y poco conocimiento de las cosas, se escandalizan fácilmente.
Así podía suceder por la cuestión de las carnes inmoladas a los ídolos. ¿Se podían comer o no?
Pablo sabe que hay un solo Dios y que los ídolos no existen. En consecuencia no existen carnes sacrificadas a los ídolos.
Pero los "débiles" acostumbrados a un cierto modo de razonar y por la poca instrucción podían pensar lo contrario y quedar desorientados.
Pablo se pone en la mentalidad endeble de estos cristianos y, para no turbarlos, piensa que no es oportuno alimentarse de esas carnes.

¿Qué es lo que empuja a Pablo a tal actitud?
Frente al apóstol se ha abierto como un abanico el gran horizonte de libertad, que ofrece el Evangelio de Cristo: la libertad del pecado, de la ley
de la muerte, del imperio de Satanás, de las barreras impuestas por las naciones, por las clases, el sexo, por todo despotismo humano, por los tabúes de la comida y de las costumbres...
Pablo vive estas libertades en su mismo ser y se las ofrece con el Evangelio a las comunidades fundadas por él.
Sin embargo, en la libre realidad del cristianismo que él anuncia, advierte la exigencia, es más, el imperativo de hacerse esclavo de alguien: de sus hermanos, de cada prójimo.
Él ve en Cristo este imprescindible deber suyo, que se dejó crucificar para llegar a cada hombre, donde quiera que esté, para hacerse servidor de todos.
Dios, encarnándose se hizo cercano a cada hombre, pero, en la cruz, se hizo solidario con cada uno de nosotros pecadores, con nuestra debilidad, con nuestro sufrimiento, con nuestras
angustias, con nuestra ignorancia, con nuestros abandonos, con nuestros interrogantes, con nuestras cargas...
Pablo también quiere vivir así, y por esto afirma: "me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos".
Y entonces ¿cómo podemos vivir también nosotros esta nueva Palabra de Vida?
Tú sabes que el porqué de la vida que posees y de sus días es llegar a Dios. Y no llegar solo, sino con los hermanos. También hasta ti, cristiano, ha llegado una llamada de Dios parecida a la que tuvo Pablo. También tú, como el Apóstol, debes "ganar" a alguien, "salvar a toda costa a algunos".
¿El camino? "Hacerte uno" con tu prójimo.
Tienes hermanos pequeños o hermanos adultos; tienes prójimos ignorantes o cultos; ricos o pobres, hombres o mujeres, compatriotas o extranjeros...
Tienes a los que están junto a ti durante el día, a los que encuentras por la calle, con los que hablas por teléfono, para los que trabajas...
Ama a todos.
Pero esta vez, prefiere a los más débiles. Hazte "débil con los débiles para ganar a los débiles". Dirígete a los que flaquean en su fe, a los indiferentes, a los alejados, a quien se confiesa ateo, a quien desprecia la religión...
Si te haces uno con ellos, incluso en sus "debilidades" experimentarás el infalible método apostólico de Pablo: ¡los conquistarás!

¿Tienes una mujer que no ama absolutamente a la Iglesia y le gusta estar horas y horas delante del televisor? Hazle compañía, como puedas, cuanto puedas, interesándote por lo que más le gusta ver.
¿Tienes un hijo que ha hecho del fútbol su ídolo, desinteresándose por cualquier otra cosa, hasta
olvidarse de cómo se reza? Apasiónate por el deporte más que él...
¿Tienes un amigo al que le gusta viajar, leer, instruirse y ha desechado todo principio religioso? Intenta comprenderlo en sus gustos, en sus exigencias y, si puedes, échale una mano...
Hazte uno, uno con todos; en todo, en lo que puedas, menos en el pecado. Si pecan, apártate.
Verás que el hacerse uno con el prójimo no es tiempo perdido, sino completamente ganado.
Un día ‑no muy lejano‑ ellos querrán saber lo que te interesa a ti. Y, agradecidos, descubrirán, adorarán y amarán a ese Dios que ha sido el resorte de este comportamiento cristiano tuyo.


CHIARA LUBICH, Palabra de Vida de febrero/'82


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