Si la Cuaresma dura 40 días, el tiempo Pascual se prolonga durante 50. Para experimentar su plenitud de alegría y descubrir la presencia del Resucitado entre nosotros, te copio unos textos (que nos ayuden a profundizar-vivir la Palabra para poner en práctica durante todo el presente mes de abril:
HACER
PROPIOS LOS INTERESES DEL PRÓJIMO
…La
benevolencia implica querer el bien del otro. Es “hacerse uno” con él,
acercarse a él completamente vacíos de nosotros mismos, de nuestros intereses,
de nuestras ideas, de muchos prejuicios que nos nublan la vista, para hacernos
cargo de lo que le pesa, de sus necesidades, sufrimientos, para compartir sus
alegrías. Es entrar en
el corazón de aquellos con quienes nos relacionamos para compartir su mentalidad, su cultura, sus tradiciones y, en cierto modo, hacerlas nuestras; tratar de comprender verdaderamente qué necesitan y saber captar esos valores que Dios ha sembrado en el corazón de cada persona. En pocas palabras: vivir para quien está a nuestro lado…
el corazón de aquellos con quienes nos relacionamos para compartir su mentalidad, su cultura, sus tradiciones y, en cierto modo, hacerlas nuestras; tratar de comprender verdaderamente qué necesitan y saber captar esos valores que Dios ha sembrado en el corazón de cada persona. En pocas palabras: vivir para quien está a nuestro lado…
CORTAR O POSPONER TODO
…con
fina pedagogía, Chiara identifica también los obstáculos cotidianos que se interponen en
el ‘hacerse uno’: «A veces son las distracciones, otras veces el
deseo inoportuno de expresar precipitadamente nuestra idea, de dar
un consejo a
destiempo.
En otras ocasiones estamos poco dispuestos a hacernos uno con el prójimo porque no creemos que comprenda nuestro amor, o nos vemos frenados por otros juicios con relación a él. Otras veces el obstáculo que nos lo impide es un interés oculto de conquistarlo para nuestra causa». Por eso «es totalmente necesario cortar o posponer todo cuanto llene nuestra mente y nuestro corazón para hacernos uno con los otros».
En otras ocasiones estamos poco dispuestos a hacernos uno con el prójimo porque no creemos que comprenda nuestro amor, o nos vemos frenados por otros juicios con relación a él. Otras veces el obstáculo que nos lo impide es un interés oculto de conquistarlo para nuestra causa». Por eso «es totalmente necesario cortar o posponer todo cuanto llene nuestra mente y nuestro corazón para hacernos uno con los otros».
ENTRAR EN EL MISTERIO DE LA PASCUA
…para eso estamos aquí: para entrar,
para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su
vigilia de amor.
No se puede vivir la Pascua sin entrar
en el misterio. No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer... Es más,
es mucho más.
«Entrar en el misterio» significa
capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y
sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla
(cf. 1 Re 19,12).
(cf. 1 Re 19,12).
Entrar en el misterio nos exige no
tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no
entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar
los interrogantes...
Entrar en el misterio significa ir más
allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos
frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un
sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen
en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón.
Para entrar en el misterio se necesita
humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan
orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia
estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos,
pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este
abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías...
adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio.
Todo esto nos enseñan las mujeres
discípulas de Jesús. Velaron aquella noche, junto la Madre. Y ella, la Virgen
Madre, las ayudó a no perder la fe y la esperanza. Así, no permanecieron
prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del
alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor.
Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y
entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María,
nuestra Madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la
vida.
4 abril
2015
HACERSE UNO HASTA SER ‘COMIDO’ POR LA
GENTE
…el Padre que le
dice a Jesús: «Tus amigos, los que te
aman, me podrán decir de una manera especial: “Tú eres mi Padre”» (cf. Jn 14,21).
Y, si el Señor piensa y se preocupa tanto en cómo
podrá ayudarnos, es porque sabe que la tarea… es dura; nos lleva al cansancio y a la
fatiga. Lo experimentamos en todas sus formas: desde el cansancio habitual de
la tarea apostólica cotidiana hasta el de la enfermedad y la muerte e incluso a
la consumación en el martirio…
… las tareas mencionadas por Jesús implican nuestra capacidad de compasión, son tareas en las que nuestro corazón es «movido» y conmovido. Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con
el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el
matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama
del hospital,
lloramos con los que entierran a un ser querido... Tantas emociones, tanto afecto, fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, y es conmovido y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed...». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios…
lloramos con los que entierran a un ser querido... Tantas emociones, tanto afecto, fatigan el corazón del Pastor. Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, y es conmovido y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed...». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios…
HACERSE UNO
El modo que el
Apóstol Pablo tiene de comportarse en su extraordinaria misión, se podría
expresar así: hacerse todo a todos. El, en efecto, trata de comprender a todos,
de entrar en la mentalidad de cada uno, por tanto se hace judío con los judíos,
y con los no judíos ‑es decir, con aquellos que no tienen un
ley revelada por Dios‑ se hace como alguien que no tiene ley.
de la muerte, del imperio de Satanás, de las barreras impuestas por las naciones, por las clases, el sexo, por todo despotismo humano, por los tabúes de la comida y de las costumbres...
ley revelada por Dios‑ se hace como alguien que no tiene ley.
El se adhiere a las
costumbres judías cada vez que esto sirve para salvar obstáculos, para
reconciliar ánimos, y, trabajando en el mundo grecorromano, asume la forma de
vivir y la cultura propias de este ambiente.
Y dice: "Me he
hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos
para salvar a toda costa a algunos".
Te preguntarás:
¿Quiénes son estos "débiles"?
Son cristianos que,
porque tienen una conciencia frágil y poco conocimiento de las cosas, se
escandalizan fácilmente.
Así podía suceder
por la cuestión de las carnes inmoladas a los ídolos. ¿Se podían comer o no?
Pablo sabe que hay
un solo Dios y que los ídolos no existen. En consecuencia no existen carnes
sacrificadas a los ídolos.
Pero los
"débiles" acostumbrados a un cierto modo de razonar y por la poca
instrucción podían pensar lo contrario y quedar desorientados.
Pablo se pone en la
mentalidad endeble de estos cristianos y, para no turbarlos, piensa que no es
oportuno alimentarse de esas carnes.
¿Qué es lo que
empuja a Pablo a tal actitud?
Frente al apóstol se ha abierto como un abanico el gran
horizonte de libertad, que ofrece el Evangelio de Cristo: la libertad
del pecado, de la leyde la muerte, del imperio de Satanás, de las barreras impuestas por las naciones, por las clases, el sexo, por todo despotismo humano, por los tabúes de la comida y de las costumbres...
Sin embargo, en la libre realidad del cristianismo que él anuncia, advierte la exigencia, es más, el imperativo de hacerse esclavo de alguien: de sus hermanos, de cada prójimo.
Él ve en Cristo este imprescindible deber suyo, que se dejó
crucificar para llegar a cada hombre, donde quiera que esté, para hacerse
servidor de todos.
Dios,
encarnándose se hizo cercano a cada hombre, pero, en la cruz, se hizo solidario
con cada uno de nosotros pecadores, con nuestra debilidad, con nuestro sufrimiento, con
nuestras
angustias, con nuestra ignorancia, con nuestros abandonos, con nuestros interrogantes, con nuestras cargas...
angustias, con nuestra ignorancia, con nuestros abandonos, con nuestros interrogantes, con nuestras cargas...
Pablo también quiere vivir así, y por esto afirma: "me he hecho débil con los débiles para
ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a
algunos".
Y entonces ¿cómo
podemos vivir también nosotros esta nueva Palabra de Vida?
Tú sabes que el porqué de la vida que posees y de sus días es llegar a
Dios. Y no llegar solo, sino con los hermanos. También hasta ti,
cristiano, ha llegado una llamada de Dios parecida a la que tuvo Pablo. También
tú, como el Apóstol, debes "ganar" a alguien, "salvar a toda
costa a algunos".
¿El camino?
"Hacerte uno"
con tu prójimo.
Tienes hermanos pequeños o hermanos adultos; tienes
prójimos ignorantes o cultos; ricos o pobres, hombres o mujeres, compatriotas o
extranjeros...
Tienes a los que están junto a ti durante el día, a
los que encuentras por la calle, con los que hablas por teléfono, para los que
trabajas...
Ama a todos.
Pero esta vez, prefiere a los más débiles. Hazte "débil
con los débiles para ganar a los débiles". Dirígete a los que flaquean en
su fe, a los indiferentes, a los alejados, a quien se confiesa ateo, a quien
desprecia la religión...
Si te haces
uno con ellos, incluso
en sus "debilidades" experimentarás el infalible método apostólico
de Pablo: ¡los conquistarás!
¿Tienes una mujer
que no ama absolutamente a la Iglesia y le gusta estar horas y horas delante
del televisor? Hazle compañía, como puedas, cuanto puedas, interesándote por lo
que más le gusta ver.
¿Tienes un hijo que ha hecho del fútbol su ídolo,
desinteresándose por cualquier otra cosa, hasta
olvidarse de cómo se reza? Apasiónate por el deporte más que él...
olvidarse de cómo se reza? Apasiónate por el deporte más que él...
¿Tienes un amigo al que le gusta viajar, leer,
instruirse y ha desechado todo principio religioso? Intenta comprenderlo en sus
gustos, en sus exigencias y, si puedes, échale una mano...
Hazte uno, uno con todos; en todo, en lo que puedas, menos en el
pecado. Si pecan, apártate.
Verás que el hacerse uno con el prójimo no es tiempo perdido, sino
completamente ganado.
Un día ‑no muy lejano‑ ellos querrán saber lo que te
interesa a ti. Y, agradecidos, descubrirán, adorarán y amarán a ese Dios que ha
sido el resorte de este comportamiento cristiano tuyo.
CHIARA LUBICH, Palabra de Vida de febrero/'82
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