EL PACTO DE LOS CUARENTA DÍAS
"“Hoy [...] hacemos un pacto en unidad
perfecta: estar siempre fuera de
nosotros mismos, es decir, en el Puro Amor; por tanto, siempre en la Vida , porque no viviendo ya
en nosotros, vivimos al hermano, y cuando estamos solos vivimos a Jesús en
nosotros, con Jesús en nosotros. [...]
Así pues, ya hemos emprendido la
carrera: conocemos el camino para llegar al Padre: el hermano‒Jesús‒el Padre.
Le hemos
prometido personalmente a Jesús estar siempre en el amor, y para ello,
unidos los unos a los otros en este propósito, formamos como un sistema de
«poleas» espirituales que levantan el mundo. [...]
[Quisiéramos] ataros a nosotros [...]
para ser la conversión viva hacia Dios, el Padre, el Puro Amor, el Amor Divino,
Jesús, María, la
Trinidad... En definitiva, nuestro Ideal” (24-6-1950).
Una
mañana de junio de 1950, los primeros focolarinos de Roma, hombres y mujeres
jóvenes de entre 20 y 30 años, acuden a la orilla del Tíber a participar en la
misa...
impactado: ha leído en
algún sitio que se
avanza más por el camino hacia Dios en cuarenta días si uno no se para nunca,
que en cuarenta años ‒aun estando encerrado en un convento‒ si uno cede de
vez en cuando a las imperfecciones y a los pecados veniales.
Unánimemente,
todos quieren aceptar el reto, y delante de la imagen de la Virgen… le prometen
personalmente a Jesús vivir siempre en el amor, sin pararse nunca.
Esa misma tarde, Chiara escribe a todos… para que se unan a ellos en esta
conversión viva hacia Dios: el extracto de esta carta que hemos puesto al
inicio…
Cuarenta: un número
simbólico de la conversión que Dios
le pide al hombre para liberarlo de sus esclavitudes. Son los cuarenta años del
pueblo judío en el desierto para salir de la esclavitud a que los sometía
Egipto. Son los cuarenta días de la
Cuaresma para los cristianos, que conmemoran los cuarenta
días de Cristo en el desierto para salir de la esclavitud interior de los apegos, de los
ídolos que no dejamos de fabricar una y otra vez.
Si uno cede de vez en cuando a las
imperfecciones y a los pecados veniales,
se precisaba. Desde hacía siete años, Chiara
había aprendido en la escuela del
Evangelio que la
perfección consiste en amar como respuesta al amor de Dios, y que
«ser perfectos como el Padre celestial» (Mt
5, 48), ser «hijos del Altísimo» (Lc
6, 35) es ser
bueno con todos, incluso con los ingratos y los malos. La perfección
a la que se nos invita para ser como el Padre, la expresa Chiara mediante un
atajo formidable: estar siempre fuera de
nosotros mismos, pues en eso consiste el puro amor...
Es
decir, indica
la perfección en la vida trinitaria…"
EL DIÁLOGO ES MUY SUPERIOR A LA SIMPLE TOLERANCIA
"…sin duda el diálogo supera ampliamente a la tolerancia. Aunque
esta no la despreciaría…, porque en algunos lugares conviene que exista, porque
al menos evita litigios, evita
luchas.
Pero
el diálogo es otra cosa, es un enriquecimiento
recíproco, es quererse, es sentirse ya hermanos, es crear ya la fraternidad universal en la
tierra…
Naturalmente, el
diálogo es verdadero si está animado por el amor verdadero. Ahora
bien, el amor
verdadero es verdadero si es desinteresado. Si no, no es amor. ¿Qué amor
sería?: es egoísmo.
Me habéis hecho varias preguntas sobre la posibilidad de que
exista, quizá, un amor interesado, incluso en el diálogo. Sería un diálogo
construido sin amor. Por tanto, no sería un diálogo, sería otra cosa: sería
proselitismo. El
proselitismo debe quedar fuera de esta puerta. No puede
existir, de lo contrario no hay
diálogo.
Dialogar
significa amar, dar lo que tenemos dentro por amor al otro, y luego también
recibir y enriquecerse. Esto es diálogo, llegar a ser… “hombres
mundo”, que tienen dentro a todos los demás, y que logran también dar lo propio".
CHIARA LUBICH, Una
respuesta a amigos de convicciones no religiosas, Castel Gandolfo 8 febrero
1998
FORTALECED VUESTROS CORAZONES
"La Cuaresma es un
tiempo de renovación para la Iglesia,
para
las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya
dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque Él nos amó primero» (1 Jn 4,19).
Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca
cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros
le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que
Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus
problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces
nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto,
y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia,
ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la
indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos...
…Cuando el pueblo de
Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea
continuamente…
…Tener un corazón misericordioso no
significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un
corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un
corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos
llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce
sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos
hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma…: “Haz
nuestro corazón
semejante al tuyo”… De ese modo tendremos un corazón fuerte
y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y
no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo,
aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra
provechosamente el itinerario cuaresmal…"
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