AVANZAR HACIA
LA PLENA COMUNIÓN
…encontrarnos, mirar el
rostro el uno del otro, intercambiar el abrazo de paz, orar unos por otros,
son dimensiones esenciales de ese camino hacia el restablecimiento de la plena
comunión a la que tendemos. Todo esto precede y
acompaña constantemente esa
otra dimensión esencial de dicho camino, que es el diálogo teológico. Un
verdadero diálogo es siempre un encuentro entre personas con un nombre, un
rostro, una historia, y no sólo un intercambio de ideas.
Esto vale sobre todo para los cristianos, porque para nosotros la verdad es la persona de Jesucristo. El ejemplo de san Andrés
que, junto con otro discípulo, aceptó la invitación del Divino Maestro: «Venid
y veréis», y «se quedaron con Él aquel día» (Jn 1,39), nos muestra claramente que la vida cristiana es
una experiencia personal, un encuentro
transformador con Aquel que nos ama y que nos quiere salvar. También el anuncio cristiano se propaga gracias a personas que,
enamoradas de Cristo, no pueden dejar de transmitir la alegría de ser amadas y
salvadas...
Así pues, no es casualidad que el camino de la
reconciliación y de paz entre católicos y ortodoxos haya sido de alguna manera
inaugurado por un encuentro, por un abrazo entre nuestros venerados
predecesores, el Patriarca Ecuménico Atenágoras y el Papa Pablo VI, hace
cincuenta años en Jerusalén, un
acontecimiento que Vuestra Santidad y yo hemos
querido conmemorar encontrándonos de nuevo en la ciudad donde el Señor
Jesucristo murió y resucitó.
Por una feliz coincidencia, esta visita tiene lugar unos
días después de la celebración del quincuagésimo aniversario de la promulgación
del Decreto del Concilio Vaticano II sobre la búsqueda de la unidad de todos
los cristianos, Unitatis
redintegratio. Es un documento fundamental con el que se ha abierto un nuevo camino para el encuentro entre los católicos y los
hermanos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales.
… el restablecimiento de la plena
comunión,
que no significa ni sumisión del uno al
otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha
dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación
llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo. Quiero
asegurar a cada uno de vosotros que, para alcanzar
el anhelado objetivo de la plena unidad, la Iglesia Católica no
pretende
imponer ninguna exigencia, salvo la profesión de fe común, y que estamos dispuestos a buscar juntos, a la luz de la enseñanza de
la Escritura y la experiencia del primer milenio, las modalidades
con las que se garantice la necesaria unidad de la Iglesia en las actuales
circunstancias: lo único que la Iglesia Católica desea, y que yo busco como
Obispo de Roma, «la Iglesia que preside en la caridad», es la comunión con
las
Iglesias ortodoxas. Dicha comunión será siempre
fruto del amor
«que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos
ha dado» (Rm 5,5), amor fraterno que muestra el lazo trascendente y espiritual que nos une como discípulos
del Señor.
En el mundo de hoy se alzan con ímpetu voces que no podemos
dejar de oír, y que piden a nuestras Iglesias vivir plenamente el ser
discípulos del Señor Jesucristo.
…En el mundo hay demasiadas mujeres y demasiados hombres
que sufren… No podemos permanecer indiferentes ante las voces de estos hermanos
y hermanas. Ellos no sólo nos piden que les demos ayuda material, necesaria en
muchas circunstancias, sino, sobre todo, que les apoyemos para defender su
propia dignidad de seres humanos, para que puedan encontrar las energías espirituales
para recuperarse y volver a ser protagonistas de su historia… Como cristianos,
estamos llamados a vencer juntos a la
globalización de la indiferencia, que hoy parece tener la supremacía, y a construir una nueva civilización del amor y de la solidaridad.
… Turbar la paz de un pueblo, cometer o
consentir cualquier tipo de violencia, especialmente sobre los más débiles e
indefensos, es un grave pecado contra Dios, porque significa no respetar la imagen de Dios que hay en el hombre. La voz de las víctimas de
los conflictos nos impulsa a avanzar diligentemente por
el camino de
reconciliación y comunión entre católicos y ortodoxos. Por lo demás, ¿cómo
podemos anunciar de modo creíble el Evangelio de paz que viene de Cristo, si
entre nosotros continúa habiendo rivalidades y contiendas? (Cfr. Evangelii
nuntiandi, 77).
… Las nuevas generaciones nunca podrán alcanzar la verdadera sabiduría y mantener viva la esperanza, si nosotros no somos
capaces de valorar y transmitir el auténtico humanismo,
Querido hermano, muy querido hermano, estamos ya en camino,
en camino hacia la plena comunión y podemos vivir ya
signos elocuentes de una unidad real, aunque todavía parcial. Esto nos reconforta y nos
impulsa a proseguir por esta senda… Pidamos a Dios el gran don
de la plena unidad y la capacidad de acogerlo en nuestras vidas. Y nunca nos olvidemos de
rezar unos por otros.
en presencia del Patriarca
ecuménico de Constantinopla,
Iglesia
patriarcal de San Jorge, Estambul, domingo 30 de noviembre de 2014
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