viernes, 30 de enero de 2015

BROTARÁ AGUA VIVA EN TU INTERIOR

VIDA DE LA PALABRA     últimas semanas de Enero
Algunas de mis EXPERIENCIAS tratando de practicar la Palabra de Vida de enero («Jesús le dijo: ‘Dame de beber’»Jn 4,7) y la de diciembre («El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo», Lc 3, 11):
1.-        Una conocida viaja a otro país y piensa que le puede venir bien una carta de recomendación de un sacerdote. Yo no le veía mucho sentido en estos tiempos, (aunque aquel fuera un país de “fama” católica), y, sobre todo, no sabía yo qué precisaba exactamente ella, ni en qué términos, ni a quién dirigir la carta y, como toda esa semana no había tenido ni un minuto, en cuanto me llegó su correo le contesté otro casi telegráfico, (“dame de beber”), pidiendo por favor que escribiera la carta tal como ella la necesitase y que yo la adaptaba-retocaba y la firmaba. Parece que se molestó, (¿quizá di la impresión que yo no me tomé interés?), y me contestó que ya no quería nada.
            Esa noche, aunque yo estaba “muerto de sueño” tras varios días preciosos (¡pero intensísimos y sin apenas descanso!) y, como siempre, tenía que madrugar mucho al día siguiente para una jornada y semana también repletos, (pensé que yo tenía que “dar de beber” a este Jesús), me
puse a redactar tratando de situarme en su lugar, escaneé mi firma, etc.
Le mandé la carta de recomendación y un día después me contestó: “Gracias, Paco, por tu interés e insistencia. La carta es perfecta, es lo que quería. Voy a una ciudad donde no conozco a nadie ni me conocen, pienso que me puede respaldar”.

2.-        Una familia vino a pasar unas horas con nosotros. El marido acababa de presentar su tesis en teología: estaba feliz de poder disertar sobre el tema con 6 sacerdotes, que, además estábamos muy interesados precisamente en ese tema.
Los 4 niños hacía ya rato que habían empezado a irse por otro lado jugueteando. Su mujer escuchaba feliz de ver a su marido entusiasmado y valorado, pero sin entender ella la
mitad de la terminología.
            Así que, aunque me hubiera gustado seguir escuchando e interviniendo, me salí para hacer un juego a los niños, al cual incorporé luego a la mamá. Después de un buen rato, volví con la intención de reengancharme a la discusión teológica, pero la mamá se puso a recoger la mesa. Vi la oportunidad de no dejarla sola en la tarea, sino de servir yo también, dejando a la vez que ella se sintiera útil y conversando cosas que ella pudiera entender y que a la vez le fuesen asequibles también a su sed de espiritualidad. Traté así también de ser instrumento de Jesús para "dar de beber" a unos y otros, ¡para darle de beber a Él en pequeños y adultos!

3.-        Volviendo de mi pueblo en el tren, al ir entrando a Madrid, otro viajero me pregunta cómo puede ir al aeropuerto. Lo vi subir al tren en mi pueblo, y me había parecido árabe. Musulmán sí era, pero no exactamente árabe, sino pakistaní. Por esos días era la “alarma yihadista” en toda Europa. Al acabar de explicarle, yo dudaba si entablar conversación con él, pero así hice al recordar el diálogo de Jesús con la samaritana que tenemos como Palabra de vida este mes.
Fueron 20 minutos, a mitad de los cuales incluso me atreví a preguntarle con sencillez, (me interesaba el punto de vista de uno de allí), cómo es realmente la relación de musulmanes y cristianos en su país, (adonde él precisamente se dirigía ahora 2 meses), sabiendo que allí son no sólo discriminados, sino amenazados y a menudo perseguidos los cristianos.
Al llegar a Chamartín, me volvió a preguntar lo del
aeropuerto, así que (aunque yo ya llegaba tarde al trabajo), decidí acompañarlo para mostrarle el panel donde pone todos los horarios y luego la taquilla donde se compran los billetes de cercanías. Aunque muy serio, quizá por el viaje y por no desenvolverse bien en castellano, me despidió dando dos veces las gracias.


Algunas de vuestras EXPERIENCIAS tratando de practicar la Palabra de Vida de enero («Jesús le dijo: ‘Dame de beber’»Jn 4,7) y la de diciembre («El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo», Lc 3, 11):
1.-        anoche fuimos mi marido y yo por la plaza mayor. Él tenía también esa penitencia que cumplir y fuimos juntos… Decía él: " y ¿cómo se hace esto?... Yo dije que tampoco lo había hecho nunca, pero que la Virgen nos ayudaría. En los soportales de la Plaza Mayor duermen unos cuantos. Yo había preparado dos bolsas con comida. Algunos estaban juntos y, como sólo llevábamos dos bolsas y dos Rosarios, pensamos que era mejor alguien que estuviera solo. Vimos a una señora, parecía filipina y nos acercamos… Le pregunté si quería algo de comer. Me preguntó
que de qué era el bocadillo. Le dije que uno de jamón y... preguntó que de qué jamón. Contesté que de york y entonces me dijo que sí lo quería, (yo había pensado al principio en jamón serrano, pero luego se me ocurrió que a lo mejor tenían problemas para masticar y llevé de york y otro de queso, también dulces, etc...). Después le dije que quería darle un regalo y le entregué el Rosario. Lo puse en su mano y la cerré de manera que ella apretaba el Rosario. Lo hice con todo el amor que pude. Le dije que la Virgen cuidaría de ella y la noté que estaba emocionada y entendía... Asintió con la cabeza y me dio las gracias.
Ahora le tocaba a mi marido... Preguntó a otros dos si querían algo de comer y ambos dijeron que ya tenían, que gracias. Íbamos ya hacia el coche, cuando vio a un hombre de mediana edad en el suelo. Le preguntó si quería algo de comer y contestó: "sí, tengo
hambre". Le entregó la bolsa y también el Rosario. Yo añadí que lo llevara siempre, que le iba a proteger. Dijo que sí, se lo acercó al corazón, nos dio las gracias y nos felicitó el año.
Nos fuimos con tanta paz... Al entrar en casa, calentita, y con el frío que hacía en la calle, daba gracias al Señor, y mi corazón sentía compasión por tantos que no tienen hogar... Lo vivido con uno de mis hijos hace que sienta algo especial por ellos y un agradecimiento infinito al Señor y a la Virgen

2.-        “ pasé cerca de la catedral. Tenía algo de tiempo, entré. Me impresionó verla tan grande y tan vacía. Subí las escaleritas para rezarle a María. Al bajar, me senté delante de Jesús. Se me hizo raro. Otras veces que había ido, estaba abarrotada de gente. Recordaba la última vez: no se cabía en los bancos…
Bien diferente era la situación de ayer. No había nadie más que yo. Estábamos solos los dos. Jesús en la cruz frente a mí, y yo, sentada delante de Él. Me acordé de San Ignacio, leí en sus “Ejercicios” que era bueno imaginarse a Jesús en la Cruz y hablarle como se le habla a un amigo. Yo, reconozco, que esto nunca he sido capaz de hacerlo: no he tenido imaginación para ello. Cuando pienso en hablarle a un amigo, pienso en una cafetería, o sentados los dos en el banco, en el suelo, en… pero tratar de imaginarme hablando a un amigo mientras Él está en una situación de dolor y yo no, me resultaba difícil. 
Además, siempre que me imaginaba a Jesús en la cruz me le imaginaba mirando al suelo, ¿cómo iba a hablarle a un amigo que no me mira a los ojos? No, nunca fui capaz de imaginarme en esa escena y, sin embargo, era la que ahora mismo estaba viviendo. Allí estábamos los dos. Él en la cruz, con gesto de dolor y yo frente a Él.
No recuerdo lo que le dije, la verdad, pero sí recuerdo que me dio mucha pena verle allí tan sólo. Me hubiese gustado cambiarme por Él... Me costó marcharme de allí.
Llegó la hora, me tuve que ir. No podía imaginarme en ese instante que, poco después, mis deseos se iban a cumplir. En mi vida he sentido tanto dolor como el que sentí después: nunca me había sentido tan sola y tan abandonada como me sentí ayer, incluso, me sentí rechazada por Él, por Jesús. Llegué a plantearme si alguna vez de verdad me quiso o fue tan sólo un sueño.
Ahora me era fácil identificarme con el dolor y la soledad de Jesús. Rechazado por los suyos, abandonado por el Padre y una sola pregunta: “¿por qué?”.
Nunca, nunca en mi vida me sentí tan mal como me sentí ayer. No tuve respuesta, o eso me parecía, porque luego me acordaba de las palabras del Papa: “Si no aprendéis a llorar, no sois buenos cristianos. Al mundo de hoy le falta llorar. Lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar…”.
Gracias Padre, por hacerme comprender: te quiero y no me importa si me tienes a tu lado o si me abandonas, mientras me dejes quererte, no me importa en la situación que esté.
Sola o acompañada
Triste o alegre
Rezando, trabajando
Con mi hijo, con mi marido,
Estudiando, cocinando
Te quiero, Padre.
Je t´aime
Je t´adore
JE SUIS À TOI
TU es TOUT pour moi !






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