"Ciudad de la fraternidad", "ciudad sobre el monte", "ciudad-Evangelio", "laboratorio de fraternidad", "ciudad-escuela"... cuya ley fundamental es practicar el amor recíproco que propicia la presencia de Jesús "donde dos o más están unidos" en su nombre.
Ahí viven personas de todos los países, razas, culturas y vocaciones. Una ciudadela de testimonio, una mariápolis (=ciudad de María) permanente.
Aparte de periodos de pocos días, allí transcurrí yo el curso 1994-1995 y luego 2 estancias de 9 días en 1996. No voy a decir que ha sido el mejor año de mi vida, ¡porque cada año, cada día, es el mejor que Dios nos regala! Pero fue una experiencia fabulosa y decisiva.
Con vosotros saludo también a todas las personas que
ahora pueblan la ciudadela querida por Chiara Lubich, inspirada en el Evangelio
de la fraternidad -la fraternidad universal- y a las de todo el mundo que
están conectadas y que participan en la fiesta de los primeros cincuenta años
de su fundación. Loppiano es una realidad
que vive en el servicio a la Iglesia
y al mundo, por la cual dar gracias al Señor; una ciudadela que es testimonio
vivo y eficaz de comunión entre personas de diferentes naciones, culturas y
vocaciones, teniendo en primer lugar atención en lo cotidiano para mantener
entre vosotros la mutua y constante caridad.
Me alegro de que hayáis elegido para esta
celebración vuestra el día en el que toda la Iglesia se festeja a San Francisco
de Asís, testigo y artífice de paz y fraternidad. Es una feliz coincidencia
también para mí, de verdad.
Los habitantes de Loppiano, los que viven de forma
permanente y los que allí pasan un periodo de experiencia y de
formación,
quieren convertirse en expertos de la acogida recíproca y del diálogo, obreros
de paz, generadores de fraternidad.
Continuad con renovado entusiasmo por este camino,
espero que sepáis permanecer fieles y podáis encarnar cada vez mejor el
designio profético de esta ciudadela que floreció del carisma de la unidad hace
precisamente cincuenta años. Vivid esto en sintonía profunda con el mensaje del
Concilio Vaticano II, que por entonces se estaba celebrando, es decir, en el
amor mutuo hacia todos, en la luz y en la sabiduría del Evangelio. Loppiano
escuela de la vida,
por lo tanto, en la que hay un único maestro: Jesús.
Sí, una ciudad-escuela de vida para hacer que el
mundo vuelva a la esperanza, para dar testimonio de que el Evangelio es
realmente la levadura y la sal de la nueva civilización del amor. Pero para
esto, bebiendo la savia espiritual del Evangelio, tenemos que imaginar y
experimentar una nueva cultura en todos los ámbitos de la vida social, desde la
familia hasta la política, la economía. Es decir, cultura de las relaciones. El
principio de la sabiduría es el deseo sincero de educación, el cuidado de la
educación es amor. No es casualidad que en Loppiano tenga sede, desde hace
algunos años,
el Instituto Universitario Sophia erigido por la Santa Sede. De
hecho, hay una necesidad urgente de jóvenes, de hombres y mujeres que, además
de estar debidamente preparados en diversas disciplinas, estén a la vez
imbuidos de la sabiduría que fluye del amor de Dios.
Queridos amigos, de corazón deseo, a Loppiano y a
todos vosotros, que miréis hacia adelante y que miréis hacia adelante siempre,
que miréis hacia delante y apuntéis alto con confianza e imaginación. Nada de
mediocridad.
Os encomiendo a María "Theotokos", Madre
de Dios, que os acoge a todos en el santuario situado en el corazón de la
ciudadela. Y os pido que recéis por mí. Os saludo y os bendigo. Hasta la vista.
L'Osservatore Romano, ed. quotidiana, Anno CLIV, n.227, Sab. 04/09/2014
(traducción mía)
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