EN CAMINO HACIA LA PLENA UNIDAD VISIBLE
Del 18 al 25 de enero se celebra cada año la Semana de
Oración por la unidad de los Cristianos (este año preparada por un grupo ecuménico de Canadá).
El resto
del año no hay que dejar de pedir con Jesús al Padre "que todos sean
uno". Es su testamento su deseo más ardiente: "como en el cielo, así
en la tierra".
Algunos
textos del Papa en referencia a ello.
NO DESISTIR EN EL EMPEÑO ECUMÉNICO
“...Frente a algunas voces que no reconocen más como objetivo factible la plena unidad visible de la Iglesia, estamos invitados a no desistir en nuestro esfuerzo ecuménico, fieles a cuanto el mismo Señor Jesús invocó del Padre: "Que todos sean una sola cosa"......De hecho, el ecumenismo es un proceso espiritual que se realiza en la obediencia fiel al Padre, en el cumplimiento de la voluntad de Cristo y bajo la guía del Espíritu Santo..."
PAPA
FRANCISCO, Discurso a la delegación
ecuménica de Finlandia, 17 enero 2014
EL DIÁLOGO ECUMÉNICO
El empeño ecuménico responde a la oración del Señor
Jesús que pide «que todos sean uno» (Jn 17,21). La credibilidad del
anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones
y la Iglesia realizara «la plenitud de catolicidad que le es propia, en
aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el Bautismo, están, sin
embargo, separados de su plena comunión». Tenemos que recordar siempre que
somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso hay que confiar el corazón al
compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que
buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Confiarse al otro es algo
artesanal, la paz es artesanal. Jesús nos dijo: «¡Felices los que trabajan por
la paz!» (Mt 5,9). En este empeño, también entre nosotros, se
cumple la antigua profecía: «De sus espadas forjarán arados» (Is 2,4).
Bajo
esta luz, el ecumenismo es un aporte a la unidad de la familia humana. La
presencia en el Sínodo del Patriarca de Constantinopla, Su Santidad
Bartolomé
I, y del Arzobispo de Canterbury, Su Gracia Rowan Douglas Williams, fue un
verdadero don de Dios y un precioso testimonio cristiano.
Dada
la gravedad del antitestimonio de la división entre cristianos, particularmente
en Asia y en África, la búsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente. Los
misioneros en esos continentes mencionan reiteradamente las críticas, quejas y
burlas que reciben debido al escándalo de los cristianos divididos. Si nos
concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el principio de la
jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia expresiones comunes
de anuncio, de servicio y de testimonio. La inmensa multitud que no ha acogido
el anuncio de Jesucristo no puede dejarnos indiferentes. Por lo tanto, el
empeño por una unidad que facilite la acogida de Jesucristo deja de ser mera
diplomacia o cumplimiento forzado, para convertirse en un camino ineludible de
la evangelización. Los signos de división entre los cristianos en países que ya
están destrozados por la violencia agregan más motivos de conflicto por parte
de quienes deberíamos ser un atractivo fermento de paz. ¡Son tantas y tan
valiosas las cosas que nos unen! Y si realmente creemos en la libre y generosa
acción del Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros! No se trata
sólo de recibir información sobre los demás para conocerlos mejor, sino de
recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para
nosotros. Sólo para dar un ejemplo, en el diálogo con los hermanos ortodoxos,
los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de
la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad. A través de
un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y
al bien.
PAPA FRANCISCO, Evangelii gaudium 244-246
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