El primero sobre Mons. Klaus Hemerle, (estamos en el 20º aniversario de su partida hacia la casa del Padre), y el segundo, de Benedicto XVI:
DIOS ESTÁ AQUÍ POR MÍ
Hemmerle escribió la Carta Pastoral para la Cuaresma de 1976 comenzando con una
pregunta: "¿Qué tal ha ido esta semana? Escoged
un título que pueda sintetizar la semana que acaba de pasar… ¿Y cuál
es este título? El título es: Dios forma parte
en mi vida, Dios me ha asumido hasta el punto extremo y, por tanto, me toca en lo más profundo de mí, Dios está aquí por mí, me ha dicho "sí" a mí, Dios
me ama. En la Primera carta de Juan, todo el Evangelio se sintetiza
en una frase: "Y nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene"
(cfr. 1 Jn 4, 16). Si nos preguntamos sobre un posible título para poner a nuestra vida,
quizá no logramos encontrarlo.
Pero si nosotros pedimos
a Dios que ponga un título a nuestra vida, entonces hallamos la
respuesta: esta respuesta es Jesús.
Él es la Palabra que nos dice quiénes somos:
nosotros somos amados por Él,
nosotros estamos aquí para poder volver a dar y
llevar a todos su amor".
Hemmerle quería hacer comprender que Dios ha puesto un título, es decir, el
título de su Palabra, a toda la vida del hombre. Así habló de la Palabra de
Dios que en Jesús se ha hecho carne explicando cómo Jesús
ha vivido la vida humana con nosotros "en nuestra
cotidianeidad, en nuestras desilusiones y
esperanzas, en nuestras alegrías y en nuestras angustias. Él ha
compartido todo esto con nosotros hasta la
muerte de cruz en la más total soledad".
Con esta primera carta pastoral… quería que la
iniciativa fuese dejada a Algún Otro:
se trataba de seguir Sus huellas junto a todos los creyentes de la
diócesis. Por este motivo se enraíza firmemente en la Palabra de Dios. Él
invitaba a escoger una Palabra tomada
de las lecturas de la liturgia dominical y
a vivirla juntos. No era una palabra
elegida por él, sino la Palabra que proviene de la Escritura que la Iglesia
propone en el año litúrgico. El Obispo concluye la carta pastoral con un deseo:
"Estaré feliz de poder escuchar de vez en
cuando alguna de esas experiencias".
En la diócesis esta Carta Pastoral fue tomada muy en serio. Hubo muchas respuestas, tantas que ocho
semanas después… escribe una carta a aquellos que le habían contado
experiencias realizadas viviendo la Palabra: "¡Queridos amigos en la Palabra! Con este apelativo
quiero dirigirme a aquellos que han querido responder en primera persona a mi
carta pastoral para la Cuaresma referida a la Palabra".
Él percibió claramente que la Palabra comenzaba
a obrar en su diócesis suscitando una realidad de comunión entre los
creyentes y con el Obispo. Esto le empujó, no pudiendo contestar a cada uno
personalmente, a responder a todos con una carta abierta: …contaba en primera persona cómo había vivido la Palabra
en los meses de marzo y abril, qué Palabra lo había
tocado en particular y lo había guiado,
dejando en él una huella. Invitaba a vivir
la Palabra y ponía ejemplos concretos
en referencia a cómo se podía vivir…
(+23-I-1984)
Primera Carta pastoral, Cuaresma 1976,
citada y comentada en W. HAGEMANN,
Klaus Hemmerle:
innamorato dalla Parola di Dio,
Città Nuova, p. 129 ss.
(traducción mía)
DONDE SE VE A
DIOS COMIENZA REALMENTE LA VIDA
“Los hombres vivimos
alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en
un mar de oscuridad, sin luz. La red del
Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor
de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en
la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace
falta sacar a los
hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la
vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos
para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente
donde se ve a Dios, comienza realmente la vida.
Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es
la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada
uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada
uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada
hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por
Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar
a los otros la amistad con él. … en definitiva es un servicio
a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el
mundo.
BENEDICTO
XVI, Homilía, domingo 24 abril 2005
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