REBOSAR DE AMOR MUTUO Y AMOR A TODOS
Hemos empezado un nuevo Año Litúrgico con el Adviento, las semanas de preparación
para la Navidad, para que se haga presente de nuevo el nacimiento de Jesús: tiempo
de espera y esperanza. Tiempo de gozo esperando el advenimiento del Salvador;
¡tiempo de alegría contenida para que se desborde por el Niño!: la alegría del
Evangelio. Este, por otra parte, es además el título de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco (larga y
preciosa; ¡pero muy sesgada por tantas lecturas superficiales o interesadas!; te aconsejo
leerla entera).
Para prepararnos a que Jesús nazca y renazca más y mejor en cada uno de
nosotros (si vivimos su Palabra) y en medio de todos (si vivimos el amor recíproco precisamente), nos ayudará poner en práctica la Palabra de Vida del mes:
PALABRA DE VIDA
diciembre 2013
«Que el Señor os
colme y os haga rebosar
de amor mutuo
y de amor a
todos»
(1 Ts 3,
12)
Estas palabras son una de esas expresiones, habituales en san Pablo, en las que
desea y al mismo tiempo pide al Señor gracias especiales para sus comunidades
(cf. Ef 3, 18; Flp 1, 9; etc.).
creciente, rebosante. No se trata de un velado reproche, como si el amor recíproco estuviese ausente de su comunidad, sino más bien de un reclamo a una ley connatural en el amor: crecer constantemente.
«Que
el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos».
Ya que el amor es el centro de la vida cristiana,
si no progresa, toda la vida del cristiano se resiente, languidece y hasta
puede apagarse.
No basta con haber entendido en su luminosidad el mandamiento del amor al
prójimo, y tampoco con haber experimentado con entusiasmo sus impulsos y su
ímpetu al comienzo de nuestra conversión al Evangelio. Es necesario hacerlo crecer manteniéndolo siempre vivo,
activo, operante. Y esto sucederá si sabemos acoger cada vez con mayor prontitud y generosidad las
distintas ocasiones que la vida nos ofrece cada día.
«Que
el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos».
Para san Pablo, las comunidades cristianas deberían tener
la lozanía y el calor de una verdadera familia.
Así se comprende la intención del apóstol de poner en guardia contra los peligros que más frecuentemente las amenazan:
el individualismo, la superficialidad, la
mediocridad.
Pero san Pablo quiere prevenir también contra otro peligro estrechamente ligado
al anterior: el de abandonarse a una vida
ordenada y tranquila pero encerrada en sí misma.
Él quiere comunidades abiertas, ya
que es propio de la caridad amar a los hermanos de fe y, al mismo tiempo, ir hacia todos, ser sensibles a los problemas
y a las necesidades de todos. Es propio de la caridad saber acoger a cualquier persona,
construir puentes, captando lo positivo y uniendo nuestros propios deseos y esfuerzos de bien a los de quienes muestran buena voluntad.
construir puentes, captando lo positivo y uniendo nuestros propios deseos y esfuerzos de bien a los de quienes muestran buena voluntad.
«Que
el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos».
¿Cómo viviremos entonces la Palabra de vida de este mes? Procurando también nosotros crecer en el amor mutuo en
nuestras familias, en nuestro ambiente de trabajo, en nuestras comunidades o
asociaciones eclesiales, parroquias, etc.
Esta Palabra nos pide una caridad rebosante, es decir, una caridad que sepa superar las medidas mediocres y las distintas barreras
que proceden de nuestro sutil egoísmo. Bastará con pensar en ciertos aspectos
de la caridad (tolerancia,
comprensión, acogida recíproca, paciencia, disposición de servicio, misericordia con las auténticas o presuntas faltas de nuestro prójimo, compartir los bienes materiales, etc.) para descubrir muchas ocasiones de vivirla.
comprensión, acogida recíproca, paciencia, disposición de servicio, misericordia con las auténticas o presuntas faltas de nuestro prójimo, compartir los bienes materiales, etc.) para descubrir muchas ocasiones de vivirla.
Y luego, es evidente que si en nuestra comunidad
se da este clima de amor recíproco, su calor irradiará
inevitablemente hacia todos. Incluso quienes aún no conocen la vida cristiana
percibirán su atractivo, y muy fácilmente, casi sin darse cuenta, se verán
envueltos hasta sentirse parte de una misma
familia.
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