VIDA DE LA PALABRA mes de Noviembre
Alguna
de mis EXPERIENCIAS tratando de vivir
la Palabra de noviembre (“…sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros…”) y la de octubre (“a nadie debáis nada, más que amor mutuo…”):
1.-
Un buen amigo de una
ciudad lejana venía por aquí y habíamos quedado cuando acabara mi horario
matinal. Tenía comprado yo el billete para luego salir de viaje rápidamente.
Justo cuando me anuncian que este amigo ha llegado, surge una "urgencia
urgentísima". No pierdo la paz, (pienso en él, pienso en el viaje…; todo
se puede trastocar; pienso sobre todo en amar en lo que hago, que es el mejor
modo de ser veloz y eficaz); intento solucionar todo, confío en la bondad de mi
amigo a pesar de no bajar yo un instante a decirle la contrariedad, ni siquiera
responder cuando a la media hora me manda un sms diciendo que está esperándome.
Me fio de su amistad, de la unidad que
tratamos ambos de vivir y, sobre todo,
del Padre: si yo me ocupo de hacer Su Voluntad, Él le hará entender. A los
pocos minutos "escampa" un poco el problema y puedo ir a pedirle
perdón y darle un abrazo. La sonrisa con que me acoge no requiere mis
explicaciones; me dice que me vaya tranquilo a terminar. Eso hago después de
decirle que tenía un imprevisto, aunque ya era hora de haber terminado ahí. Al
final, todo encarrilado, me quedan 10 minutos para charlar y compartir: cuando
la misma espiritualidad recorre las venas, no hacen falta muchas palabras. Nos
vamos los 2 contentos y llego justo a mi tren para emprender el viaje.
2.-
Dialogando con una
persona con la que hacía tiempo que no me encontraba, me costaba aceptar sus
propuestas y propósitos pues me venían continuamente recuerdos de otras
ocasiones en los que al final todo había quedado sin efecto. Varias veces
interiormente tuve que “agarrarme” a la Palabra de vida para escuchar a fondo
(¡me costaba!) no cediendo a ideas preconcebidas ni prejuicios. Acabó siendo un
precioso diálogo, de propósitos y disculpas mutuos.
3.-
Esta “va de
asientos”. En la estación estaba hablando yo con un matrimonio. Subimos al
tren; suele haber poquísimos sitios donde sentarse: rápidamente identifiqué 2
puestos juntos y se lo indiqué a ellos para que no “se los quitaran”. Buscando
ya para mí, vi otros 2 juntos vacíos y ya me dirigía ahí cuando vi a 2 chicas,
amigas entre sí (yo conozco a una), que se iban a sentar lejos una de otra, y
les ofrecí que se pusieran juntas y que yo me iba a otro puesto suelto.
Ese mismo día, a la vuelta, en el vestíbulo de espera de la estación, (los
asientos ahí van de 4 en fila), yo estaba en una punta: a mi izquierda quedaba
uno libre, y más a la izquierda otro con una chaqueta y otro con su dueño. En
esto se aproxima a él una
señora con su niña y le pide por favor si puede
retirar la chaqueta para poder sentarse ellas 2 juntas. Él responde
ásperamente: “¿y no hay otro sitio?” En todo el vestíbulo había algún puesto
suelto, sí, pero no 2 juntos. La señora se lo dice y él murmura algo. Así que,
(yo estaba leyendo unos textos en el móvil), levanto la cabeza con una sonrisa
y digo: “señora, por favor, siéntense en mi sitio y en el contiguo; yo me voy a
buscar uno de los asientos individuales”. Cuando luego me senté, me venía la
tentación de volver la cabeza para ver quién era aquel señor tan poco delicado:
el vivir la Palabra fue lo que me hizo seguir leyendo a pesar de las 2 ó 3
veces que me vino mirar hacia atrás.
Algunas de vuestras
EXPERIENCIAS viviendo la Palabra del mes pasado y las de meses
anteriores:
1.-
“…"Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a
otros...". ¡Qué difícil me parecía
esta palabra cuando iba al juzgado para la vista, con tanto dolor que me proporciona
mi contrario y el robo del que me siento afectada desde hace un año! Pensaba
que Dios, que conoce los motivos de cada uno, entendería aquel absurdo.
Me parecía que Dios, que también ama a mi contrario, haría del juicio una lección
para su vida; y para
mí, aprender a sufrir con paciencia los egoísmos ajenos y aceptar las
injusticias como Jesús las sufrió.Me parecía que Dios, que también ama a mi contrario, haría del juicio una lección
Yo
había rezado en común, con la confianza puesta solo en Dios, que me ayudaría...
Pero resultó que, oyendo tantas mentiras y sinrazones, me sentí bloqueada y
apenas sí oía al juez. Salí con la sensación de que Dios me había abandonado a
mi suerte y todo estaba perdido: no me habían dejado hablar, me cortaban en mi
razonamiento y no pude exponer mi caso.
¡Qué difícil aceptar que tus enemigos te venzan! Jesús lo había sufrido con más
fuerza que yo y solo debía yo aceptar su voluntad y esperar lo peor. También
aquel fracaso se lo ofrecí al Señor.
Al
comentar esta situación al procurador, me dijo: "claro, tú te quieres
atribuir a ti sola". Pero yo solo confiaba en Dios.
Seguí rezando incluso por mi enemigo.
A
los ocho días salió la sentencia: ¡favorable a mí, y los costes a cargo de él!
Y
sigo rezando por él para que se acerque a Dios y no haga daño a los demás... ”
2.-
“…cuido a un señor
que a menudo me prueba la paciencia. Con su tono irónico, a veces la pierdo,
pero todas las noches le pido disculpas por los errores del día y tengo la
intención de reanudar al día siguiente con más paciencia. No está interesado en
la religión, pero yo sí voy a misa todos los domingos y trato de ser muy
cuidadoso y recordar todo. Y cuando vuelvo a casa le hablo al anciano teniendo
delante la Palabra de Dios. Yo no creía que mi esfuerzo diera fruto, hasta que
una mañana, al poner en orden sus cosas, me encontré un librito de oraciones.
Me di cuenta de que recortaba revistas que
contienen artículos religiosos. Es
una alegría ver que el alma de un hombre se abre, aunque sea solo un poco, a la
fe, y que mi esfuerzo podría ser, tal vez, una influencia positiva en este
sentido.
Trabajar
en el extranjero, lejos de su propia familia, hace más vulnerable a la gente y
busca comunicarse. Un día en la iglesia vi a un joven orando; lo miré como si fuera
mi niño. Me acerqué a él, le toqué en el hombro y le pregunté qué problemas
tenía y me ofrecí a orar juntos. El muchacho aceptó con gusto…”
3.-
“…mientras
tanto, tengo mucho sufrimiento que ofrecerle a Él... Ahora estoy
"centrada" en eso: en ofrecerle todo mi dolor y que Él lo
"recicle" para ayudar a otros. Y pasan experiencias bonitas. Te voy a
contar dos.
En el grupo de confirmación, alguno ni va a misa y el otro día les dije que
procurasen ir. Al viernes siguiente uno me dijo sonriendo: "el domingo
salía de casa y me preguntaron mis
padres dónde iba, les dije que a misa y se
quedaron flipando". La otra ocurrió con el grupo... El sábado tuvimos una
convivencia. Algunos de mi grupo andan necesitados y perdidillos: van a misa y
también a otras "cosas" nada recomendables... En la oración le pedí
al Señor con todo mi corazón que utilizase todo lo que estoy sufriendo, que
sirviera al menos para algo. El lunes, estando en la reunión, conté una
experiencia y, al terminar, una señora que comparte poco dijo inmediatamente:
"pues yo... hace más de 15 años que no me confieso y lo voy a hacer esta
semana". ¡¡Doy gracias a Dios por todo esto!!
Creo
que el Señor sigue "trabajando" mi alma. Ya te contaré despacio, pero
siento que el sufrimiento "duele" mucho... pero acelera ese
"proceso"...”
Si quieres leer más experiencias similares,
de gente de todo el mundo,
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