VIDA DE LA PALABRA mes de julio

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de
julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo
compasión» Lc 10, 33) y la de junio («Dadles vosotros de comer», Lc 9, 13):
1.- Estos días de
verano, aunque el horario de apertura de la parroquia es las 9:00, en cuanto me
levanto, a veces muy temprano, bajo a abrir todas las puertas, ventanas y
claraboyas de la iglesia para que corra el aire matinal y se descongestione el
calor acumulado; enciendo, además, algunos ventiladores a ver si se mueve el aire
caliente y parte de él se recambia con el más fresco de la calle.
Es un cuartito de hora, (casi sirve de
gimnasia, además, entre subir y bajar, y girar las manivelas de las claraboyas),
que hago hablando con el Señor en el corazón (y a Quien veo en el Sagrario desde
algunos de esos ángulos), y lo hago pensando en cada persona que va a ir a
rezar o a las celebraciones de la Misa, para que no noten tanto el calor.
2.- Hace 3 semanas en mi pueblo tuve la
oportunidad de estar cuidando a mi madre 5 días y, además, con ella, un día
obtuvimos permiso para ir a celebrar la Misa para su hermana mayor, monja
clarisa, que había estado ingresada muy grave hacía pocas semanas, pero que se
ha estabilizado y ha podido volver a su convento.
Mi madre con 87 años recién cumplidos y
mi tía a un mes vista de sus 90. Cada uno de sus parpadeos, respiraciones o
movimientos con tanto esfuerzo callado, daba mucha gloria a Dios: y todo ello,
sus respectivos empeoramientos a finales de junio, y su paulatina y lenta
estabilización en las semanas siguientes, en el ofertorio de la Misa pude
depositarlos en la patena y en el cáliz para que, junto con sus vidas y las de todos los bautizados, el
Señor transforme eso y todo en pan de vida y en bebida de salvación.
2b.- Estos 3 últimos
días he vuelto al pueblo para que mi hermana pueda salir un poco y “despejarse”.
El martes estuve buena parte del día
con mi madre en urgencias del hospital y al final nos mandaron a dormir a casa.
Está muy muy delicadilla. Son todo preciosas oportunidades no simplemente de “buen
samaritano”, sino de hijo, hijo agradecido.
2c.- Hoy parece que dentro de sus múltiples limitaciones,
se ha estabilizado. Pero no tiene ni fuercecita para sostener la cuchara: “dadles
vosotros de comer” ¡y todo! Mi hermana regresa esta noche y yo mañana saldré a
nuestro tradicional descanso en unidad con sacerdotes.
Al respecto, nos viene bien, (y a todos los que estéis o vayáis de
vacación) lo que aconseja el Papa. En el Ángelus, León XIV decía el domingo 20
de julio: “El
tiempo de verano puede ayudarnos a “bajar el ritmo” y a parecernos más a María
que a Marta. A
veces no nos permitimos los mejores momentos. Necesitamos gozar de tener un
poco de descanso, con el deseo de aprender más sobre el arte de la
hospitalidad.
La industria de las vacaciones quiere vendernos todo tipo de experiencias, pero
quizá no lo que buscamos. En efecto, todo encuentro verdadero no se puede
comprar, es gratuito: sea el que se tiene con Dios, como el que se tiene con
los demás, o incluso con la naturaleza. Se necesita solamente
hacerse huésped: hacer espacio y también pedirlo; acoger y dejarse acoger.
Tenemos mucho que recibir y no sólo que dar. Abraham y Sara, aunque eran
ancianos, se encontraron fecundos cuando acogieron discretamente al Señor mismo
en tres viajeros. También para nosotros, aún hay tanta vida por acoger.”
Y, (algo que desde siempre hacemos este grupo de sacerdotes), ese
mismo día, antes, en la homilía pedía León XIV: “dar espacio al silencio, a la escucha del Padre que habla y ‘ve en lo
secreto'”, especialmente en estos “días de verano” como “momento providencial
para experimentar
qué hermosa e importante es la intimidad con Dios, y cuánto puede ayudarnos
también a ser más abiertos y acogedores los unos con los otros”.
“Son días en los que tenemos más tiempo libre, tanto para el recogimiento y la
meditación, como para el encuentro con los demás, los viajes y las
visitas. Aprovechemos todo eso para disfrutar —saliendo del torbellino de
compromisos y preocupaciones— de
algún momento de tranquilidad y recogimiento, como también
para compartir, yendo a algún lugar, la alegría de
vernos —como lo es para mí estar hoy aquí—. Propiciemos las ocasiones para
cuidarnos unos a otros, para intercambiar experiencias e ideas, para ofrecernos
comprensión y consejos mutuamente; esto nos hace sentirnos
amados, y todos lo necesitamos. Hagámoslo con valentía. De este
modo, siendo
solidarios y compartiendo la fe y la vida, promoveremos una cultura
de paz, ayudando también a quienes nos rodean a superar rupturas y hostilidades, y a
construir comunión entre las personas, entre los pueblos y entre las religiones”,
añadió recordando al papa Francisco.
“Ni el servicio ni la escucha son siempre fáciles; requieren
tenacidad y capacidad de renuncia. Cuesta esfuerzo, por ejemplo, en
la escucha y en el servicio, la fidelidad y el amor con los que un padre y una
madre llevan adelante a su familia”, destacó. “Pero es sólo así, con estos
esfuerzos, como es posible construir algo bueno en la vida; sólo así pueden nacer y crecer
entre las personas relaciones auténticas y fuertes, y, desde abajo, desde la
cotidianidad, puede crecer, difundirse y experimentarse el Reino de
Dios”, alertó yendo a las homilías de san Agustín. Por ello concluyó que “la escucha y el servicio son dos actitudes
complementarias que nos ayudan, en nuestra vida, a estar abiertos a la
presencia providente del Señor. Su ejemplo nos invita a conciliar, en nuestras jornadas,
contemplación y acción, descanso y fatiga, silencio y laboriosidad, con
sabiduría y equilibrio, teniendo siempre como medida la caridad de Jesús, como
luz su Palabra y como fuente de fortaleza su gracia, que nos sostiene más allá
de nuestras posibilidades”.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando
de llevar a la práctica diaria la de Palabra de Vida de julio («Pero
un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión» Lc 10, 33), la de junio («Dadles vosotros de comer», Lc 9, 13) y la de mayo («Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te
quiero», Jn 21, 17):
1.- “…ahora con el horario de verano, yo puedo salir del
trabajo bastante más temprano por la tarde, (porque también entro muy pronto).
Pero hay una compañera que vive cerca de mi casa y que al regreso le viene bien
mi coche. Y aunque a mí me gustaría poder regresar un buen rato antes, dado que
ella entra después, sale también después de mi horario, pero la espero hasta
las 5 con mucho gusto, porque así a ella se le soluciona un mundo no teniendo
que coger el transporte público que tarda mucho. Y para que no se sienta mal
viéndome esperarla mucho tiempo, voy adelantando cosillas del trabajo para q m
vea ocupada…”.
2.- “…en el trabajo hay 2 compañeros que decían tener mucho
calor y bajaban la temperatura del aire acondicionado, lo cual me hacía tener
frío a mí y a otros; después de unos días incómodo, me puse en su lugar, y si
tienen calor, lo tienen y necesitan menor temperatura: decidí llevarme un
jersey y tenerlo en el trabajo y cuando llego, me lo pongo y estoy justo de
temperatura y ellos contentos…”.
3.- “…tengo un trabajo muy
intenso, incluso fines de semana, y poca oportunidad de descanso; hace unos
días sí pude tener algo de vacación y marché al norte para reunirme con la
familia; pero un primo acababa de mudarse de casa y estuvimos haciéndole el traslado
y yo, además, (me dedico a la electricidad), ayudándole a instalar todo; poca
vacación para mí, pero contento de estar con la familia y ser buen samaritano,
además…”.
4.- “…por si no te llegó la noticia, mi cuñado tuvo un paro
cardiaco y, gracias a la intervención rápida del masaje de mi hermana, ha
podido contarlo y, además, sin secuelas; ahora lleva un desfibrilador por si le
repite... ¡Ha sido todo un milagro! Los médicos le repiten continuamente a mi
hermana que ha salvado la vida de su marido... Yo pensaba que era el momento
propicio para que se acercasen al Señor, pero… todavía parece ser que hay que
esperar... Con razón dice la Escritura en la parábola del pobre Lázaro y el
rico: "…ni aunque resucite un muerto…"…”.