lunes, 15 de septiembre de 2025

ALEGRÍA DEL REGRESO

La Palabra de Vida de este mes, («Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido», Lc 15, 6), nos ayudará a llevar todo adelante bien, sin dar nada ni nadie por perdido. Y para recordarlo y reforzarlo, unos textos y alguna experiencia:


DAR AL AMOR EL PRIMER LUGAR

Dar al amor el primer lugar es decidir, cada día, que las personas importan más que las cosas, que el perdón es más valioso que el orgullo y que la compasión es una fuerza que puede revolucionar nuestra vida.

Cuando el amor es una prioridad, nuestras acciones adquieren un nuevo significado. Las palabras se vuelven más cuidadosas, los gestos más acogedores, e incluso los conflictos se afrontan con el deseo de reconstruir en lugar de destruir.

Esta elección de amar antes de juzgar, de comprender antes de reaccionar, no siempre es fácil, pero es profundamente liberadora.

Al dar al amor el primer lugar, iluminamos el camino no solo para nosotros, sino también para los que caminan a nuestro lado. Porque amar es sembrar vida donde hay muerte y aridez del alma, esperanza donde solo hay dolor y desesperación, y unidad donde hay separación.

 

APOLONIO CARVALHO, Comentario al Pasapalabra diario 1 septiembre

 

 

 

 

 

HACER DE CADA OBSTÁCULO UN TRAMPOLÍN

 

Es como una carrera en el estadio la vida. La valla interpuesta es una oportunidad para saltar: para amar con mayor vigor y fiarnos del poder de Dios. Quejarnos a Él será también una forma de creerle y rezarle. Somos débiles. Él lo sabe.

 

P. MANOLO MORALES, O.S.A., Comentario al Pasapalabra diario 31 agosto

 

 

 

 

 

MIRAR AL PRÓJIMO

 

[...] no juzgar las intenciones del otro por lo que hace o dice y que puede ser que no comprendamos; no aumentar lo que vemos, sino tratar de observarlo por lo que es en el presente; conseguir mirar al otro, cada día, como si lo viéramos por primera vez, sin añadir a la molestia actual la de los días anteriores...

Hecho este primer paso, será más fácil saber leer lo que el otro tiene en su corazón y que, a menudo, es oscurecido por ese modo de actuar que nos molesta; y llegar a comprenderlo, a comprendernos, y también a ayudarse a mejorar. [...]"

 

FRANCESCO CHÂTEL, Primo passo: sopportare, Città Nuova

 

 

 

 

 

 

VIVIR EL MOMENTO PRESENTE.

 

Es viviendo el presente como se pueden cumplir bien todos nuestros deberes.

Es viviendo el presente como las cruces se vuelven soportables.

Es viviendo el presente como se pueden acoger las inspiraciones de Dios, los impulsos de su Gracia que llegan en el presente.

Es viviendo el presente como podemos construir con fruto nuestra santidad.

Dijo Francisco de Sales: "Cada instante viene cargado de un orden y va a hundirse en la eternidad para fijar lo que hemos hecho con él."

¡Vivamos, pues, el presente! ¡A la perfección! Nos encontraremos en el atardecer de cada día y en el de la vida, llenos de obras buenas acabadas y de actos de amor ofrecidos.

 

CHIARA LUBICH, Se viviamo il presente

 

 

 

 

 

 

SUPERAR LA INTRANSIGENCIA

 

Muchas veces, la intransigencia nace del miedo a ceder, a parecer débiles o a perder el control. Pero, en realidad, la fuerza reside en quien sabe aceptar lo diferente y buscar el diálogo incluso ante los desacuerdos.

Para superar la intransigencia, es necesario ser humilde. Saber reconocer que no somos dueños de la verdad (solo Dios) y que el otro también tiene algo que enseñarnos. Exige valentía para ceder posiciones, dejar atrás el orgullo y construir cercanía donde hay distancia.

En la vida cotidiana, esta superación se manifiesta en gestos sencillos: ceder en un conflicto familiar, escuchar con atención a quien piensa diferente, pedir disculpas cuando cometemos un error.

Cuando elegimos la apertura en lugar de la cerrazón, el amor en lugar de la rigidez, damos espacio para que Dios actúe en nosotros y a través de nosotros.

 

APOLONIO CARVALHO, Comentario al Pasapalabra diario 10 septiembre

 

 



domingo, 14 de septiembre de 2025

GOZO POR EL RETORNO

VIDA DE LA PALABRA                    primeras semanas de SEPTIEMBRE

 Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de septiembre («Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido», Lc 15, 6) y la de  agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34): 

1.-        El martes pasado hubo diálogos bonitos en el vestíbulo de la Parroquia.

A media mañana, una joven, (algo alejada de la vida cristiana), vino a visitar a una amiga suya, que nos ayuda en el despacho parroquial y, como estaba aquí precisamente, esta me preguntó si podía ella decirle que viniera. Me ofrecí para enseñarle la parroquia y hablarle de Dios: “¡claro!; por eso le he dicho que venga aquí”.

Tras explicarles y la capilla del Santísimo, nos pusimos a charlar en la puerta. En ese momento salió una joven después de hacer su buen rato de oración y la incorporamos a la tertulia: resultó un precioso diálogo entre todos, compartiendo vivencias religiosas y ganas de superar dudas y comprometerse en la amistad con Jesús.

Se fueron todas juntas muy contentas. La señora luego me dijo que ambas jóvenes estaban agradablemente sorprendidas tanto por las vidrieras como por el “ambiente” de toda la parroquia y el buen rato de charla amistosa en Cristo y que la amiga añadió que, aunque vive lejos, tiene que volver pronto.

 

1b.-     Esa misma tarde, a la salida de la Misa, vi a un matrimonio de Villalba muy amigos míos. Estábamos charlando animadamente cuando salía un joven. Los presenté mutuamente, como hago siempre en el vestíbulo cada vez que salen personas que imagino que quizá no se conocen o que, aunque se hayan visto, no saben sus respectivos nombres.

Fue un momento de apertura sincera de corazones. El joven compartió su proceso de reciente conversión y que desde entonces no ha faltado a la Misa ni a diario. Fueron 15 ó 20 minutos preciosos de comunión: se percibía la confianza mutua y la presencia de Jesús en medio allí donde 2 ó más están unidos. Y nos fuimos realmente con muy buen “sabor de corazón” los 4, (más incluso que con el grupito de la mañana).

 

2.-        El sábado celebré la Misa en el altar mayor de la Basílica de la Santa Cruz, en el Valle. Siempre me emocionaba cuando veía a los monjes hacerlo con tanta unción y solemnidad, sobre todo en la consagración cuando se apagan todas las luces y queda una luz cenital sobre el gran altar y su inmensa cruz.

         Ahora no era solo verlo en perspectiva desde unos metros, sino estar yo en el centro del altar (justo debajo de la cruz) consagrando con mis propias manos, víspera de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

En el momento de la elevación, para que todos vieran bien, levanté mucho la Sagrada

Eucaristía, (todo lo que daban mis brazos), y apagándose las luces y quedando la cenital. Levanté mi mirada y… mis ojos se toparon con los pies del gran Crucificado y todo su cuerpo y su cara y su mirada: la Sagrada Forma delante, el Crucificado detrás, como si estuviese “derramando” su vida y su sangre sobre ella (y luego sobre el cáliz). La emoción fue tal, que un nudo se me puso en la garganta y los ojos querían humedecerse. Y levantando más aún la mirada, la gran bóveda que representa el cielo y a los santos que a él suben. Sentía tan cerca a Jesús, y era tal la intensidad del momento, que no me salía la voz para consagrar el cáliz. Pero lo mismo me pasó cuando consagré con este. Uff: inexplicable. No me salía la voz para continuar…

 

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de septiembre («Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido», Lc 15, 6), la de agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34) y la de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión»

Lc 10, 33):

 

1.-        “…padre, aquí sigue su hermana amiga; estoy igual con mi gran enfermedad: habiéndome dado cuatro meses de vida y ya llevo seis años; los médicos no se lo creen; tengo una Gran Ayuda a mi lado        

Gracias por sus PdV: son muy importantes para mí. En su último correo-e., la preciosa reflexión de Benedicto (“…la herencia que será nuestra alegría, la verdadera vida…”), precioso, padre, lo que nos manda todos los meses.

Espero que su madre siga mejorando poquito a poco. Por lo demás, sin cambios: sigo muy atareada con mi marido y mis hijos, pero siempre dando gracias todos los días cuando me levanto y rezando mucho. Padre, le deseo que Dios le dé mucha salud para seguir ayudándonos con sus buenos mensajes tan llenos de cariño para que sigamos adelante….

 

2.-        “… en mi periplo misionero a mi edad, ya dejé hoy el pueblo donde estaba... No me pude despedir de muchos porque no dejó de llover ni de noche ni de día y al día siguiente, las familias que ayudo durante el año, en el momento de partir vinieron a despedirme llorando, yo alguna lágrima derramé… De un modo especial una señora, que no tiene familia y está sola, en silla de ruedas y le falta una pierna; me ha cogido mucho cariño. No tenía para medicación. Cuando vaya a España lo intento y si puedo se lo envío. Me dio a entender que tampoco para comer. Después de escucharla a fondo me fui, pero a la noche no podía dormir: “algo tengo que hacer, Señor…”. Me dije: “duerme tranquila y mañana antes de irte le llevas algo”. Así hice y me dio un abrazo. Cuando estuve en el asilo lo comenté y me dijeron: “llévale, aquí hay bastante y da igual un anciano que otro”. Parece que no te cuesta hablar cuando no es para ti.

Cuando volví, seguí viendo a personas mayores, que estaban en la pobreza total y a algunas les di medicación que siempre llevo algo, o les llevo comida….

 

 

 

Si quieres leer más experiencias similares, 

de gente de todo el mundo,

puedes encontrarlas “pinchando” AQUÍ o AQUÍ 

 

 

 

 

 

 

 




lunes, 1 de septiembre de 2025

ALEGRÍA DEL REENCUENTRO

PALABRA DE VIDA                     septiembre 2025


 

«Alegraos conmigo,

porque he hallado la oveja que se me había perdido»

(Lc 15, 6)

 

En el Antiguo Testamento, los pastores contaban las ovejas al volver de los campos, dispuestos a buscar a la que se hubiese perdido. Incluso se internaban en el desierto de noche con tal de encontrar a las ovejas descarriadas.

Esta parábola es una historia de pérdida y hallazgo que pone en el primer plano el amor del pastor. Este se da cuenta de que falta una oveja, la busca, la encuentra y se la carga a hombros porque está debilitada y asustada, quizá herida, y no es capaz de seguir al pastor por sí sola. Es él quien la lleva a resguardo y, por último, lleno de alegría, invita a sus vecinos a celebrarlo con él.

 

«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido».

 

Los temas recurrentes de este relato podemos resumirlos en tres verbos: perderse, encontrar y celebrar.

Perderse. La buena noticia es que el Señor va a buscar a quien se extravía. Muchas veces nos perdemos en los desiertos cercanos, o en los que nos vemos obligados a vivir, o en los que nos refugiamos; son los desiertos del abandono, de la marginación, de la pobreza, de las incomprensiones, de la falta de unidad. El Pastor nos busca también allí, y aunque lo perdamos de vista, él nos encontrará siempre.

Encontrar. Intentemos imaginarnos la escena de la afanosa búsqueda por parte del pastor en el desierto. Es una imagen que impacta por su fuerza expresiva. Podemos entender la alegría tanto del pastor como de la oveja. El encuentro entre ambos devuelve a la oveja la sensación de seguridad por haberse librado del peligro. Por tanto, el encontrar es un acto de misericordia divina.

Celebrar. Él reúne a sus amigos para celebrarlo, porque quiere compartir su alegría, tal como ocurre en las otras dos parábolas que siguen a esta, la de la moneda perdida y la del padre misericordioso (cf. Lc 15, 8 y 15, 11). Jesús quiere que entendamos la importancia de participar de la alegría con todos y nos inmuniza contra la tentación de juzgar al otro. Todos somos personas encontradas.

 

«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido».

 

Esta Palabra de vida es una invitación a ser agradecidos por la misericordia que Dios tiene con todos nosotros personalmente. El hecho de alegrarnos, de gozar juntos, nos presenta una imagen de la unidad donde no hay contraposición entre justos y pecadores, sino que los unos participamos en la alegría de los otros.

Escribe Chiara Lubich: «Es una invitación a comprender el corazón de Dios, a creer en su amor. Inclinados como estamos a calcular y a medir, a veces creemos que el amor de Dios por nosotros también podría llegar a cansarse […] La lógica de Dios no es como la nuestra. Dios nos espera siempre; es más, le damos una inmensa alegría cada vez que volvemos a Él, aunque se tratase de un número infinito de veces»[1].

 

«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido».

 

A veces podemos ser nosotros los pastores, los que cuidamos unos de otros y vamos con amor a buscar a quienes se han alejado de nosotros, de nuestra amistad, de nuestra comunidad; a buscar a los marginados, a quienes están perdidos, a los pequeños, aquellos que las pruebas de la vida han apartado a los márgenes de nuestra sociedad.

Nos cuenta una educadora: «Había varios alumnos que venían a clase esporádicamente. Durante mis horas libres solía ir por el mercado que está al lado de la escuela, esperando encontrarlos en ese lugar, porque me había enterado de que trabajaban allí para sacarse un dinero. Un día por fin los vi, y ellos se quedaron asombrados de que hubiese ido personalmente a buscarlos, y les impactó ver lo importantes que eran para toda la comunidad educativa. Desde entonces empezaron a venir regularmente a clase y fue en verdad una fiesta para todos».

 

PATRIZIA MAZZOLA y el equipo de la Palabra de Vida

 



[1] C. Lubich, Palabra de vida de septiembre de 1986: Palabras de Vida/1 (1943-1990) (ed. F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 387-388.


domingo, 31 de agosto de 2025

TÚ, DIOS MÍO, ERES MI TESORO

 VIDA DE LA PALABRA                                     mes de AGOSTO

 Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34) y la de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión», Lc 10, 33):

1.-        En una homilía sobre la PdV le pregunté a la gente: “una vez que has hecho tus tareas y obligaciones, cuando te sientas tranquilo en el sofá, ¿qué es lo que piensas?; ¿hacia dónde se dirige tu mente? Porque… donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. ¿Se dirige a Dios (o a las cosas de Dios) o no?”.

         Eso mismo había estado yo practicando con fruto los días previos y, viendo el bien que le había hecho a las personas ponerlas a reflexionar, fue para mí un nuevo acicate para el resto del mes.

         Primero con mi madre, que estuvo muy muy delicada, con riesgo incluso de “irse”: yo trataba de tener todos los cuidados hacia ella y toda la paciencia; sin hacer nada más prácticamente en esos 5 días, (lo mismo que 3 semanas antes, otros 4 días, como te conté en el correo anterior). Y cuando regresa mi hermana a la que estaba yo supliendo para que ella “se aireara” unos días, estar dispuesto a no irme a las vacaciones programadas con mi comunidad de sacerdotes y quedarme, en cambio, con ellas dos: “mamá lleva toda la noche y esta mañana muy muy flojita y desorientada: me quedo, ¿verdad?”. Una vez dicho mi sí, dispuesto a perder el descanso y la comunidad, empezó ella a mejorar y a las 2 horas me dice mi hermana: “anda, termina de preparar tu maleta y vete tranquilo, que parece que se ha entonado”, (y aunque estuvo todavía unos días débil, a partir del 11 comenzó una ligerísima mejora progresiva, (y ahora está como hace 3 meses, que no es “para tirar cohetes”, ¡pero eso es muchísimo a su edad y tal como había llegado a debilitarse!).

         Junto con esa mejoría, mi segunda estancia en el pueblo para suplir a mi hermana que se marchaba 3 días a rezar y descansar en el monasterio de El Paular, de nuevo totalmente yo pendiente de mi madre. De pronto, mi hermana tuvo que ir con dolores al centro de salud allí en Rascafría 2 veces y finalmente la recogió mi hermano y estuvieron toda la noche en urgencias de un hospital. A la mañana siguiente de regresar ella al pueblo, de nuevo a urgencias en nuestro hospital: dio la cara un cólico nefrítico y le detectaron un mioma. Menos mal que había venido esos días otra de nuestras hermanas y pudo acompañarla para yo poder estar todo el día pendiente de mi madre, disimulando, a la vez, para que no se enterara de lo mi hermana, con lo “súper-preocupona” que es.

Tanto mi hermana, como yo: “Tú, Señor, eres mi tesoro; no el descanso; no la tranquilidad; no las consecuencias futuras de enfermedades de una u otra; mi corazón quiere estar también solo en Ti”.

 

1b.-    Entre una estancia y otra en el pueblo, los 10 días con los 14 sacerdotes, (acorté un poco, regresando 3 días antes, para que mi hermana pudiera ir a la hospedería de ese monasterio). Fueron días preciosos de unidad, de hacer todo con “Jesús en medio”: o todos “en comandita” o en distintos grupitos. Compartir experiencias sobre la Palabra de Vida y desde la última vez que nos vimos (después de Semana Santa, aunque casi todos los lunes nos videollamamos); comunicar lo que llevamos en el alma en esos momentos y los meses previos; compartir la obra que Dios por medio de su Madre va haciendo en cada uno de nosotros y con las comunidades o parroquias a las que servimos.

De verdad que logré descansar y “desconectar” totalmente, y, además, hacer mucho ejercicio y leer. Auténticamente, “Jesús en medio” es nuestro descanso y nuestra paz, y nuestro Maestro.

         Al regresar yo antes que ellos, en el coche, daba gracias a Dios sin que se me apegara el corazón al descanso ni a la vida comunitaria tan bonita; aunque también con un pequeño peso: quizá debería haber hablado más todavía con cada uno de ellos dejando algún rato de lectura. Nuestra vocación es vivir en comunidad y, por las circunstancias pastorales y diocesanas, no podemos hacerlo y nos tenemos que contentar con “vernos” on-line y luego estas pocas veces al año. Bueno, también eso lo puse en manos del Señor: por esta vez ya no tenía remedio y vivir bien cada momento presente en la Voluntad de Dios por amor era el mejor modo de repararlo, (y estar pendiente la próxima vez de dedicarles más tiempo).

 

2.-        A veces discuto con una persona influenciada por las ideas de otras tradiciones religiosas del lejano oriente. Dice que Dios se olvida de nosotros, que le da igual lo que nosotros hagamos y por eso nos ha dejado libres para hacer incluso el mal.

Le mandé hace unos días una homilía de Benedicto XVI, del 28 de abril de 2013, (ya como Papa emérito desde hacía pocas semanas en CastelGandolfo), comentando la oración colecta de la Misa de aquel día: “…la verdadera libertad no es hacer todo lo que se me ocurra, sino que yo llegue a ser conforme a la verdad de mí mismo. La verdad de mí mismo es mi vida, de tal modo que verdad y libertad estén unidas en mí y la verdadera libertad se cumpla. En esta vida nunca somos completamente libres, estamos en camino hacia la libertad. Pidamos al Señor que nos ayude a ponernos en camino hacia esa verdadera libertad, donde la verdad de nuestro ser y nuestra voluntad coincidan y así podamos realmente, libremente, vivir conforme a lo que debemos ser.

[…] El sueño de los israelitas era su tierra, ser libres en su tierra, es decir, ser libres y propietarios. Pero esa solo es una condición preliminar. La verdadera libertad –que aparece en el Nuevo Testamento– y la verdadera tierra de nuestro ser es Dios. Dios mismo es nuestra herencia: estar unidos a Dios significa entonces encontrarse en la plenitud del ser, la felicidad. Pidamos al Señor que nos ayude a ir hacia esa verdadera herencia, que será nuestra alegría permanente, la verdadera vida.”

Entre otras personas, también mandé este texto a otra amiga, (que está luchando contra su cáncer desde hace unos meses), y me contestó lo siguiente: “Profundísima e interesantísima reflexión de Benedicto. Me ha gustado muchísimo, va conmigo: voy en ello a esa Libertad –con mayúsculas– y a esa Herencia de Dios y con Dios. Gracias”.

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la de Palabra de Vida de agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34), la de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión», Lc 10, 33) y la de junio («Dadles vosotros de comer», Lc 9, 13):

1.-        “… en mi periplo misionero anual como jubilada, anteayer visité a tres personas, le dije al Señor: “pon tus palabras en mi boca, sabes que soy cortita en palabras”. Él siempre me pone en mi boca sus palabras y a la gente les hacen efecto, se les caen las lágrimas de alegría, me dicen: “vuelve”. Me abrazan, les pregunto qué necesitan para comprarles si puedo aquí, pero hay cosas, (medicinas, ropa…), que yo enviaré cuando regrese a España: se sienten felices, porque siempre les llega. Yo me siento satisfecha con enviarlo. Me privo de ciertas cosas para enviar cada paquete.

Ayer, una de las personas que ayuda a repartir lo que envío, vino a buscarme: siempre lo hace cuando vengo. Me cuenta a quién reparte, aunque no acabo de poner cara, sobre todo a los niños. Se lo da a una doctora, que va a la selva a ver a los niños, que van medio desnudos, porque no pueden comprar. La doctora está feliz, porque puede ayudar.

La persona que lo reparte me dice que gracias a mí puede vivir bien, porque su niño pequeño, que es mi ahijado, tiene una enfermedad rara y tiene que ir a varios médicos; a ella la gusta hablar conmigo: me cuenta su vida, que ella se enfermó y gracias al marido y a sus hijos ha podido salir adelante. Me dice: “gracias a Dios que me ayudas en todo”. Su hija de siete años es muy tímida, pero este año le he preguntado por cosas del cole y amigas que tiene; me ha hablado como un lorito, pero cosas muy interesantes de niña. Yo le he explicado cómo tenía que decir: ella escucha con mucha atención y decía “sí, tía; lo haré”…. 

 

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de gente de todo el mundo,

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jueves, 31 de julio de 2025

TU CORAZÓN EN TU TESORO

PALABRA DE VIDA                                       AGOSTO 2025

 

«Porque donde esté vuestro tesoro,

allí estará también vuestro corazón»

(Lc 12, 34) 

El evangelista Lucas refiere esta enseñanza de Jesús y nos lo muestra con sus discípulos camino de Jerusalén, hacia su Pascua de muerte y resurrección. Por el camino se dirige a ellos llamándolos «pequeño rebaño» (Lc 12, 32), y les confía lo que tiene en el corazón, las disposiciones profundas de su ánimo. Entre estas, el desapego de los bienes terrenos, la confianza en la providencia del Padre y la vigilancia interior, el esperar activamente el Reino de Dios.

En los versículos anteriores, Jesús los anima a desprenderse de todo, hasta de la vida, y a no angustiarse por las necesidades materiales, porque el Padre sabe lo que necesitan. En lugar de eso los invita a buscar el Reino de Dios y los alienta a acumular «un tesoro inagotable en los cielos» (Lc 12, 33). Ciertamente, no es que Jesús exhorte a la pasividad ante las cosas terrenas, a una conducta irresponsable en el trabajo; lo que quiere es quitarnos la ansiedad, la inquietud, el miedo.

 

«Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».

 

Aquí, corazón se refiere al centro unificador de la persona, que da sentido a todo lo que vive; es el lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular. En general indica las intenciones verdaderas, lo que uno piensa, cree y quiere realmente. El tesoro es lo que para nosotros tiene más valor, es decir, nuestra prioridad, lo que creemos que da seguridad al presente y al futuro.

Afirmaba el papa Francisco: «Hoy todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Solo nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas»[1]. Pero en lo más íntimo de toda mujer y de todo hombre hay una búsqueda apremiante de esa felicidad verdadera que no defrauda y que ningún bien material puede saciar.

Escribía Chiara Lubich: «Sí, existe lo que buscas; hay en tu corazón un anhelo infinito e inmortal; una esperanza que no muere; una fe que traspasa las tinieblas de la muerte y es luz para aquellos que creen: ¡no en vano esperas y crees! ¡No en vano! Tú esperas y crees para Amar»[2].

 

«Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».

 

Esta Palabra nos invita a hacer un examen de conciencia: ¿cuál es mi tesoro, lo que más me importa? Este puede adquirir diversos matices, como el estatus económico, pero también la fama, el éxito, el poder. La experiencia nos dice que hace falta volver continuamente a la vida verdadera, la que no pasa, la vida radical y exigente del amor evangélico:

«Para un cristiano no basta con ser bueno, misericordioso, humilde, manso, paciente… Debe tener por los hermanos la caridad que nos enseñó Jesús. […] Porque la caridad no es estar dispuesto a dar la vida. Es dar la vida»[3].

A cada prójimo que se nos cruza durante el día (en la familia, en el trabajo, por todas partes) debemos amarlo con esta medida. Y así vivimos sin pensar en nosotros, sino pensando en los demás, viviendo los demás, y experimentamos una libertad verdadera.

AUGUSTO PARODY REYES y el equipo de la Palabra de Vida

 



[1] Francisco, encíclica Dilexit nos, 218.

[2] C. Lubich, «Existe lo que buscas». Carta de Junio de 1944: El primer amor. Cartas de los inicios (1943-1949), Ciudad Nueva, Madrid 2011, p. 54.

[3] Cf. Ead., conexión telefónica 6-12-1984: Juntos en camino, Ciudad Nueva, Buenos Aires 1988, pp. 48-49.

 

BUENOS SAMARITANOS LOS UNOS DE LOS OTROS

 VIDA DE LA PALABRA                                              mes de julio

 

Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión» Lc 10, 33) y la de junio («Dadles vosotros de comer», Lc 9, 13):

1.-        Estos días de verano, aunque el horario de apertura de la parroquia es las 9:00, en cuanto me levanto, a veces muy temprano, bajo a abrir todas las puertas, ventanas y claraboyas de la iglesia para que corra el aire matinal y se descongestione el calor acumulado; enciendo, además, algunos ventiladores a ver si se mueve el aire caliente y parte de él se recambia con el más fresco de la calle.

Es un cuartito de hora, (casi sirve de gimnasia, además, entre subir y bajar, y girar las manivelas de las claraboyas), que hago hablando con el Señor en el corazón (y a Quien veo en el Sagrario desde algunos de esos ángulos), y lo hago pensando en cada persona que va a ir a rezar o a las celebraciones de la Misa, para que no noten tanto el calor.

 

2.-        Hace 3 semanas en mi pueblo tuve la oportunidad de estar cuidando a mi madre 5 días y, además, con ella, un día obtuvimos permiso para ir a celebrar la Misa para su hermana mayor, monja clarisa, que había estado ingresada muy grave hacía pocas semanas, pero que se ha estabilizado y ha podido volver a su convento.    

Mi madre con 87 años recién cumplidos y mi tía a un mes vista de sus 90. Cada uno de sus parpadeos, respiraciones o movimientos con tanto esfuerzo callado, daba mucha gloria a Dios: y todo ello, sus respectivos empeoramientos a finales de junio, y su paulatina y lenta estabilización en las semanas siguientes, en el ofertorio de la Misa pude depositarlos en la patena y en el cáliz para que, junto con  sus vidas y las de todos los bautizados, el Señor transforme eso y todo en pan de vida y en bebida de salvación.

 

2b.-     Estos 3 últimos días he vuelto al pueblo para que mi hermana pueda salir un poco y “despejarse”.

El martes estuve buena parte del día con mi madre en urgencias del hospital y al final nos mandaron a dormir a casa. Está muy muy delicadilla. Son todo preciosas oportunidades no simplemente de “buen samaritano”, sino de hijo, hijo agradecido.

 

2c.-      Hoy parece que dentro de sus múltiples limitaciones, se ha estabilizado. Pero no tiene ni fuercecita para sostener la cuchara: “dadles vosotros de comer” ¡y todo! Mi hermana regresa esta noche y yo mañana saldré a nuestro tradicional descanso en unidad con sacerdotes.

Al respecto, nos viene bien, (y a todos los que estéis o vayáis de vacación) lo que aconseja el Papa. En el Ángelus, León XIV decía el domingo 20 de julio: “El tiempo de verano puede ayudarnos a “bajar el ritmo” y a parecernos más a María que a Marta. A veces no nos permitimos los mejores momentos. Necesitamos gozar de tener un poco de descanso, con el deseo de aprender más sobre el arte de la hospitalidad. La industria de las vacaciones quiere vendernos todo tipo de experiencias, pero quizá no lo que buscamos. En efecto, todo encuentro verdadero no se puede comprar, es gratuito: sea el que se tiene con Dios, como el que se tiene con los demás, o incluso con la naturaleza. Se necesita solamente hacerse huésped: hacer espacio y también pedirlo; acoger y dejarse acoger. Tenemos mucho que recibir y no sólo que dar. Abraham y Sara, aunque eran ancianos, se encontraron fecundos cuando acogieron discretamente al Señor mismo en tres viajeros. También para nosotros, aún hay tanta vida por acoger.

Y, (algo que desde siempre hacemos este grupo de sacerdotes), ese mismo día, antes, en la homilía pedía León XIV: “dar espacio al silencio, a la escucha del Padre que habla y ‘ve en lo secreto'”, especialmente en estos “días de verano” como “momento providencial para experimentar qué hermosa e importante es la intimidad con Dios, y cuánto puede ayudarnos también a ser más abiertos y acogedores los unos con los otros”. “Son días en los que tenemos más tiempo libre, tanto para el recogimiento y la meditación, como para el encuentro con los demás, los viajes y las visitas. Aprovechemos todo eso para disfrutar —saliendo del torbellino de compromisos y preocupaciones— de algún momento de tranquilidad y recogimiento, como también para compartir, yendo a algún lugar, la alegría de vernos —como lo es para mí estar hoy aquí—. Propiciemos las ocasiones para cuidarnos unos a otros, para intercambiar experiencias e ideas, para ofrecernos comprensión y consejos mutuamente; esto nos hace sentirnos amados, y todos lo necesitamos. Hagámoslo con valentía. De este modo, siendo solidarios y compartiendo la fe y la vida, promoveremos una cultura de paz, ayudando también a quienes nos rodean a superar rupturas y hostilidades, y a construir comunión entre las personas, entre los pueblos y entre las religiones”, añadió recordando al papa Francisco.

“Ni el servicio ni la escucha son siempre fáciles; requieren tenacidad y capacidad de renuncia. Cuesta esfuerzo, por ejemplo, en la escucha y en el servicio, la fidelidad y el amor con los que un padre y una madre llevan adelante a su familia”, destacó. “Pero es sólo así, con estos esfuerzos, como es posible construir algo bueno en la vida; sólo así pueden nacer y crecer entre las personas relaciones auténticas y fuertes, y, desde abajo, desde la cotidianidad, puede crecer, difundirse y experimentarse el Reino de Dios”, alertó yendo a las homilías de san Agustín. Por ello concluyó que “la escucha y el servicio son dos actitudes complementarias que nos ayudan, en nuestra vida, a estar abiertos a la presencia providente del Señor. Su ejemplo nos invita a conciliar, en nuestras jornadas, contemplación y acción, descanso y fatiga, silencio y laboriosidad, con sabiduría y equilibrio, teniendo siempre como medida la caridad de Jesús, como luz su Palabra y como fuente de fortaleza su gracia, que nos sostiene más allá de nuestras posibilidades”.

 

 

Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la de Palabra de Vida de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión» Lc 10, 33), la de junio («Dadles vosotros de comer», Lc 9, 13) y la de mayo («Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero», Jn 21, 17):

1.-        “ahora con el horario de verano, yo puedo salir del trabajo bastante más temprano por la tarde, (porque también entro muy pronto). Pero hay una compañera que vive cerca de mi casa y que al regreso le viene bien mi coche. Y aunque a mí me gustaría poder regresar un buen rato antes, dado que ella entra después, sale también después de mi horario, pero la espero hasta las 5 con mucho gusto, porque así a ella se le soluciona un mundo no teniendo que coger el transporte público que tarda mucho. Y para que no se sienta mal viéndome esperarla mucho tiempo, voy adelantando cosillas del trabajo para q m vea ocupada.

 

2.-        “en el trabajo hay 2 compañeros que decían tener mucho calor y bajaban la temperatura del aire acondicionado, lo cual me hacía tener frío a mí y a otros; después de unos días incómodo, me puse en su lugar, y si tienen calor, lo tienen y necesitan menor temperatura: decidí llevarme un jersey y tenerlo en el trabajo y cuando llego, me lo pongo y estoy justo de temperatura y ellos contentos.

 

3.-        “tengo un trabajo muy intenso, incluso fines de semana, y poca oportunidad de descanso; hace unos días sí pude tener algo de vacación y marché al norte para reunirme con la familia; pero un primo acababa de mudarse de casa y estuvimos haciéndole el traslado y yo, además, (me dedico a la electricidad), ayudándole a instalar todo; poca vacación para mí, pero contento de estar con la familia y ser buen samaritano, además.

 

4.-        “por si no te llegó la noticia, mi cuñado tuvo un paro cardiaco y, gracias a la intervención rápida del masaje de mi hermana, ha podido contarlo y, además, sin secuelas; ahora lleva un desfibrilador por si le repite... ¡Ha sido todo un milagro! Los médicos le repiten continuamente a mi hermana que ha salvado la vida de su marido... Yo pensaba que era el momento propicio para que se acercasen al Señor, pero… todavía parece ser que hay que esperar... Con razón dice la Escritura en la parábola del pobre Lázaro y el rico: "…ni aunque resucite un muerto".


martes, 1 de julio de 2025

HACERSE PRÓJIMO DE TODOS

 PALABRA DE VIDA                                                           JULIO 2025

 


«Pero un samaritano que iba de camino

llegó junto a él

y, al verlo, tuvo compasión»

(Lc 10, 33)

 

Martine viaja en metro en una gran ciudad europea. Todos los pasajeros están concentrados en su móvil. Conectados virtualmente, pero en realidad atrapados en el aislamiento. Se pregunta: «¿Es que ya no somos capaces de mirarnos a los ojos?».

Es una experiencia común, sobre todo en las sociedades ricas de bienes materiales pero cada vez más pobres de relaciones humanas. Y sin embargo, el Evangelio vuelve siempre con su propuesta original y creativa, capaz de «hacer nuevas todas las cosas» (cf. Ap 21, 5).

En el largo diálogo con el doctor de la Ley que le pregunta qué hacer para heredar la vida eterna (cf. Lc 10, 25-37), Jesús le responde con la famosa parábola del buen samaritano: un sacerdote y un levita, figuras relevantes de la sociedad de aquel tiempo, ven al borde del camino a un hombre agredido por unos salteadores, pero pasan de largo.

«Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión».

 

Al doctor de la Ley, que conoce bien el mandamiento divino del amor al prójimo (cf. Dt 6,5; Lv 19, 18), Jesús le pone como ejemplo un extranjero considerado cismático y enemigo: este ve al caminante herido y tiene compasión, un sentimiento que nace de dentro, del interior del corazón humano. Entonces interrumpe su viaje, se acerca a él y lo cuida.

Jesús sabe que toda persona humana está herida por el pecado, y esta es precisamente su misión: curar los corazones con la misericordia y el perdón gratuito de Dios, para que sean a su vez capaces de acercarse y compartir.

«[…] Para aprender a ser misericordiosos como el Padre, perfectos como Él, tenemos que fijarnos en Jesús, revelación plena del amor del Padre. […] el amor es el valor absoluto que da sentido a todo lo demás, […] que encuentra su más alta expresión en la misericordia. Una misericordia que ayuda a ver siempre nuevas a las personas con las que vivimos cada día, en la familia, en clase o en el trabajo, sin recordar ya sus defectos ni sus errores; que nos ayuda no solo a no juzgar, sino a perdonar las ofensas sufridas. Incluso a olvidarlas»[1].

 

«Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión».

 

La respuesta final y decisiva se expresa con una clara invitación: «Vete y haz tú lo mismo» (Lc 10, 37). Es lo que Jesús repite a cualquiera que acoja su Palabra: hacerse prójimos, tomando la iniciativa de tocar las heridas de las personas con las que nos cruzamos cada día en los caminos de la vida.

Para vivir la proximidad evangélica, pidamos ante todo a Jesús que nos cure de la ceguera de los prejuicios y la indiferencia, que nos impide ver más allá de nosotros mismos.

Luego, aprendamos del Samaritano su capacidad de compasión, que lo empuja a poner en juego su misma vida. Imitemos su prontitud en dar el primer paso hacia el otro y la disponibilidad a escucharlo, a hacer nuestro su dolor, sin juicios y sin la preocupación de estar «perdiendo el tiempo».

Esa es la experiencia de una joven coreana: «Traté de ayudar a un adolescente que no era de mi cultura y al que no conocía bien. Y sin embargo, aunque no sabía qué hacer ni cómo, me armé de valor y lo hice. Y con sorpresa me di cuenta de que, al prestar esa ayuda, yo misma me sentí curada de mis heridas interiores».

Esta Palabra nos ofrece la clave para practicar el humanismo cristiano: nos hace conscientes de nuestra humanidad compartida, en la que se refleja la imagen de Dios, y nos enseña a superar con valentía la categoría de la cercanía física y cultural. Desde esta perspectiva es posible ampliar las fronteras del nosotros hasta el horizonte del todos y recobrar los fundamentos mismos de la vida social. 

LETIZIA MAGRI y el equipo de la Palabra de Vida

 

 



[1] C. Lubich, Palabra de vida de junio de 2002: Ciudad Nueva n. 388 (2002/6), p. 17.