Estos textos nos ayudarán a intensificar la vida
de la Palabra de este mes («En cambio el fruto del Espíritu
es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia,
dominio de sí», Ga 5, 22-23):
CAMINAR JUNTOS
… Estoy muy feliz de
estar hoy entre vosotros, aquí en Loppiano, esta pequeña
“ciudad” conocida en el mundo porque nació del Evangelio y del Evangelio quiere
alimentarse. Y por eso es reconocida como ciudad propia de
elección e inspiración por muchos que son discípulos de Jesús, incluso por
hermanos y hermanas de otras religiones y convicciones. ¡En Loppiano todos se sienten como en
casa!... …una ilustración de la misión de la
Iglesia hoy, así como la trazó el Concilio Vaticano II… para centrar cada vez
más, a la escucha del plan de Dios, el proyecto de Loppiano al servicio de la
nueva etapa de testimonio y anuncio del Evangelio de Jesús al que nos llama hoy
el Espíritu Santo…
…constancia y firmeza en llevar
adelante la elección de Dios y de una nueva vida en Cristo. Se trata
de mantener firme esta decisión, incluso
a costa de las dificultades y las contrariedades, sabiendo que esta
constancia, esta firmeza y esta paciencia producen esperanza... Y la esperanza no defrauda…
el fundamento de la
esperanza es el amor de Dios derramado en nuestros corazones con el don del
Espíritu,
un amor que nos precede y nos hace capaces de vivir con tenacidad, serenidad,
positividad, fantasía... e incluso con algo de humorismo, incluso en los
momentos más difíciles. Pedid la gracia del
humorismo; es la actitud humana que
más se acerca a la gracia de Dios, el humorismo…
…un boceto de ciudad
nueva en el espíritu del Evangelio. Una
ciudad en la que resaltase ante todo la belleza del Pueblo de Dios,
en la riqueza y variedad de sus miembros, de las diferentes vocaciones, de las
expresiones sociales y culturales, cada una en
diálogo y al servicio de todos. Una ciudad que tiene su corazón en la
Eucaristía, fuente de unidad y de vida siempre nueva, y que se presenta a los
ojos de quienes la visitan también en su veste laica y laboriosa, inclusiva y
abierta… …El carisma de la
unidad es un estímulo providencial y una ayuda poderosa
para
vivir esta mística evangélica del nosotros, es decir, para caminar juntos en la historia
de
los hombres y mujeres de nuestro tiempo como “un solo corazón y un alma sola”
(cf. Hch 4,32), descubriéndose y
amándose mutuamente
de manera concreta como “miembros los unos de los otros” (Rm 12,
5). Por eso, Jesús pidió al
Padre: “Que todos sean uno, como tú y yo somos uno”
(Jn 17,21), y nos mostró en sí mismo el camino
hasta la entrega total de todo en el vaciamiento abismal de la cruz
(cf. Mc 15,34, Flp 2,
6-8). Es esa espiritualidad del
“nosotros”… Es esta espiritualidad del nosotros, la que debéis
llevar adelante, que nos salva de todo egoísmo e interés egoísta. La espiritualidad
del nosotros…
PAPA FRANCISCO, Respuestas a las preguntas de los miembros del movimiento de los
Focolares en la visita a la Ciudadela de testimonio de Loppiano, 10 mayo
2018
Aparte de los errores del “directo”, algún pequeño
fallo del comentarista, como p.ej.: dice que
le regalaron al Papa un "cubo de Rubik"; en realidad el niño le
regaló al Papa el "dado
del arte de amar" que enseña Jesús.
Pinchando a continuación, además, puedes leer lo que el Papa dijo hace unos años en el videomensaje Loppiano cumple 50 años
Pinchando a continuación, además, puedes leer lo que el Papa dijo hace unos años en el videomensaje Loppiano cumple 50 años
NADIE ESTÁ EXCLUIDO
… la misión, sobre la evangelización,
que es hoy la prioridad de la Iglesia. Porque misión es dar voz al
amor fiel de Dios,
es anunciar que el Señor nos ama y
nunca se cansará de mí,
de ti, de nosotros y de este mundo nuestro, del que,
quizás, nosotros nos cansamos. Misión es donar lo
que hemos recibido.
Misión es cumplir el mandato de Jesús…: "Id, pues, y haced discípulos a
todas las gentes" (Mt 28, 19).
Id. La misión requiere partir. Pero en
la vida es fuerte la tentación de quedarse, de no correr riesgos, de
contentarse con tener la situación bajo control. Es más fácil quedarse en casa,
rodeado de aquellos que nos quieren, pero no es el camino de Jesús… estar
siempre en salida, peregrinos en el
mundo en busca del hermano que
aún no conoce la alegría del amor de Dios.
… Para anunciar es
necesario renunciar. Solo una Iglesia que renuncia al mundo anuncia
bien al Señor. Solo una Iglesia liberada del poder y del dinero, libre de
triunfalismos y clericalismos testimonia de una manera creíble que Cristo
libera al hombre.
Y quien, por su amor,
aprende a renunciar a las cosas que pasan, abraza este
gran tesoro: la libertad. No se queda enredado
en sus apegos,
que cada vez le piden algo más, pero nunca dan paz, y siente que el corazón se
expande, sin inquietudes, disponible para Dios y para los hermanos.
“Ir" es el verbo de la misión y
todavía nos dice algo más: que se conjuga en plural. El Señor no dice:
"vete tú, luego tú, luego tú...", sino "id"
¡juntos! Plenamente misionero no es quién va solo, sino quien camina junto. Caminar
juntos es siempre un arte para aprender cada día. Hay que tener cuidado, por ejemplo,
para no dictar el paso a los demás. Más bien, hay que acompañar y esperar,
recordando que el camino del otro no es idéntico al mío. Como en la vida, nadie
tiene el paso exactamente igual que otro, así también en la fe y en la misión:
se avanza juntos, sin aislarse y sin imponer el propio sentido de marcha, se
avanza unidos, como Iglesia, con los pastores, con todos los hermanos, sin
fugas hacia adelante y sin quejarse de quien tiene el paso más lento. Somos peregrinos
que, acompañados por los hermanos, acompañamos a otros hermanos, y es bueno
hacerlo personalmente, con cuidado y respeto por el camino de cada
uno y sin forzar el crecimiento de nadie, porque la respuesta a Dios madura
solo en la libertad auténtica y sincera.
Jesús resucitado dice: «Haced
discípulos». Aquí está la misión. No dice: conquistad,
ocupad,
sino "haced discípulos", es
decir, compartid con los otros el don que habéis recibido, el encuentro de amor
que os ha cambiado la vida. Es el corazón de la misión: testimoniar que Dios
nos ama y que con Él es posible el amor verdadero, el que lleva a dar la vida
en todas partes, en la familia, en el trabajo, como personas consagradas, como
esposos… Y esta dinámica del discipulado, el discípulo que hace discípulos, es
totalmente diferente de la dinámica del proselitismo.
Aquí está la fuerza del anuncio, para
que el mundo crea. No cuentan los
argumentos que convencen, sino la vida que atrae; no la capacidad de imponerse, sino el
valor de servir…
Haceos reconocer como amigos de Jesús. Llamad amigos a
todos y sed amigos de todos.
«Id y haced discípulos a todas
las gentes». Y cuando Jesús dice todas parece que quiera
subrayar que en su corazón hay lugar para cada
gente. Nadie está excluido. Como los hijos para un padre y una madre: incluso
si son tantos, grandes y pequeños, cada uno es amado con todo el corazón. Porque
el amor, al darse, no disminuye, sino que aumenta. Y siempre está lleno de
esperanza. Como los padres, que no ven en primer lugar los defectos y las
faltas de sus hijos, sino a sus propios hijos… No ponen en primera fila los
aspectos negativos y las cosas para cambiar, sino que "ven con el
corazón", con una mirada que aprecia, un enfoque que respeta, una
confianza que tiene paciencia. Id así en misión, pensando que "jugáis en
casa". Porque el Señor es de casa con cada gente y su Espíritu ya ha
sembrado antes de vuestra llegada. Y pensando en nuestro Padre, que ama tanto
al mundo (Jn 3:16), sed apasionados de la humanidad, colaboradores
de la alegría de todos (2 Cor 1,24), estimados por ser
próximos, oíbles por estar al lado. Amad las culturas y tradiciones de las
gentes, sin aplicar modelos preestablecidos. No partáis de teorías y esquemas,
sino de situaciones concretas: así será el Espíritu el que dará forma al
anuncio según sus tiempos y sus formas. Y la Iglesia crecerá a su imagen: unida
en la diversidad de las gentes, de los dones y de los carismas...
PAPA FRANCISCO, Discurso al Camino Neocatecumenal en su 50 Aniversario, 5 mayo 2018
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