"Que
todos sean uno... para que el mundo crea" (Jn 17, 21)... última oración de Jesús. Esta
oración, que cierra en el cuarto Evangelio la actividad pública de Jesús y nos
introduce en su pasión, nos desvela los sentimientos más profundos y el deseo
más ardiente de su corazón: la unidad entre todos los suyos para la salvación
del mundo. Después de haber pedido la unidad para sus apóstoles, ahora la pide
para todos aquellos que creerán en Él a través de su palabra.
La unidad, que Jesús pide con estas palabras
para los suyos, es como la que existe entre el Padre y Él. Es la unidad plena de mente y de corazón
vista en su fuente, es decir, en su comunión íntima y total de vida que Jesús
tiene con el Padre y de la que nacía toda su actividad. También su
Iglesia, en su vivir y en su obrar, deberá ser la participación, la
continuación y el reflejo de esta unidad.
Tal unidad será la nota distintiva por excelencia de
su Iglesia y el secreto de su extraordinaria vitalidad. De hecho,
esta unidad, hará de su Iglesia el gran canal de la gracia para la
santificación del mundo. Todos los medios para la salvación que Él
proporcionará a la Iglesia ‑incluido el mismo anuncio de la Palabra, la
oración, la penitencia, la actividad organizativa, la vida cultural, etc.‑ serán eficaces
en la medida en que sean expresión de esta unidad.
¿Cómo…? Haciendo cada vez mejor nuestra parte
para que se realice el deseo de Jesús. Y ¿de qué manera?
Ante todo, viviendo su Palabra, que Él
continúa transmitiendo a través de los sucesores de sus apóstoles como nos
indica Jesús. Y
en particular viviendo la Palabra del amor, del amor recíproco, compendio de
sus palabras, con lo que hacemos nuestra parte para que la unidad exista.
Y luego, con la gracia del Espíritu Santo, comprometiéndonos a vivir este amor
entre todos…
Un
amor semejante modelado y enraizado en el amor de Jesús, pedido por Él poco
antes de dar su vida por nosotros. Requiere esas disposiciones interiores que son
más necesarias para construir la unidad: la humildad, el saber morir a
nuestro yo, saber perder poniendo a un lado nuestros propios gustos y
puntos de vista personales, saber escuchar al otro, acogerse recíprocamente, perdonarse
mutuamente viendo al otro con ojos nuevos, saber caminar juntos,
etc.
Si
nos dejamos guiar por estos sentimientos de Jesús, comenzando por nuestras familias, por
nuestros ambientes de trabajo, por nuestras comunidades eclesiales no
tardaremos en ver a nuestro alrededor esos maravillosos frutos de unidad que
Jesús tanto espera; no tardaremos en constatar que, también en el mundo secularizado
en el que muchos de nosotros se encuentran, insensible e impermeable a los
impulsos sobrenaturales, algo se mueve: el mundo se convierte y muchos
encuentran o vuelven a Dios.
CHIARA LUBICH, Comentario a Jn 17,21, enero 1990
QUE SEAN UNO, EN LA FAMILIA:
GANANCIA PARA LA SOCIEDAD
…las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer su apoyo a la
misión educativa de las familias, y
lo hacen ante todo con la luz de la Palabra de Dios. El apóstol Pablo recuerda
la reciprocidad de los deberes entre padres e hijos… En la base de todo está el
amor, el amor que Dios nos da, que «no es
indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal... Todo lo
excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Cor 13, 5-7). Incluso en las mejores
familias hay que soportarse, y se necesita mucha paciencia para soportarse.
Pero la vida es así. La vida no se construye en un laboratorio, se hace en la
realidad. Jesús mismo pasó por la educación familiar.
También en este caso, la gracia del amor de
Cristo conduce a su realización lo que está escrito en la naturaleza humana. ¡Cuántos ejemplos estupendos tenemos de padres
cristianos llenos de sabiduría humana! Ellos muestran que la
buena educación familiar es la columna vertebral del humanismo. Su irradiación social es el recurso que permite
compensar las lagunas, las heridas, los vacíos de paternidad y maternidad que
tocan a los hijos menos afortunados. Esta irradiación puede obrar auténticos
milagros. Y en la Iglesia suceden cada día estos milagros.
Deseo que el Señor done a las familias cristianas
la fe, la libertad y la valentía necesarias para su misión. Si la educación familiar vuelve a encontrar el
orgullo de su protagonismo, muchas cosas cambiarán para mejor, para los padres
inciertos y para los hijos decepcionados. Es hora de que los padres
y las madres vuelvan de su exilio
—porque se han autoexiliado de la educación de los hijos— y vuelvan a asumir plenamente
su función educativa… Y esto sólo puede hacerlo el amor, la
ternura y la paciencia.
PAPA FRANCISCO,
Audiencia General, miércoles 20 de
mayo de 2015
ANTE LA INVASIÓN DE ODIO, VENCER CON INVASIÓN DE AMOR
ANTE LA INVASIÓN DE ODIO, VENCER CON INVASIÓN DE AMOR
“Frente a los dramáticos
acontecimientos de París, que se agregan a los que
recientemente sucedieron en otras partes del mundo, estamos de luto, junto a
quienes sufrieron la violencia en sus familiares y amigos y a los que creen
posible la unidad de la familia humana.
Con
desconcierto y con la firme condena de
todo acto de violencia contra la vida humana, emerge con potencia una pregunta: ¿dimos todos los pasos y emprendido todas las acciones posibles para conseguir las condiciones necesarias, entre las que se cuentan más paridad, más igualdad, más solidaridad, más comunión de los bienes, por las que la violencia y las acciones terroristas pierden la posibilidad de actuar?
todo acto de violencia contra la vida humana, emerge con potencia una pregunta: ¿dimos todos los pasos y emprendido todas las acciones posibles para conseguir las condiciones necesarias, entre las que se cuentan más paridad, más igualdad, más solidaridad, más comunión de los bienes, por las que la violencia y las acciones terroristas pierden la posibilidad de actuar?
Frente a
un plan que se presenta como perverso, es
evidente que no existe una sola respuesta. Pero es también evidente que tampoco
la reacción incontrolada a la violencia hará retroceder a los que quieren
anular las fuerzas vivas de los pueblos y su aspiración a convivir en paz.
La
convicción que el mundo puede caminar hacia la unidad y superar los conflictos y la violencia de las armas, permanece
viva en el alma y en la acción de los que tienen en el corazón el amor por cada
hombre y el futuro de la familia humana y quieren realizarlo mediante la acción
de la política, los instrumentos de la economía y las reglas del derecho.
El
Movimiento de los Focolares, mientras
llora con quien llora, sigue creyendo en el camino del diálogo, de
aceptar y respetar al otro, cualquiera sea y de cualquier proveniencia, credo
religioso y pertenencia étnica. Por eso, junto a todos los que en distintos
campos trabajan por la paz, aun a riesgo personal, los Focolares renuevan el
propio compromiso para intensificar y multiplicar actos y gestos de
reconciliación, espacios de diálogo y comunión, ocasiones de encuentro e
intercambio a todos los niveles y en todas las latitudes, para aunar el grito
de la humanidad y transformarlo en nueva esperanza”.
MARIA
“EMMAUS” VOCE, Declaración 14 noviembre 2015