VIDA DE LA PALABRA mes de AGOSTO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34) y la de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión», Lc 10, 33):
1.- En una homilía
sobre la PdV le pregunté a la gente: “una vez que has hecho tus tareas y
obligaciones, cuando te sientas tranquilo en el sofá, ¿qué es lo que piensas?;
¿hacia dónde se dirige tu mente? Porque…
donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. ¿Se dirige a Dios (o
a las cosas de Dios) o no?”.
Eso mismo había estado yo practicando
con fruto los días previos y, viendo el bien que le había hecho a las personas
ponerlas a reflexionar, fue para mí un nuevo acicate para el resto del mes.
Primero con mi madre, que estuvo muy
muy delicada, con riesgo incluso de “irse”: yo trataba de tener todos los
cuidados hacia ella y toda la paciencia; sin hacer nada más prácticamente en
esos 5 días, (lo mismo que 3 semanas antes, otros 4 días, como te conté en el
correo anterior). Y cuando regresa mi hermana a la que estaba yo supliendo para
que ella “se aireara” unos días, estar dispuesto a no irme a las vacaciones
programadas con mi comunidad de sacerdotes y quedarme, en cambio, con ellas dos:
“mamá lleva toda la noche y esta mañana muy muy flojita y desorientada: me
quedo, ¿verdad?”. Una vez dicho mi sí, dispuesto a perder el descanso y la
comunidad, empezó ella a mejorar y a las 2 horas me dice mi hermana: “anda,
termina de preparar tu maleta y vete tranquilo, que parece que se ha entonado”,
(y aunque estuvo todavía unos días débil, a partir del 11 comenzó una
ligerísima mejora progresiva, (y ahora está como hace 3 meses, que no es “para
tirar cohetes”, ¡pero eso es muchísimo a su edad y tal como había llegado a
debilitarse!).
Junto con esa mejoría, mi segunda
estancia en el pueblo para suplir a mi hermana que se marchaba 3 días a rezar y
descansar en el monasterio de El Paular, de nuevo totalmente yo pendiente de mi
madre. De pronto, mi hermana tuvo que ir con dolores al centro de salud allí en
Rascafría 2 veces y finalmente la recogió mi hermano y estuvieron toda la noche
en urgencias de un hospital. A la mañana siguiente de regresar ella al pueblo,
de nuevo a urgencias en nuestro hospital: dio la cara un cólico nefrítico y le
detectaron un mioma. Menos mal que había venido esos días otra de nuestras
hermanas y pudo acompañarla para yo poder estar todo el día pendiente de mi
madre, disimulando, a la vez, para que no se enterara de lo mi hermana, con lo
“súper-preocupona” que es.
Tanto mi hermana, como yo: “Tú, Señor,
eres mi tesoro; no el descanso; no la tranquilidad; no las consecuencias
futuras de enfermedades de una u otra; mi corazón quiere estar también solo en
Ti”.
1b.- Entre una
estancia y otra en el pueblo, los 10 días con los 14 sacerdotes, (acorté un
poco, regresando 3 días antes, para que mi hermana pudiera ir a la hospedería
de ese monasterio). Fueron días preciosos de unidad, de hacer todo con “Jesús
en medio”: o todos “en comandita” o en distintos grupitos. Compartir
experiencias sobre la Palabra de Vida y desde la última vez que nos vimos
(después de Semana Santa, aunque casi todos los lunes nos videollamamos);
comunicar lo que llevamos en el alma en esos momentos y los meses previos;
compartir la obra que Dios por medio de su Madre va haciendo en cada uno de
nosotros y con las comunidades o parroquias a las que servimos.
De verdad que logré descansar y
“desconectar” totalmente, y, además, hacer mucho ejercicio y leer.
Auténticamente, “Jesús en medio” es nuestro descanso y nuestra paz, y nuestro
Maestro.
Al regresar yo antes que ellos, en el
coche, daba gracias a Dios sin que se me apegara el corazón al descanso ni a la
vida comunitaria tan bonita; aunque también con un pequeño peso: quizá debería
haber hablado más todavía con cada uno de ellos dejando algún rato de lectura.
Nuestra vocación es vivir en comunidad y, por las circunstancias pastorales y
diocesanas, no podemos hacerlo y nos tenemos que contentar con “vernos” on-line
y luego estas pocas veces al año. Bueno, también eso lo puse en manos del
Señor: por esta vez ya no tenía remedio y vivir bien cada momento presente en
la Voluntad de Dios por amor era el mejor modo de repararlo, (y estar pendiente
la próxima vez de dedicarles más tiempo).
2.- A veces discuto
con una persona influenciada por las ideas de otras tradiciones religiosas del
lejano oriente. Dice que Dios se olvida de nosotros, que le da igual lo que
nosotros hagamos y por eso nos ha dejado libres para hacer incluso el mal.
Le mandé hace unos días una homilía de
Benedicto XVI, del 28 de abril de 2013, (ya como Papa emérito desde hacía pocas
semanas en CastelGandolfo), comentando la oración colecta de la Misa de aquel
día: “…la verdadera libertad no es hacer
todo lo que se me ocurra, sino que yo llegue a ser conforme a la verdad de mí
mismo. La verdad de mí mismo es mi vida, de tal modo que verdad y libertad
estén unidas en mí y la verdadera libertad se cumpla. En esta vida nunca somos
completamente libres, estamos en camino hacia la libertad. Pidamos al Señor que
nos ayude a ponernos en camino hacia esa verdadera libertad, donde la verdad de
nuestro ser y nuestra voluntad coincidan y así podamos realmente, libremente,
vivir conforme a lo que debemos ser.
[…] El
sueño de los israelitas era su tierra, ser libres en su tierra, es decir, ser
libres y propietarios. Pero esa solo es una condición preliminar. La verdadera
libertad –que aparece en el Nuevo Testamento– y la verdadera tierra de nuestro
ser es Dios. Dios mismo es nuestra herencia: estar unidos a Dios significa
entonces encontrarse en la plenitud del ser, la felicidad. Pidamos al Señor que
nos ayude a ir hacia esa verdadera herencia, que será nuestra alegría
permanente, la verdadera vida.”
Entre otras personas, también mandé
este texto a otra amiga, (que está luchando contra su cáncer desde hace unos
meses), y me contestó lo siguiente: “Profundísima
e interesantísima reflexión de Benedicto. Me ha gustado muchísimo, va conmigo:
voy en ello a esa Libertad –con mayúsculas– y a esa Herencia de Dios y con
Dios. Gracias”.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la de Palabra de Vida de agosto («Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón», Lc 12, 34), la de julio («Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión», Lc 10, 33) y la de junio («Dadles vosotros de comer», Lc 9, 13):
1.- “… en mi periplo
misionero anual como jubilada, anteayer visité a tres personas, le dije al
Señor: “pon tus palabras en mi boca, sabes que soy cortita en palabras”. Él
siempre me pone en mi boca sus palabras y a la gente les hacen efecto, se les
caen las lágrimas de alegría, me dicen: “vuelve”. Me abrazan, les pregunto qué
necesitan para comprarles si puedo aquí, pero hay cosas, (medicinas, ropa…),
que yo enviaré cuando regrese a España: se sienten felices, porque siempre les
llega. Yo me siento satisfecha con enviarlo. Me privo de ciertas cosas para
enviar cada paquete.
Ayer, una de las personas que ayuda a repartir
lo que envío, vino a buscarme: siempre lo hace cuando vengo. Me cuenta a quién
reparte, aunque no acabo de poner cara, sobre todo a los niños. Se lo da a una
doctora, que va a la selva a ver a los niños, que van medio desnudos, porque no
pueden comprar. La doctora está feliz, porque puede ayudar.
La persona que lo reparte me dice que gracias a mí puede vivir bien, porque su niño pequeño, que es mi ahijado, tiene una enfermedad rara y tiene que ir a varios médicos; a ella la gusta hablar conmigo: me cuenta su vida, que ella se enfermó y gracias al marido y a sus hijos ha podido salir adelante. Me dice: “gracias a Dios que me ayudas en todo”. Su hija de siete años es muy tímida, pero este año le he preguntado por cosas del cole y amigas que tiene; me ha hablado como un lorito, pero cosas muy interesantes de niña. Yo le he explicado cómo tenía que decir: ella escucha con mucha atención y decía “sí, tía; lo haré”…”.
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