VIDA DE LA PALABRA mes de AGOSTO
Alguna de mis EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria, con la Gracia de Dios, la Palabra de Vida de agosto («Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!», Mt 17, 4) y la de julio («El Señor es mi pastor, nada me falta», Sal 23, 1):
1.- "¡Qué bien se está aquí, Señor!", me
he repetido mucho durante este mes a mí mismo, (y dicho muchas veces también en
alto delante de otros), dirigiendo además el corazón y la mirada del alma a Jesús,
no simplemente por estar de vacaciones, sino por vivirlas en compañía de
sacerdotes con el mismo Ideal de la Unidad (durante los días que pasamos en
Santander) o con mi familia en el pueblo o con algunas amistades.
Esto posibilita que captemos la presencia de Jesús resucitado, que
siempre está, pero solo percibimos y aprovechamos sus frutos "donde dos o
más están unidos..." en su Nombre.
También cuando en paz contemplaba, (o en grupo contemplábamos), la
belleza del mar, o de un acantilado, o de un bosque, o contemplábamos la bondad
y sencillez de gente buena de verdad; o por las comidas que nos preparaban.
¡Muchos momentos,
gracias a Dios! También en ellos alababa al Señor (a menudo en voz alta) y le
daba gracias disfrutándolos y, a la vez, me preparaba para cuando pudieran
venir sinsabores, dificultades, averías, problemas, no tener respuesta,
pruebas, el buscar mucho tiempo algo perdido...
Varias de estas
cosas también han llegado estas semanas. Entonces me ayudaba el recordar el
"¡qué bien se está"!, el Tabor: saber que, si la cosa no va bien, es
que todavía no llega el final, siempre hay esperanza (hasta en pequeñas
tonterías); saber que donde me encuentro con el Crucificado por amor, habrá
resurrección, (como dice Chiara Lubich: "no hay espina sin rosa";
¡ojo!: ¡justo al revés de lo que afirma el refrán!). Y eso me ha ido dando
ánimo para seguir intentando hacer mi parte en resolver esas dificultades o
para vivir con serenidad el momento presente.
Esta vez no me han
llegado vuestras EXPERIENCIAS, así que, tomo prestadas de la publicación de dos
amigos estas, siempre tratando de llevar a la práctica diaria la
Palabra de Vida de agosto («Señor, ¡qué bueno es que estemos
aquí!», Mt 17,
4), la de julio («El Señor es mi pastor,
nada me falta», Sal 23,
1) y la de junio («El
Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se
levante, de noche o de día, el grano brota y crece», Mc 4, 26-27):
1.- “Todos los días trato
de tener un momento de meditación: leo la Biblia, leo extractos sobre algún
libro de espiritualidad, escucho un audio o veo video sobre temas espirituales.
Siempre es un momento de mucha luz, que me ayuda a vivir mejor el día en
sintonía con la voluntad de Dios, con el bien, con el amor.
A veces son momentos de luz tan intensos,
que los comparo, en la debida proporción, con la experiencia de Pedro, Juan y
Santiago con Jesús en el monte Tabor.
Esta luz me acompaña y se difunde
silenciosamente a lo largo del día, iluminando las situaciones difíciles,
resaltando el bien, poniendo una barrera al mal y, sobre todo, llegando también
a las personas que encuentro.
La luz que recibo de Dios ilumina mi vida y debe, a través de mí, iluminar la vida de quienes me rodean” (Apolonio Carvalho).
2.- “…coincido con un
señor de mi edad, (B de bueno), para
acceder al vagón del Metro. Le indico que a la izquierda hay un asiento libre.
Él no lo quiere, así que yo me dispongo a ocuparlo. Los demás viajeros me
advierten de que está sucio. Efectivamente, contenía restos de un líquido y un
papel empapado en él. Desisto, y ese hombre me indica otro asiento libre, que
le agradezco y paso a ocupar. Pero inmediatamente pienso: "Tal vez puedo
limpiar el asiento sucio, porque si no, nadie lo podrá usar durante todo el
día".
Compruebo que en mi zurrón llevo varias
servilletas de papel, así que me levanto, voy al asiento sucio y lo cubro de
servilletas, que absorben el líquido derramado. Entonces me siento en él, no
obstante hubiera un asiento libre a cada lado del sucio. Fue un acto de valentía
ante los demás viajeros.
Quiero resaltar que mi amabilidad cediendo
ese asiento sucio-limpio a ese señor fue correspondida por él indicándome otra
plaza libre alternativa. ¿Será cierto que si sembramos amor, cosechamos amor?
Yo no lo dudo. Además, lo garantiza el gran san Juan de la Cruz…”.
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