VIVIR
POR EL OTRO
[...] De frente a cada prójimo tenemos que
saber olvidar (aunque sean pocos instantes, si el deber nos llama a otra tarea)
todo cuanto hacemos de bello y de grande y de útil y estar listos para hacernos
uno con él en todo, (menos en el pecado), a hacernos
uno con la medida de saber “morir” por el otro.
Esta
es vida cristiana.
El
hacerse uno abraza todos los aspectos
de la vida y es la máxima expresión del amor.
Viviendo
así, morimos a nosotros mismos, al propio yo y a cada apego espiritual.
Se
puede alcanzar aquella nada de sí a
la que aspiran las grandes espiritualidades y a aquel vacío de amor que se
realiza en el acto de acoger al otro.
Se
da espacio al otro, que encontrará siempre un sitio en nuestro corazón. [...]
Città Nuova - Farsi uno con l’altro - 10 MAGGIO
2006 CHIARA
LUBICH
DAR
PRIORIDAD A ESCUCHAR AL OTRO
[...] Al hacerse
uno, hay que estar totalmente y durante todo el tiempo desapegado de uno
mismo.
De hecho, hay –nosotros lo sabemos– quien,
por apego a sí mismo o a alguna otra cosa, no escucha hasta el fondo al hermano.
No “muere” del todo en el hermano y quiere dar respuestas que ha ido recogiendo
en su cabeza… [...]
Citazione di Chiara Lubich in La comunità terapeutica di Mario Giostra
REINA
DEL MUNDO
El día en que los hombres (…), el día en que
los pueblos sean capaces de posponerse a sí mismos, de posponer la idea que
tienen de su patria, de sus reinos, y ofrecerlo todo como incienso al Señor
–rey de un Reino que no es de este mundo, guía de la historia–, y esto lo hagan
por ese amor recíproco entre los Estados, que Dios pide lo mismo que pide el
amor recíproco entre los hermanos, ese día será el comienzo de una nueva era,
porque lo mismo que Jesús está presente entre dos que se aman en Cristo, ese
día Jesús estará vivo y presente entre los pueblos, puesto por fin en su
verdadero lugar de único rey, no solo de los corazones sino también de las
naciones. (…)
Estos son tiempos en los que cada pueblo
tiene que traspasar sus propias fronteras y mirar más lejos. Ha llegado el
momento de amar la patria de los demás como la nuestra (…). No basta el
desapego de nosotros mismos para ser cristianos. Hoy los tiempos le exigen al
seguidor de Cristo algo más: una conciencia social del cristianismo con la que
pueda edificar no solo la propia tierra según la ley de Cristo, sino que ayude
a la edificación de la de los demás (…) con los ojos sobrenaturales que nos ha
dado Dios Padre, el cual desde el Cielo ve las cosas de un modo muy distinto
del nuestro. (…)
Quizás pueda parecer un sueño, pero (…) hay
un vínculo que ya une a los pueblos fuertemente y que la voz del pueblo, de
cada pueblo, ha proclamado ya
(…) Cuántas veces los pueblos se han
refugiado a
lo largo de la historia junto a las fortalezas marianas, basílicas
o santuarios, como para protegerse bajo el manto de la Madre, cuando pueblos
hermanos combatían contra ellos. Todos los pueblos cristianos la han proclamado
ya su Reina (…).
Pero falta una cosa, y esta no la puede hacer
María; tenemos que ayudarla nosotros. Falta nuestra colaboración para que los
pueblos católicos, como hermanos unidos, vayan a ella y juntos la reconozcan
como Madre y Reina. (…) Reina de los hombres, Reina de los santos, Reina de los
ángeles, porque cuando estaba en la tierra, supo inmolarse totalmente a sí
misma, como esclava del Señor, y enseñar así a sus hijos el camino de la unidad
(…).
Consagración a
María al acabar la Mariápolis de 1959 en Fiera di Primiero,
(en los Alpes;
con gente de 27 países),
año LIX, nº 556, octubre
2017, pp. 22-23.
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