sábado, 16 de mayo de 2015

SU MISERICORDIA NOS HACE REVIVIR

En los últimos 10 días del tiempo Pascual  hasta Pentecostés pedimos, (con María en su mes), la asistencia especial del Espíritu Santo para todos y cada uno: “¡Oh Señor, envía tu Espíritu y que renueve la faz de la tierra!”, “Ven, Espíritu Santo”, para “entrenarnos” cada vez más en escuchar (y seguir) su “voz silenciosa” que resuena más allá del fondo de la conciencia. 

            Nos ayudarán a ello la Palabra que estamos viviendo este mes de mayo («Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo») y para profundizarla, te ofrezco unos textos:


EL ROSTRO DE LA MISERICORDIA

1.        Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret…

2.       …Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.

3.      Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del
Padre. Por esto he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes...
experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza

4.       … Concilio Ecuménico Vaticano II… …habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres… en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia…, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo. Una nueva etapa en la evangelización de siempre. Un nuevo compromiso para todos los cristianos de testimoniar con mayor entusiasmo y convicción la propia fe. La Iglesia sentía la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre
          … atravesaremos la Puerta Santa, en la plena confianza de sabernos acompañados por la fuerza del Señor Resucitado que continua sosteniendo nuestra peregrinación. El Espíritu Santo que conduce los pasos de los creyentes para que cooperen en la obra de
salvación realizada por Cristo, sea guía y apoyo del Pueblo de Dios para ayudarlo a contemplar el rostro de la misericordia

6.       …la misericordia divina no sea en absoluto un signo de debilidad, sino más bien la cualidad de la omnipotencia de Dios. Por esto la liturgia… invita a orar diciendo: «Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo en la misericordia y el perdón». Dios será siempre para la humanidad como Aquel que está presente, cercano, providente, santo y misericordioso…

14.     … Así entonces, misericordiosos como el Padre es el “lema” del Año Santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Viene en nuestra ayuda cuando lo invocamos. Es bello que la oración cotidiana de la Iglesia inicie con estas palabras: «Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme» (Sal 70,2). El auxilio que invocamos es ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros. Él viene a salvarnos de la condición de debilidad en la que vivimos. Y su auxilio consiste en permitirnos captar su presencia y cercanía. Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos.

25.     … la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar. La Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6).

PAPA FRANCISCO, Misericordiae vultus, abril 2015
(Bula de Convocación
del Jubileo Extraordinario de la Misericordia)




SER CONSTRUCTORES DE PAZ

"[...] ¿Qué nos quiere decir este programa? Quiere decir trabajar para conocernos y descubrir lo positivo que hay en cada uno; quiere decir escucharse y comprenderse. Quiere decir mirarnos con amor, cubriendo con la misericordia los eventuales errores pasados, y aceptarnos los unos a los otros para construir una base común de respeto, de estima y de confianza recíproca.
Por esto cada vez es más necesario formarnos y formar al mayor número de personas posible al amor, a ese amor que no se mira a sí mismo, que no desea su propio interés, que sabe superar
todos los obstáculos interpuestos por las diferencias tradicionales; un amor que sea más fuerte que cualquier otra cosa. Se tratará de hacer un cambio total de mentalidad, pero es necesario.
Al final de este milenio y cuando se aproxima el tercero, el amor tendría que convertirse cada vez más en nuestra conducta y la de muchos. El amor, la fuerza más potente, fecunda y segura que puede unir toda sociedad. [...]"

CHIARA LUBICH, Messaggio alla Conferenza Mondiale delle Religioni per la Pace



DIOS NUNCA SE CANSA DE PERDONAR

“…Fui a confesar durante esa Misa…  Se acercó entonces una señora anciana, humilde, muy humilde, de más de ochenta años. La miré y le dije: “Abuela —porque así llamamos nosotros a las personas ancianas—: Abuela ¿desea confesarse?” Sí, me dijo. “Pero si usted no tiene pecados…” Y ella me respondió: “Todos tenemos pecados”. Pero, quizás el Señor no la perdona... “El Señor perdona todo”, me dijo segura. Pero, ¿cómo lo sabe usted, señora? “Si el Señor no perdonara todo, el mundo no existiría”. Tuve ganas de preguntarle: Dígame, señora, ¿ha estudiado usted en la Gregoriana? Porque ésa es la sabiduría que concede el Espíritu Santo: la sabiduría interior hacia la misericordia de Dios.
No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca. “Y, padre, ¿cuál es el problema?” El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a
veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre…”

PAPA FRANCISCO, Primer_Angelus del pontificado, 17 marzo 2013



SABER PERDONAR

 [...]   «en cambio, el perdón es el acto más racional y más sabio a la vez, porque induce al culpable a asumir la responsabilidad de su propia acción y, por lo tanto, a manifestar su disponibilidad para
resarcir a la sociedad y a los demás de la culpa cometida.
No hace falta mucho para comprender que éste es el nivel más alto de justicia hacia el que nuestras sociedades han de tender. Pero ésta es la cuestión, para llegar a ser capaces de perdonar es necesario ser capaces de donar; no se puede perdonar, si no se es capaz de donar.


LUIGINO BRUNI – LUCA CRIVELLI, P di perdonoEd. Città Nuova


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