VIDA DE LA PALABRA últimas semanas de NOVIEMBRE
Alguna de mis
EXPERIENCIAS tratando de
llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de noviembre («Bienaventurados
los que lloran, porque ellos serán consolados», Mt 5, 5) y la de octubre («Todo el que se ensalce, será humillado; y el
que se humille, será ensalzado», Lc 14, 11):
1.- El viernes pasado por la tarde empezábamos el tradicional
fin de semana de Ejercicios Espirituales en el Centro Mariápolis. Yo quería
terminar de perfilar bien las cosas y orar más. Y descansar bien para estar más
despejado y poderme dar más.
Pero…
El jueves hice cena en abundancia para tenerla también como comida el mismo viernes.
Metí parte de ella en un tupper y de pronto, quizá por lo tarde que era y el
cansancio, ¡se me cayó!: ¡¡el puré salpicó por toda la cocina, hasta los sitios
más impensables!! En vez de enfadarme conmigo mismo, pensé rápido: “los
Ejercicios Espirituales tendrán mucho fruto, puesto que tengo la oportunidad de
vivir esta prueba con buen humor”. Esa misma mañana justo había sido la
limpieza general a fondo ¡y no tocaba, por tanto, hasta una semana después! Así
que me puse a limpiar con paz, ofreciendo por el fruto de los Ejercicios, (y
acordándome de la PdV: “dichosos los que lloran…”), aunque la cosa se alargó
más de media hora, pues había salpicaduras en encimeras, en alturas, en todos
los rincones… me reía de mí mismo.
Ceno luego
(con cierta molestia de riñones de agacharme a limpiar: ¡también ofrecida!).
Cuando ya acostado iba logrando “desactivarme” y empezar a dormirme… a las
00:55 me llaman por el teléfono de urgencias del hospital. De nuevo con
prontitud repetía en mi interior: “¡Qué bien!: los Ejercicios van a ser muy
fructuosos si no dejo de amar, (si no muestro mal humor ni contrariedad)! Como
era coronavirus a punto de intubar, traté de volcarme más con todo el respeto y
cariño de ayudarle a prepararse bien antes de que lo durmieran, por si luego no
despertase en esta vida, (era un hombre muy religioso, se había confesado
también hacía poco). Así que, con todos los cuidados y protocolos, me tienes
luego duchándome a las 02:30, (¡y había que madrugar!), pero (recordando la PdV
y el ofrecer por el fruto espiritual de los Ejercicios) yo seguía con paz y
contento.
1b.- El mismo viernes también presentó muchas oportunidades.
P.ej.: a media mañana, saliendo de visitar a los enfermos del hospital, cuando
me dirigía al aparcamiento (siempre me toca estacionar muy lejos), la llovizna
se convirtió en el momento más torrencial del día. Lo mismo: “PdV y ¡los
Ejercicios darán mucho fruto si no dejo de amar y ofrecer!”.
Al llegar a
la Parroquia, con las prisas, cerré mal el paraguas (buenísimo y con valor
sentimental) y me lo cargué sin querer, (creo que pidiendo prestado un
destornillador de precisión, podré arreglarlo dedicando un rato). Mi
estribillo: “PdV y… fruto…”.
Comí
rapidito, pues coincidió que me habían pedido ir al cementerio de Las Rozas
para la bendición del columbario y la inhumación de los restos de dos
focolarinas. Bajo la llovizna, ¡me perdí y llegué unos minutos tarde! Mi
estribillo: “PdV y… fruto…”, ofreciendo además por ellas. Fue un momento de
fraternidad entre los que estábamos y también con ellas: fue un ratito de
presencia fuerte de Jesús en medio, que unía cielo y tierra. ¡Y vuelta
corriendo a la Parroquia a terminar de hacer la maleta e imprimir varias copias
del horario de los Ejercicios (después de enviarlo a todos los participantes)!
1c.- Aunque es la vez que llevaba menos hilvanadas mis
intervenciones en los Ejercicios, vi palpablemente la acción del Espíritu Santo
todo el tiempo, pues a los 20 participantes presenciales les encantó todo, (a
pesar de todo el tiempo todos con la mascarilla y todos las prudencias y
protocolos sanitarios): se percibía el domingo tarde que habían hecho un
experiencia de unión don Dios personal y a través del hermano; y también de una
comunión que nos hacía sentirnos ya familia. ¡Y una alegría, paz y luz
contagiosas! Verdaderamente eran Ejercicios de Adviento: Jesús nacía más
profundamente en cada uno (viviendo la Palabra, orando, amando…) y también
nacía en medio de nosotros por el amor recíproco y la comunión de alma y de
experiencias de la Palabra.
Alguna de vuestras EXPERIENCIAS tratando de llevar a la práctica diaria la Palabra de Vida de noviembre («Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados», Mt 5, 5), la de octubre («Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado», Lc 14, 11) y la de septiembre («Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos», Lc 6, 38):
1.- “…ayer tarde cuando llegué a mi casa
después del fin de semana de Ejercicios en el Centro Mariápolis, tuve que salir
a vaciar unas cuantas cosas de la casa de una amiga que hoy tenía que entregar
el piso. Como no quería que se perdieran, porque iban a tirarlas, me fui con
una amiga a vaciar el piso. No sé cuántos viajes hicimos a una tercera planta
sin ascensor. Hoy, menos las pestañas, me duele todo. Curiosamente, a pesar de
todo, estoy feliz. Nada más levantarme he saludado a Jesús, algo que dejé de
hacer hace muchos años.
No sé muy bien expresar qué me pasa hoy: siento una
"extraña felicidad" que me hace verlo todo de color rosa, aunque nada
más empezar mi recorrido me he enfadado con tema de circulación. Al momento he
rectificado mi mente y he dicho: “Señor, perdona mi impaciencia”.
Es la una menos cuarto y no he parado en toda la mañana.
De repente me doy cuenta de que no es un día normal: no, es distinto. Estoy
contenta (no sé la razón) he tenido mucha gente, mis pensamientos negativos se
han convertido en positivos; curioso. Y digo yo, ¿esto va a durar mucho? Y algo
me dice que sí.
En fin, sólo sé decir que estoy contenta: me siento
acompañada, feliz... No sé cómo definirlo, bien…”.
2.- “…el comentario de la PdV
de este mes dice: “…podemos aprender
a ser, los unos para los otros, testigos e instrumentos del amor tierno y
creativo del Padre…”. Estuve trabajando como cocinera en una residencia
de mayores.
Un día, salí al pasillo un instante,
vi a una ancianita que pidió un vaso de agua. Se lo dije a quien correspondía.
Más de una hora después le pregunté y me dijo: “¡pues llévaselo tú!”. Me atreví
a corregirla, (sé que todo queda grabado en cámaras y eso supondría mi
despido). Yo no debo salir de la cocina; y, además, ese día iba yo muy apurada.
Con todo mi cariño le llevé el vaso
de agua y a la anciana se le iluminó la mirada. Empecé a mesarle el pelo y me
añadió: “me lo tienes que dar tú”. Así que regresé a la cocina a por una
pajita. Cuando llevaba la mitad del vaso, me agarra fuerte de la mano: “quédate
10 minutos conmigo”. Le dije que no debía, que me estaba jugando el puesto.
Pero esa mirada…: “me quedo y hablamos”. En seguida me pidió que rezáramos
juntas: Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Y al acabar de santiguarnos, me pide:
“cántame algo, por favor”. Lo que me vino a la mente, (¡no sé por qué!): “…no
nos llevaremos nada, solo el amor…”. Todos los residentes se nos quedaron
mirando… Paré. Pero luego seguí con otra estrofa. La anciana estaba feliz.
Diez minutos en total: “Dios te bendiga, hija”. Se
me grabó en el alma y le dije también “Dios la bendiga” y me fui rápida y feliz
a mi labor.
A los pocos minutos siento una mano violentamente
en mi hombro: la auxiliar que le debió llevar el agua. “¿Qué has hecho?”, -me
dice-, “¿no te has dado cuenta que está muerta? ¡Esto te costará caro!”. Le
contesté que cuando yo la dejé estaba viva y feliz y que yo había hecho lo que
ella debiera haber realizado una hora y media antes: las cámaras lo
corroborarían, aunque me despidieran, (como así fue, por no estar yo en la
cocina).
Estoy sola y mi familia en mi país necesita mi
ayuda desde aquí, pero mi alma estaba en paz y feliz de hacer lo que Dios me
pedía y de que una persona no haya dado solita el paso más importante de su
vida…”.
3.- “…tenía que bajar al
Banco para sacar dinero para la Escuela. Tengo que cruzar por una pasarela
sobre la vía del tren, en la que muchas veces me encuentro a un chico africano del albergue que está al lado,
(un centro de acogida para personas sin hogar). Siempre que nos cruzamos, nos
saludamos y el chico siempre está con una sonrisa. Hoy me ha preguntado que qué
tal estaba y yo también a él. Me ha dicho que bien, pero sin trabajo. Le he contestado
que rezase para que Dios le ayudase. Me ha replicado que no sabía rezar. Le he
preguntado si no sabía rezar el Padre Nuestro y me ha dicho que no. Entonces le
he dicho: di muchas veces al día "Dios, ayúdame"; que eso era también
rezar y que vería cómo Dios le ayudaba. Me ha dicho que lo iba a hacer. Nos hemos
despedido y se ha marchado sonriendo como siempre…”.
4.- “…"Bienaventurados
los que lloran porque serán consolados" Sé que estoy en la voluntad
del Señor porque intento hacer en cada momento presente lo que toca y amar a
quien pasa a mi lado.
Con los niños en el cole es
muy fácil amar y encontrarse con Jesús...
Ando
también cansada y cuando llego agotada de trabajar necesito dormir un rato.
Quizás por eso ando desvelada ahora.
Sé que se me escapan momentos divinos para
amar con más intensidad. Intento volcarme con los peques y ayudarles en sus
dificultades mostrando agrado, alegría y cercanía. Un acto de amor
concreto... Sonreír con agrado a los profes, a los peques. Consolar: Quizás la
sonrisa sea un consuelo para los que la reciben.
Consolar...
Sí que consuelo a mi madre cada día ofreciéndole mi cariño y mi escucha. El
consuelo que doy es la alegría del Resucitado... Es la alegría de estar, de
ayudar, de sonreír.
¡Tengo un acto de amor
concreto muy lindo! El sonreír, acoger y saludar con simpatía a dos señoras
mayores de la parroquia, cuando me he sentado cerca de ellas en misa. Creo que
el crear familia nace de los detalles de sentirse mirados y acogidos...
Seguiré consolando con
detalles de acogida y cercanía.
Ayer me acerqué al final
de la misa a un señor de la parroquia. La misa se ofreció por su hermana que
falleció a principios de este mes. Él es una persona muy alegre y bromista...
Su mirada estaba triste... Y después de respirar hondo me dijo lo malita que
estaba su hermana los últimos días... El acercarme y darle mi pésame creo que
sirvió de consuelo. Aun así, me quedé con ganas de consolar mejor y estoy
rezando por su hermana…”.
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