CULTURA DEL ENCUENTRO
Pensemos en el episodio de los
discípulos de Emaús. Es necesario saber entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy
para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles
el Evangelio, es decir, a Jesucristo, Dios hecho hombre, muerto y resucitado
para liberarnos del pecado y de la muerte. Este desafío requiere profundidad,
atención a la vida, sensibilidad espiritual. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo
bueno que decir,
acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias
ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas.
PAPA
FRANCISCO, Mensaje para la jornada de comunicaciones sociales de junio,
24 enero 2014
"Pincha" AQUÍ para leer entero el Mensaje.
RECONCILIACIÓN
CON DIOS Y CON LOS HERMANOS
A través de los sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo,
la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta
vida «en vasijas de barro» (2 Cor 4, 7), estamos aún sometidos a la
tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida… El sacramento de la Reconciliación es un sacramento
de curación. Cuando yo voy a
confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y
no funciona bien…
El
sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio
pascual. En efecto, la misma tarde de la Pascua
el
Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y, tras
dirigirles el saludo «Paz a vosotros», sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20,
21-23)…
el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos
darnos nosotros mismos. Yo
no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en
la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino
que es un regalo, es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y
de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo
crucificado y
resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el
Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la
paz. Y esto lo hemos sentido todos en el
corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de
tristeza; y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del
alma tan bella que sólo Jesús puede dar, sólo Él.
…la
comunidad cristiana el lugar donde se hace presente el Espíritu, quien renueva los corazones en el amor de Dios y hace de
todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús. He aquí, entonces, por qué no basta pedir perdón
al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario
confesar humilde y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia.
En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios,
sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus
miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él,
que le alienta y le acompaña en el camino de conversión y de maduración humana
y cristiana. Uno puede decir:
yo me confieso sólo con Dios. Sí, tú puedes decir a Dios «perdóname», y decir
tus pecados, pero nuestros
pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por ello es necesario pedir perdón a la
Iglesia, a los hermanos, en la persona del sacerdote. «Pero padre, yo
me avergüenzo...».
Incluso la vergüenza es buena, es salud tener un poco de vergüenza, porque
avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país
decimos que es un «sinvergüenza». Pero incluso la vergüenza hace bien, porque nos hace humildes, y el sacerdote recibe con amor y con
ternura esta confesión, y en nombre de Dios perdona.
También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con
el hermano y decir al sacerdote estas cosas, que tanto pesan a mi corazón. Y uno siente que se desahoga ante Dios,
con la Iglesia, con el hermano…
Quisiera preguntaros —pero no lo digáis en voz alta…—: ¿cuándo fue la última
vez que te confesaste?... Y si pasó mucho tiempo, no perder un día más,
ve, que
el sacerdote será bueno. Jesús
está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.
Queridos amigos, celebrar el sacramento de la Reconciliación significa ser
envueltos en un abrazo caluroso… cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios
hace fiesta…
PAPA
FRANCISCO, Audiencia General de los miércoles, 19 febrero 2014
"Pincha" AQUÍ para leer entera la catequesis
No hay comentarios:
Publicar un comentario