miércoles, 31 de julio de 2024

NUESTRO TABOR: JESÚS EN MEDIO

 PALABRA DE VIDA                     agosto 2024

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!»

(Mt 17, 4) 


Jesús va hacia Jerusalén con sus discípulos. Al anunciarles que allí tendrá que sufrir, morir y resucitar, Pedro se rebela, erigiéndose en portavoz del desaliento y la incomprensión general. Entonces el Maestro lo lleva consigo, junto con Santiago y Juan, sube a «un monte alto», y allí se aparece a los tres con una luz nueva y extraordinaria: su rostro «se puso brillante como el sol» y con él conversan Moisés y el profeta Elías. El Padre mismo hace oír su voz desde una nube luminosa y los invita a escuchar a Jesús, su Hijo amado. Ante esta sorprendente experiencia, Pedro no quisiera irse de allí, y exclama:

 

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!». 

Jesús ha invitado a sus amigos más íntimos a vivir una experiencia inolvidable, a fin de que la guarden siempre dentro de ellos.

Tal vez también nosotros hayamos experimentado con estupor y emoción la presencia y la acción de Dios en nuestra vida en momentos de alegría, paz y luz que desearíamos que no tuviesen fin. Son momentos que en muchos casos vivimos con otros o gracias a otros, pues el amor recíproco atrae la presencia de Dios, ya que, como prometió Jesús, «donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). A veces, en estos momentos de intimidad, Él nos hace vernos a nosotros mismos y leer los acontecimientos a través de su mirada.

Estas experiencias se nos dan para tener la fuerza de afrontar las dificultades, pruebas y penalidades que encontramos por el camino, teniendo en el corazón la certeza de que Dios nos mira, que nos ha llamado a formar parte de la historia de la salvación.

De hecho, una vez que han descendido del monte, los discípulos irán juntos a Jerusalén, donde los espera una muchedumbre llena de esperanza pero también peligros, enfrentamientos, rechazo y sufrimientos. Allí «serán dispersados y enviados a los confines de la tierra para ser testigos de nuestra morada definitiva, el Reino» de Dios[1].

Podrán comenzar a construir ya en esta tierra la casa de Dios entre los hombres, porque en el monte han estado con Jesús «en casa».

 

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!». 

«Levantaos, no tengáis miedo» (Mt 17, 7) es la invitación de Jesús al término de esta extraordinaria experiencia, que también nos dirige a nosotros. Como discípulos y amigos suyos, podemos afrontar con valentía lo que nos espera.

Así le sucedió a Chiara Lubich. Tampoco ella habría querido volver a la vida de todos los días después de un período de vacaciones tan lleno de luz que fue denominado «el paraíso de 1949» por la percepción de la presencia de Dios en la pequeña comunidad con la que estaba transcurriendo un tiempo de descanso y por una extraordinaria contemplación de los misterios de la fe. Volvió, y con un nuevo empuje, porque entendió que justamente por aquella experiencia de iluminación debía «descender del monte» y ponerse a trabajar como instrumento de Jesús en la realización de su Reino, inyectando su amor y su luz precisamente donde faltaban, y afrontando además penalidades y sufrimientos.

 

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!».

En cambio, cuando echemos a faltar la luz, volvamos con el corazón y con la mente a los momentos en que el Señor nos ha iluminado. Y si no hemos experimentado su cercanía, busquémosla. Será necesario hacer el esfuerzo de «subir al monte» para ir a su encuentro en los prójimos, adorarlo en nuestras iglesias y también para contemplarlo en la belleza de la naturaleza.

Porque, para nosotros, Él siempre está: basta con que caminemos con Él y que, haciendo silencio, nos pongamos humildemente a la escucha, como Pedro, Juan y Santiago (cf. Mt 17, 6).

 

SILVANO MALINI y el equipo de la Palabra de Vida



[1] T. Radcliffe, op, Segunda meditación a los participantes en la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, Sacrofano 1-10-2023.

No hay comentarios:

Publicar un comentario